Gárgolas

Pensaba continuamente en el tiempo que pasaría en volver a verla.  Y cuanto más pensaba en ello más angustiosa se le hacía la espera.
Mientras, para amortiguar el desasosiego, trabajaba a destajo en las obras de la catedral.
De vez en cuando, miraba hacia abajo, desde los andamios, para ver si adivinaba su silueta en las calles colindantes. Pero nunca ocurría el golpe de buena suerte.
Le minaba el corazón el pensar que la había perdido para siempre después de la última y contundente discusión que tuvieron antes de decidir darse un tiempo.
Éste les liberaría de ciertas trampas que habían sembrado en el camino del primer intento de convivencia que duró un año.
Pensaba y deseaba que le hubiera perdonado su egoísmo y que decidiera darle una segunda oportunidad.
Pero mientras que pensaba y se torturaba y se confundía de días y noches, en la odisea de su nueva rutina, allá, en las alturas, las gárgolas se carcajeaban.

Reto literario propuesto por Rubén Romero Lozano

Licras, mallas, calzas, leggins

Veo que te acercas y te plantas frente a mí esperando que te pregunte qué quieres. 

Te observo de arriba abajo y te sientes aludida por mi descaro y desfachatez. 

Qué hago mirando directamente tus muslos ceñidos por mallas de colores extravagantes. 

Qué hago mirando directamente el contorno de tus pechos marcado en tu jersey de cuello alto.

Qué hago mirando directamente tus labios carnosos. 

Te equivocas, como siempre.

Mi intención no es sexualizarte sino fijarme en tus piernas para adivinar si son robustas y te sostendrán cuando te dé la noticia, fijarme en tu pecho para adivinar si tienes buenos pulmones para gritarme cuando llenes tu cabeza de insultos, fijarme en tu boca para lograr vislumbrar la saliva que puede contener antes de que me escupas.

Y es que no sé cómo vas a reaccionar cuando te diga que ya no te quiero.

 

Quédate a dormir

Cada vez que le decía que la quería, lloraba, no de emoción, sino porque vislumbraba la cuenta atrás de su desamor.

Sabía que cada vez que hacía el amor con ella, que cada vez que la besaba, que la miraba a los ojos tierno o apasionado, era la última vez que la iba a amar de aquella manera, y que en los siguientes encuentros, cuando ella le implorara un “quédate a dormir”, la querría un poco menos.

Hasta que llegara la noche, tras las copas de vino y los boleros o los momentos íntimos de poesía, en que, a la petición de ella, la respuesta fuera la más dura y sincera que hubiera dado nunca a nadie.

-No volveré mañana. Intenta buscar y conocer a alguien fuera de este libro, a alguien que no sea fruto de tu imaginación. A alguien real, que te ame tanto que quisiera no amarte tanto.book-love-1173268

 

Liberación

Me vino a la memoria. Y la rechacé de plano. No quise revivir lo sobrevivido. Era demasiado doloroso. 
Preferí que siguiera borroso, desenfocado, diluido. Que desapareciera en la penumbra de mis recuerdos más lejanos, los más profundos, los que siempre me negué a rescatar. 
Sentí que así te liberaba. Y que no existías. Ni tú ni tu ternura.

 

 

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Ensortijados

Cada vez que la miraba a los ojos más se convencía de que les quedaba poco tiempo de estar juntos, pues ella rehuía su mirada justificándose con cualquier distracción del paisaje, y el traqueteo del tren no era suficiente para eclipsar sus síes y noes ante las preguntas intrascendentes que surgían del aburrimiento.

-Bien por ti. Bien por mí.  Bien por ambos, pues ambos nos tenemos.

Y la ausencia de reacción demostraba que el fin estaba próximo.

– Te echaré mucho de menos. No sé tú a mí.

Y la ausencia de emoción clarificaba que uno de ellos era el perdedor en la relación fallida.
Solo el pestañeo incontrolable, el obligado trago de saliva y el desgaste en las palabras, por repetitivas, liberaban la tensión del interminable silencio incómodo.

-Me enseñan sus billetes, por favor.

La diplomacia ante el extraño.
Y después, la desesperación.

-¿No me vas a decir nada? ¿Crees que te voy a dejar bajar en la próxima estación sin saber por qué ya no me hablas como antes, por qué ya no me miras como antes, por qué ya no me quieres…?

-¿… cómo antes?- completó ella, impertérrita, retirando la mano que él acariciaba con un roce de energía inservible.

Ella se levantó para dirigirse a la portezuela de salida del vagón.

Él contempló, por última vez, su espalda bañada de precioso cabello ensortijado.

Y se perdonó.

 

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Y lo siguiente

 

Y lo siguiente, ¿qué sería?

¿La humillación, por no poder tenerla nunca?

¿La transgresión, para luchar por su amor?

¿El desamparo, el azote de la soledad?

¿La invasión de los miedos?

¿La inapetencia, la depresión, el abandono de sí mismo, la huida?

¿El no ser por no ser de ella?

¿El no querer ser de nadie más?

 

Y lo siguiente(Fotografía: © Jesús Fdez. de Zayas «Archimaldito»)

 

Insultante

Escapo del infierno de tus ojos para caer en las arenas movedizas de tu boca.

No es que seas una trampa, es que eres un peligro para mis sentidos, pues al final caigo voluntariamente en tus excesos, los de personalidad, los de hermosura, los de tu inquietante ternura.

Y, sin embargo, tú me sigues mirando insultante, creyendo que acaparas el mundo porque te crees su ombligo. Me desprecias y me desesperas a partes iguales, porque has asumido que te amo y que puedes ningunearme a tu antojo, pero he de decirte que aún no he asumido mi papel de esclavo reprimido. Mi ama. Ama.

Ámame tú también.

 

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