Distopía no tan distópica

¡Qué bien peinados están todos! Afeitaditos y con su traje impoluto. Lo malo es que no saben hacerse bien el nudo de la corbata y eso les desprestigia frente a las miradas de los puretas. Pero no pasa nada. Al menos, no tienen ningún rastro de caspa en los hombros y la zona de la cremallera no está abultada, y es como si no tuvieran genitales. Ángeles uniformados. Menudo lujo.

¡Qué estilazos llevan ellas! Sin manchas de carmín en los dientes, sin mostrar escote, sin insinuaciones de curvas corporales. Sin cruzar las piernas y sin estar continuamente mirándose las uñas ni tocándose el cabello. Recatadas, femeninas e, incluso, feministas algunas. Pero no pasa nada. Seguirán siendo ninguneadas y silenciadas. Y creerán que algo está cambiando, pero el patriarcado nunca da pistas de su extinción, y los pensamientos y murmullos de revolución son silenciados por los piropos de los maleducados.

¡No te acerques a mí, mísero trabajador que te levantas todos los días a las cinco de la mañana para desplazarte a tu puesto de trabajo! ¡Ni se te ocurra mirarme, indigente que me tiende la mano abierta, no para saludarme, sino para gorronearme unas monedas! ¡No me dirijas la palabra, estúpida camarera de habitación, que aún tienes la desfachatez de sonreírme y darme los buenos días cuando salgo de mi suite!

¡Desvergonzados todos!

Imagen de Ernie A. Stephens en Pixabay

Veganismo

Escucho y leo últimamente mucho sobre cómo está ganando terreno el veganismo en la sociedad occidental actual.
No sé los demás veganos, pero yo tengo dificultades para comer en sitios que no sean estrictamente veganos. Tampoco pido tanto: Uno o dos platos que no sean las típicas ensaladas insulsas con las que recuperas el hambre media hora después de ingerirlas.
Por mi profesión, estoy continuamente en eventos a los que acuden decenas, cientos, miles de personas. Y creyendo que la normalidad de la dieta vegana convive con la de las otras dietas, me encuentro con la sorpresa de que no es así, de que mi «rareza» sigue forzando la sonrisa de camareros, maitres, y hasta cocineros, de algún que otro restaurante de hotel de cinco estrellas en los que, por motivos laborales, tengo que acudir para mi nutrición.
¿Dónde está el avance del veganismo en España? La dieta vegana debería convivir con las otras dietas y no ser una exclusividad de los que respetan la vida no humana.

(Imagen de Deyse en Pixabay)

PosArte

Traspasa el Arte,

Traspasarte con él,

tras pasarte sin él.

El Arte de la Memoria.

El que crea y recrea.

El que asume y se suma

y que rezuma incontinencia creativa,

para que asumas actitud activa

ante el jolgorio de la desesperanza,

ante el sinsabor de la apatía,

para que se emocionen tus neuronas

y tiemblen todas tus zonas,

las de confort y las del rubor,

las de la ilusión y las de la alusión,

la alusión al raciocinio,

para que degustes las implosiones de talento del prójimo y el tuyo propio,

y las explosiones sensoriales que traen consigo

las infinitas descargas infinitesimales de genialidad creadora.

Fotografía © Jesús Fernández de Zayas «Archimaldito»

100 y 1

Cien y uno.
O mil y tres mil millones.
No importa.
La distancia y el desamparo son lo mismo.
La ilusión y el engaño dan lo mismo.
Y ellos, ilusos todos, dejándose las alusiones al cambio en el camino,
porque creen que se degradarán con algún tipo de revolución, porque creen que se desangrarán en la catarsis, en la que no quieren creer y de la que nada quieren saber.

Nova


– ¡No me has dejado ver cómo mi padre…

Su abuelo le sonrió a la vez que hincaba su rodilla sobre el frío suelo, para que el niño no tuviera que forzar el cuello para hablarle.

-… se transformaba en nova!

Antes de que otros reclamaran la atención de Insavik, le susurró al oído:

-Una nueva estrella hay colgada en el firmamento. Pero no es tu padre, hijo. Tú debes ser la nueva Luz.

Dedicado a mi hijo, Iván Fernández Claudet, Nova en el Firmamento de los Artistas)

Por ahora

Por ahora voy a seguir contigo.
Por ahora voy a seguir mirándote a los ojos cuando te hable.
Por ahora voy a respetar tus opiniones, aunque no las comparta.
Y no me reiré de ellas, aunque te merezcas mi burla.
Y no se me escaparán los ojos hacia tu escote, para demostrarte que admiro tu cerebro.
Y aguantaré tus monsergas sobre mi forma de ser, y tus histerias de cómo te arrastran mis ridiculeces ante los demás, haciéndote sentir una profunda vergüenza ajena.

Imagen por Lisa Runnels en Pixabay

La obra de arte

Aún así, la obra de arte, cada año, se muestra inalcanzable.
Ni los eruditos ni los profanos consiguen que se haga la luz sobre sus orígenes ni, menos aún, sobre su mensaje, ni cuál fue el objetivo del artista, o los artistas, al pensarla y producirla.
Cuando te encuentras situado ante ella, te subyuga el brillo natural que proviene de su interior, y la anamorfosis agresiva que apoya su extraño diseño.
Sinceramente, creo que pasarán siglos hasta que la evolución de mi cerebro vislumbre respuestas para el enigma, para cuya resolución me llevan llamando no sé desde hace cuántas generaciones.

La última de la última

Esa era la última vez, se repetía a sí misma mientras veía cómo se desangraba por ambas muñecas, y en silencio, sin llorar, sin autocompadecerse, imaginaba cómo sería su vida a partir de aquel momento, cuando no quedara una gota de sangre en su cuerpo, cuando estuviera desparramada en el suelo con la costra de sangre seca en su piel.
Y tenía la certeza de que no se estaba contradiciendo, pues creía en la vida más allá de la muerte, del supuesto apagado final.
A lo mejor se sentiría viva por primera vez desde que nació, o como ella había estado protestando en todas y cada una de sus crisis existenciales, desde que la escoria que eran sus padres habían decidido hacerla nacer sin su permiso. Ella nunca quiso haber aparecido en el planeta compartiendo aire y espacio con los seres deleznables que siempre habían sido los humanos y, menos aún, con sus parientes y amigos, ni con sus desgraciados, por estúpidos, impertinentes e incompetentes, profesores.
Quizás esta era la ocasión de vengarse de su destino, liberándose del yugo de lo preestablecido, predicho y pre-ejecutado. Estaba en el camino de sentirse libre por siempre por y para sí misma.
Pero el silencio se acercaba demasiado veloz, y notaba cómo huían las ganas de volver a levantar los párpados, para despedirse de la oscuridad que la rodeaba.
Era la última vez, se repetía a sí misma.
Estaba segura.
Nadie intentaría detenerla ni, mucho menos, reanimarla tras el alarido de espanto y las arcadas subsiguientes. Nadie.
Esta era la última de la última.
Tras ella no había nadie.
Nadie más. Nunca.
Nunca más nadie.

Fotografía de Tatlin en Pixabay

Me suena

Esto me suena.
Me suena que me ha pasado antes.
Me suena que iba hacia alguien.
Me suena que necesitaba a alguien.
Me suena que buscaba a alguien.
Hasta que caigo en la cuenta de que ese alguien era yo.
La persona más importante de mi vida.
La persona que más necesito en este mundo.