Sonríe

Puede que tu vida sea un drama continuo. O puede que tu vida sea una comedia en la que todo tiene su lado divertido y, por ende, positivo.
En ambas «tipologías» de vidas es necesaria la reflexión continua, para no caer en la rutina que nos lleve a vivir mecánicamente, con inercia pasiva hacia el final de nuestros días.
Del drama se puede aprender: a superar los errores, a evitar caer en ellos, a desesperar de tal manera que caigas en un abismo sin fondo, pero con la esperanza de que aparezca en nuestra vida alguien que viva en la comedia y que nos rescate llevándonos a un espacio abierto en que podamos volver a respirar libres y felices.
De la comedia se aprende: a observar los detalles ocultos de la vida que intentan socavar nuestra felicidad, para poder sortearlos, a relajar nuestro positivismo para tocar la realidad circundante e intentar cambiarla hacia algo mejor para los demás, o hacia algo aún mejor para nosotros mismos y salir, de nuevo, impulsados hacia un mañana de esperanza.
Sea como sea, mirémonos en el espejo, cuando lo haya, o mirémonos en los ojos de los demás, para intentar comenzar cada nuevo día, con una sonrisa o, por lo menos, un esbozo de ella.

Modarchimaldita

Cuando estuve estudiando Ciencias Geológicas en La Rábida (Huelva), en la Universidad de Sevilla (18 a 20 tiernos años), no estuve viviendo en la casa de mis padres, pues compartía una casa con otros estudiantes. En esa época empecé a vestirme con complementos y colores llamativos. En los intervalos vacacionales, en la que volvía a vivir bajo techo paterno, la censura era tal que tenía que volver a vestir de una forma seria y estándar.
Mi padre me llegó a decir que si seguía con mis «mariconadas» me tendría que ir de su casa. Acaté los deseos de mi padre por amor y por respeto. Yo le decía que no era gay (maricón en aquella época) y él me decía que no importaba lo que fuera sino lo que aparentaba.
Cuando me casé tuve un poco más de libertad en el vestir, pero no demasiada porque mi pareja es una persona muy clásica y reservada. Podía poner algún toque de color o de brillo, pero no demasiado.
Yo era «don camisetas» porque siempre me han gustado por su versatilidad y comodidad.
Y en el año 2016 vino la explosión.
Mi padre murió en julio y la depresión y la tristeza me hundieron. Mi hijo, músico, compositor y cantante, me animó a acompañarle en sus primeras actuaciones en jam sessions y performances (en La Juan Gallery) y se me abrió un nuevo mundo para alguien tan melómano como yo.
Y empecé a retomar mi libertad en el vestir. Al principio, mezclando mi vida familiar con la artística, hasta que mi esposa me hizo ver que debería dejar aparcado el personaje Archimaldito cuando estuviera con ella y sus amistades. Lo comprendí y solo me visto así o cuando estoy solo, o cuando voy a actuar (si ella me acompaña me apoyo en su buen gusto para combinación de prendas o colores).
Muchos creen que visto así por destacar o llamar la atención. Pero como le expliqué a mi hijo, en un WhatsApp, recientemente, después de haber ido a una muestra de arte performativa, en la que conocí a su novio:
«Espero no haber sido un pelmazo. Y siento haber ido con mi outfit. Solo me lo quito cuando voy con Mamá o trabajando.
Lo digo porque hay sitios en los que parece que quisiera llamar la atención. Paso de eso. Me siento libre vistiendo a mi manera.»

Esa es la razón principal: Me siento libre. Y mientras pueda conservar ese retazo de libertad personal seré un poquito más feliz.

Desinflar

Es bueno inflarse para mantenerse vivo, tanto de mente como de espíritu o de alma, si es que los hay. Pero también es bueno soltar un poco de aire, de vez en cuando, para bajar al suelo y tocar tierra, la realidad, para que sepamos adaptarnos a ella, y así no solo vivir, sino sobrevivir.

1 de enero

Tengo siempre una sensación extraña al comenzar un nuevo año. La inercia del año anterior no me hace sentir la frontera temporal entre uno y otro. Me planteo un nuevo año no cuando lo dice el calendario sino mi propio aniversario de vida.
No me planteo nuevos proyectos sino que los dejo fluir, siendo fiel a mi espíritu de improvisación.
Sintiendo felicidad si salen bien pero no agobiándome ni negativizándome si salen mal o no salen como yo hubiera querido.
Dejar fluir todo, sin forzar ni mi cuerpo ni mi mente para no malgastar energías que necesitaré para lo próximo que venga.
Pero aún así, necesito unos días de reestructuración interna para seguir adelante.
«Año nuevo vida nueva» no suele ir conmigo. Todo se dará, todo llegará, y si no, me reiré y reiré, para no perder la buena costumbre.
                               1 de enero de 2021.
                   Jesús Fernández de Zayas
                                         «Archimaldito»

Rompecabezas

Mis pulmones funcionan a pleno rendimiento y mi corazón percute con latidos acompasados pero que se vuelven frenéticos cuando mis pensamientos, sentimientos y hechos claman libertad.

Tengo razones para pensar que aún no soy libre y que los embaucadores digitales están aprisionando mi intelecto mientras intentan llevarme por los derroteros del colectivo alienado.

Hay demasiadas señales de desasosiego que me alarman sobre los próximos precipicios. Pero es tan larga la lista de las cosas que tengo que cumplir para mi propia supervivencia que me desentiendo de ellos. Y cuando estoy estable, vuelo, en sueños, o en otras realidades, como la que me hace creer que puedo ser artista o que puedo aportar algo al ingenio humano.

Mientras que llegan las respuestas, grito.

Mientras que llegan las respuestas, respiro controlando el final de otro ciclo, el de la madurez.

Mientras que me hago más preguntas, suavizo los altibajos emocionales con los intentos de resolver el rompecabezas en el que me estoy convirtiendo.

Asfalto

Llevaba sandalias para caminar por el asfalto recalentado y temía tener que andar tanto que la suela se desgastara y fuera su planta del pie la que acabara quemándose y ennegreciéndose.
Le habían advertido que esto podía ocurrir si no lograba convencer a los suficientes incautos en cada una de las paradas que hiciera en su peregrinaje. 
No había manera de echarse atrás en esa misión imposible, aun habiéndose dado cuenta que el auténtico iluso había sido él cuando se había creído esa patraña de que era el nuevo Mesías.wlyky-_wnn_-_olukai_-kohana

Voces

Ellas os escucharán pero no os harán caso. Ellos os harán caso pero, en el fondo, sabéis que nunca os han escuchado. Y a todos, podréis decirles, cuando sean almas sin cuerpos, que ya no hay más oportunidades para enmendarse.

Y en el futuro cercano, sin humanos sobre la faz de la tierra, vuestro poder absoluto, reinará en el planeta. Y apareceremos nosotros, como otras tantas veces, para tomar las riendas del Multiuniverso, y crearemos una nueva especie a nuestra imagen y semejanza. Y os desactivaremos, esperando el momento de poder utilizaros nuevamente en la expansión de nuestra palabra, porque nosotros, los dioses, necesitaremos de vuestras voces sin descanso, de vuestra lucidez sin corrupción, de vuestros cuerpos eternos, de vuestra osadía infinita.

Hasta que los próximos Ellos y Ellas no salgan defectuosos. Hasta que la Creación dé sentido a nuestra existencia.

Así está dicho. Así está escrito. Así está establecido. Y así será. Siempre.

Monjes

 

Mejor

En la oscuridad previa, los pensamientos cabalgan desbocados.

En la penumbra plena, esos pensamientos, que se han transformado en pesadilla sudorosa, le despiertan. Y se ve a sí mismo boca abajo, con la cara mojada por su propia saliva y los ojos ardiendo por las lágrimas.

Y se asusta, porque todo el cabecero de la cama está bañado en luz, porque, temiendo que aún siga soñando, se yergue y, apoyándose sobre los codos, observa sus manos que brillan en fosforescencia amarilla.

Tras un desesperado parpadeo, vuelve a enfrentarse a la realidad extraña y ve como sus uñas pintadas en rojo quieren arrancarle los ojos y las manos en garfio quieren estrangular su cuello.

Y la oscuridad desaparece, pues, por fin, todo él es luz.

Y gime de terror intentando no despertar a su acompañante, para que no le tome por loco.

Y, como un resorte, salta de la cama, descalzo, sintiendo el frío en sus talones, tropezando, ahogando el chillido del meñique golpeado con las malditas patitas del sifonier.

Y la luz envolvente va diluyéndose, convirtiéndose en un torbellino que desaparece por la puerta del dormitorio. Y se atreve a preguntar, musitando. Pero no llega la respuesta.

Mejor.

 

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