Día de la Hipocresía

Todos los años la misma sensación.
El Día Internacional de la Mujer, llamado anteriormente Día Internacional de la Mujer Trabajadora (como si las mujeres no trabajaran desde que nacen hasta que mueren, la mayoría sin cobrar un sueldo) me deja un regustillo de hipocresía social.
Todos los años el «deja vu».
Me dicen mucho eso de que se hace para visibilizar y poner a la mujer donde le corresponde.
Pues bien, se supone que la mitad de la Humanidad, son mujeres, según las estadísticas que contabilizan en países del mundo accesibles.
Si 4000 millones de mujeres no son visibles, ¿es que los gobernantes del patriarcado mundial son ciegos?
Y luego viene la hipocresía del día siguiente (de los días siguientes hasta el próximo 8 de marzo) sin equiparar sueldos, sin mostrar los logros continuos que hacen las mujeres y que son robados o plagiados por hombres, utilizándolas como armas de guerras pasivas cuando son torturadas y violadas para socavar al enemigo, tratándolas como meros objetos sexuales para engorde egocéntrico de muchos hombres, ninguneándolas en los actos institucionales y protocolarios, anulándolas en culturas anacrónicas, etc, etc, etc (un tan largo etcétera que da miedo que exista en pleno siglo 21).
Me dicen que no puedo definirme como feminista porque nací hombre. Que en todo caso soy un aliado del feminismo. Huyo de todo tipo de clasificaciones y subclasificaciones.
Lo que sé es que estoy contra el Patriarcado.
Mi día internacional de la mujer es mi vida entera, cuando conviví con la lucha y trabajo continuo de mi madre (extensible a todas las madres del mundo), cuando he estudiado la vida de grandes mujeres (todas son grandes), cuando las mujeres llamadas esposa (odio ese apelativo) e hija me hacen tener ganas de vivir la vida propia, cuando conozco personalmente a mujeres altamente talentosas (en mi ranking personal hay más mujeres que hombres con talento).
El Sistema Erróneo y Errado, en el que vivimos, debería ser barrido, para siempre, y sustituido por el Matriarcado.
Quizás entonces se tuviera que celebrar algún estúpido Día Internacional del Hombre.

Extraño

Los hombres vinieron hacia mí y yo, con un gesto de respeto, bajé la mirada y mostré un semblante serio y preocupado.
-No soy perfecto. Tengo un gran defecto: la sinceridad extrema. Una vez alguien me dijo que soy un manipulador. Y tenía razón. Pero no me merezco poder manipular a las personas. Porque… ¿saben? Duele.

Los hombres se fueron alejando, dejando atrás una estela de desánimo y de desinterés por el extraño. Dejándome, de nuevo, solo.

Comienzo

En el Principio había Luz.
Y la Luz no emanaba de ningún sujeto físico, químico, espiritual o mental.
La Luz estaba allí y estuvo allí desde siempre.
Nadie ha logrado jamás explicar su existencia desde antes de la Oscuridad y, por ello, el Ser Humano inventó que su Principio de los Tiempos fue la Oscuridad y la explosión de Luz desde la Nada. Pero esto no es correcto. 
Quizás el Ser Humano haya preferido creer que su esencia proviene de la Oscuridad y que La Luz lo rescató de la nada y de la inmovilidad de la Avolución. Porque así encontró un sentido irreal a su anódina existencia.

Hipo


Pertenezco a esos desusos
que liberan la discordia,
que rebelan las chanzas,
que formulan la estupidez,
y me atañen raras circunstancias
de hechos falseados en la superficie pero criminales en sus abismos.
Tan serias las caras,
tan tirantes los cuellos
y rígidos los miembros
pero locos los movimientos de ojos ante las lenguas humeantes de saliva extraña.
Así era el sitio mal situado para las perplejas y los pendejos.
Así era el ambiente asfixiante pero respirable para los lunáticos y las fanáticas.
Así era yo.
Así eran ellos y las que no querían serlo.
Las hipocresías para los otros, para mí los hechos.

Equivocado

A veces me causa una sensación de irrealidad el estar viviendo en un año y en un siglo que no se corresponde con las expectativas que tenía cuando era más joven.
Creía que en esta época todos los miembros de la especie humana serían totalmente libres de actos y de pensamientos y que viviríamos en total armonía con el resto de los habitantes del planeta.
¡Cuán equivocado estaba!
Que tengamos que sufrir las consecuencias extremas del patriarcado y del machismo. Que sigamos conviviendo con todas las fobias que cortan nuestras libertades de expresión, de pensamiento y de sentimiento. Que sigamos sufriendo las consecuencias de la existencia de los ejércitos y de los líderes mundiales megalómanos y descerebrados. Que sigamos creyéndonos superiores a las demás especies. Que sigamos siendo profundamente egoístas y que ese egoísmo esté llevándonos a la autodestrucción.

Me queda esa sensación perenne de estar viviendo cada día el mismo día porque pocas cosas avanzan en mejorar el Sistema creado por nosotros mismos, que nos engulle tan descaradamente, y que lo aceptemos porque a cambio nos ofrezca momentos de felicidad artificial.

Aún así, tengo confianza en que un día despertaré de este mal sueño transitorio  porque, irónicamente, sigo teniendo esperanza en la Humanidad

Contra

Ahora soy yo el que tiene que explicar por qué llevo mascarilla.

Es curioso que la gente no está acostumbrada a alguien que se salga de la norma.
Yo lo hago en el pensar, en el hablar, en el vestir, en el votar.
No sigo las modas, no me fío de las normas, sigo las leyes respetuosamente pero me pregunto por qué lo hago, miro a la gente y me resulta chocante que sigan suicidándose involuntariamente y cuando alguien les avisa de su error te miran como si estuvieran viendo un espectro o un ser venido de otro mundo, y se burlan creyendo que tienen la razón. 
Soy yo el que tiene que explicar por qué soy vegano cuando yo no pregunto por qué los demás comen cadáveres o explotan otras especies.
Soy yo al que tratan extraño por trabajar como un poseso para llegar a fin de mes.
Soy yo el que pierdo amistades cuando no alabo su mediocridad.
Soy el que tiene que actuar ante la indiferencia o parsimonia de los demás cuando maltratan a una mujer, o a un anciano o a un niño o a un animal.
Soy yo el que se queda observando a los demás cuando ellos no levantan sus ojos del móvil.
Soy el que no ríe por peloteo ni diplomacia.
Soy yo el que se sorprende cuando los demás no se creen que hagas las cosas con un interés oculto o manifiesto.
Soy yo el que mira a una mujer o a un hombre sin trasfondo sexual.

Soy yo el que no regala flores cortadas que morirán.

Soy el que se queda callado y meditabundo si no tengo nada que decir.

Por eso, callo mi lápiz ahora, para que no crean, las y los que me leen, que intento convencerlas y convencerlos de que me creo en posesión de la verdad o que todo es fruto de mi egocentrismo.

A tope

Parecer ser que, según avanza el día de actividad de una persona, la energía va menguando hasta acabar en mínimos.
No sé si en esto también soy rarito pero a mí me ocurre lo contrario.
Suelo despertar en un nuevo día con el ánimo renovado y, según haya tenido un sueño agradable y reparador o una pesadilla (generalmente relacionadas con mi trabajo, me imagino porque mi subconsciente sigue alterado con el estrés del día anterior), puede que mis amaneceres sean radiantes de alegría o, por el contrario, apagados como mis ganas de levantarme de la cama.
Pero, sea como sea, me obligo a empezar mi actividad «con lo puesto».
Y, según avanza el día, me voy positivizando hasta ver las cosas de otra forma, con pensamientos más constructivos.
Haya empezado mi jornada superanimado o, por el contrario, superdepresivo, las experiencias profesionales y personales que  vaya teniendo a lo largo del día me van recargando las baterías de la mente y el corazón.
Realizar mi trabajo con una buena actitud y una mejor aptitud.  Relacionarme con nuevas personas cada día. Relajarme y expandirme escribiendo o actuando. Todo esto, y mucho más, hace que esté con el ánimo y la mente en un estado exponecialmente ascendente en positivismo que me hace desear, a veces, que el día tenga treintaiseis horas o más.
Pero sigo estando en el Planeta Tierra y aquí los días tienen veinticuatro horas y siempre hay que desconectar un poco para recargarnos en el sueño, ese apagado momentáneo.

Te amo

No soy mucho de hablar de mi vida privada en público o en las redes sociales. Bueno, ni mucho ni poco: nada.

Pero hoy me ha dado por dedicar esta publicación a la persona que lleva conmigo 28 años.

No es su cumpleaños ni es nuestro aniversario de boda.
Simplemente quiero manifestar que la amo.

Ella es, sin duda, mi mejor amiga, porque quién sino aguantaría mis altibajos emocionales, mis dudas existenciales, mis eternas niñerías.
Quizás, sino hubiera estado con ella en este camino de vida, no habría aflorado Archimaldito porque…

… ella aguanta mis excentricidades.

… ella me apoya en mis locuras.

… ella participa en mis pasiones.

… , aunque no coincidida conmigo en muchos ideales, creencias y acciones, con ella me siento libre.

Te amo, Sofía Isabel Claudet.


Nota: Sofía es la camerawoman de este vídeo. Ella no sabía para qué lo estaba grabando.





A mis lectores

A todos mis lectores, disculpadme.

Disculpadme por mi inactividad en el blog.

Mi vida ha cambiado últimamente y urge sobrevivir y buscar a dónde agarrarse para no hundirse en el abismo de los pensamientos oscuros.

Pero no creáis que no sigo escribiendo. Claro que sí.

Ese es uno de los motivos por los que he ralentizado mis publicaciones en archimaldito.com.

Me estoy dedicando a escribir, cuando mi vida laboral y familiar me lo permiten, participando en concursos literarios cuyo premio sea económico. Como una de las normas es que el texto, o los textos, no estén publicados, previamente, ni en formato físico ni en Internet, pues entonces lo que escribo no puede estar en mi blog.

Estoy publicando, muy poco a poco, los relatos que no lo han logrado, o sea, que no han sido premiados ni mencionados.

Pero bueno, cuando la inspiración me deje no ceñirme a las bases de estos certámenes, publicaré alguna cosa.

Saludos, en el más estricto sentido de la palabra, pues eso es lo que os deseo, mucha salud en este tiempo de Pandemia.

Sed buenos.

                    Jesús Fernández de Zayas
                                          «Archimaldito»