No

No soy queer, no soy gay, no soy bisexual, no soy heterosexual.

Soy humano.

No me clasifiques en nada. No me juzgues. No me ignores.

Mis actos y mis pensamientos me hacen grande.

Vuestros actos y vuestros pensamientos os hacen grandes.

Muchapepper, con la genialidad de Patax y mi adorada Pepper Solana ponen voz a lo que muchos deseamos: el fin de los prejuicios.

#diversidad #pluralidad #libertad #noalosprejuicios

La Flor

Me cardo el pelo.
Maquillo mis decenas de arrugas mal distribuidas y me convenzo de que soy hermoso.
No hace falta que nadie me eche flores pues ya estoy en la edad del pasotismo social.
Aún así, me enfundo mi vestido más ceñido para llamar la atención. Y me pinto los labios.
Tiento la suerte y me atrevo a bajar a la calle para mostrar mi palmito.
Y a mi paso se alzan las mariposas del planeta, y ligo. Hoy, por fin, ligo.

Próxima estación

Nos mirábamos en los reflejos de la ventana del vagón de metro. A veces de soslayo, otras directamente, sin reparo, sin vergüenza, sin recato. Sabiendo que nunca nos dirigiríamos la palabra. Que el amor entre nosotros era tan fugaz como las estaciones de metro que dejábamos atrás. Que no tendríamos más oportunidades de encontrarnos en aquella ciudad atestada.
Daba igual. Eran más importantes las palpitaciones que sentíamos al vernos sorprendidos mirándonos la piel, el nerviosismo del primer amor de colegiales adolescentes que fuimos y la ingravidez emocional de no conocer nuestros nombres, nuestros destinos, nuestras vidas.
Deseando que nunca llegara el fin de nuestro trayecto para así eternizar la vorágine de las mariposas en nuestro corazón, el asalto de la calentura en el imposible contacto de nuestros dedos.
Sin sonreír, para no perder el encanto. Sin pestañear, para no perder detalle de lo fugaz de nuestro encuentro.

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Palabrotas

Palabrotéame hasta que diga basta.

Susúrrame palabras sucias para excitarme, palabras necias para incitarme.

Y luego chisquéame para llamarme la atención, ningunéame para liberar mi explosión.

Palabrotéame, que te quitaré la vergüenza y me quitaré la desdicha.

Palabrotéame, que tomaré nota de tus palabras, no de tus palabrotas.

 

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El paseo

Quieta.
Esperando el momento perfecto, el espacio perfecto, la luz perfecta.
Siendo yo sola. Pero siendo yo.
Dejándome envolver por lo cotidiano, para captarlo con mi cámara, para celebrarlo, para desear más instantes sublimes.
Y compartirlos contigo, para mirarte, para abrazarte, para que me sientas otra vez libre. Libre en la prisión de tu corazón. 
Extasiada ante la belleza de lo que aún no he fotografiado. 
Pero hoy, que he venido a pasear por 1980, no hay nadie, y la sensación de sentirme observada es mucho menos fuerte que el placer de observar a través del objetivo de mi cámara, que alimenta mi búsqueda subjetiva de la belleza, tan recóndita a veces ella, tan sensible siempre yo. Y he llorado ante un hecho que siempre me fue imperceptible, y que he recordado hoy, cuando no había nadie para susurrármelo: Que los chinos también bostezan.

 

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Ambiente

El ambiente, lleno de líquido enloquecedor aunque a algunos les pareciera enriquecedor.

El calor, lleno de lujuria en cada cruce de miradas.

Y allí estaba yo, fuera de lugar, como siempre. Y mis amigos burlándose de mi desánimo y de mi apatía. Y es que estaba ya aburrido de tanto amor libre y de tanta palabrería utópica y desenfrenada. Sabía que siempre hablaban por hablar. Para llenar sus vidas vacías, para vaciar sus vidas llenas. 
Y a punto de marcharme de la fiesta apareciste tú. 
Despreciándolos a todos. Poniendo caras neutras ante sus gracias, que solo a ellos hacían gracia.
Y me quedé para observarte. En la distancia que nos separaba, una pista de baile de cuerpos caóticos.
Tú quieta. Yo quieto. Tu quietud, mi liberación. Cada uno de tus tragos, mi hipnotismo.
Nunca haría nada por conocerte. No quería romper la magia efímera de mi descubrimiento. Solo supe, con certeza, que jamás podrías amarme. Pero tampoco podrías vivir sin mí. Porque en cuanto volviera a la realidad, la que me abrasaba con su artificialidad, desaparecerías de mis deseos, de mis sueños de libertad, de mi imaginación sin contaminar, de mi vida.

Y al no soñarte, no existirías. 

Otra vez.

 

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Entendí

Era atroz que aquella marabunta de gente me rodeara y pareciera no mirarme. Era vergonzoso que la osadía de unos pocos se transformara en algún que otro insulto. Y aún no sabía por qué. 
Por qué querrían hacerme la vida imposible sin conocerme, sin saber qué sentía, sin saber qué pensaba, no de ellos, sino de la vida en general. 
Allí estaba yo, como siempre, transformado en lo que siempre había querido ser: Una mujer.  
Maquillado, con un vestido muy llamativo y escandalosamente ceñido, pero marcando unas curvas que no eran las de una mujer, sino la de un chico que estaba empezando a descubrir su auténtica personalidad.
Y los que no me miraban me recriminaban con su indiferencia. Y los que se atrevían a escupir a mi paso se envalentonaban con el anonimato del grupo de mentecatos al que pertenecían. 
Pero yo miraba hacia adelante, siempre hacia adelante, porque sabía que mi destino iba a ser maravilloso. Y entonces entendí que nunca más volvería a estar sola. Entendí que era única y que sería feliz toda la vida. Como ella, la que me saludaba todas las mañanas al otro lado del espejo.

 

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Trémulos

Temblar para dejarse acariciar.

Acariciar para hacer temblar.

Siempre con los ojos cerrados,

si hay luz.

Siempre con los ojos fijos en un punto,

si está oscuro.

Notando cómo me atropella tu calor.

Atropellando tus oídos con mis susurros.

Sudando y temblando al unísono.

Con un único sonido en tu garganta.

Incomprensible pero cierto.

Proveniente de eso que llaman Amor.

 

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Así es ella

Pizpireta, anacleta.

A veces profeta de una vida multidesgraciada.

Seguidora de unas normas endulzadas

que la corrompen en la tribu ensimismada,

esa horda que dice que no hay leyes,

esa que grita que no hay reyes

mientras distribuyen el derecho de pernada.

La individua revolucionada y la revolucionaria,

la apática y la estratégica,

la exigida y la restringida,

la aplaudida y la temida.

Esa señora que te mira y no te mira.

Esa ilusa que se ríe de tus gracias y con tus desgracias.

La liberadora de pasiones

y la presa de los besos presos.

La señora de la incertidumbre,

la aprovechada de la mansedumbre.

Así es ella y no se queja.

Así es ella en privado y en público.

Y así lo escribo, de ella enamorado

de su leyenda y sus miradas,

de su tacto y de su lengua intrépida,

que no se calla, que no me acalla.

Que no me quiere ni me ama,

pero que adora ser mi dueña y mi ama.

Ama, ama.

 

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