La Flor

Me cardo el pelo.
Maquillo mis decenas de arrugas mal distribuidas y me convenzo de que soy hermoso.
No hace falta que nadie me eche flores pues ya estoy en la edad del pasotismo social.
Aún así, me enfundo mi vestido más ceñido para llamar la atención. Y me pinto los labios.
Tiento la suerte y me atrevo a bajar a la calle para mostrar mi palmito.
Y a mi paso se alzan las mariposas del planeta, y ligo. Hoy, por fin, ligo.

Más que una mujer

Era, posiblemente, la mujer más bella que él jamás hubiera conocido. Era, seguramente, la mujer más inteligente con la que jamás nunca hubiera hablado. Y cuando decidió que debía abandonar los prejuicios de género, se dio cuenta de que era, con certeza absoluta, el ser vivo más feliz del Universo.

 

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Sin Cyrano

¡Hermosa mía! Te tengo dicho, muchas veces, que el narizota no está conmigo y que entonces no me siento obligado a escribirte bellas palabras. Ni tampoco a decírtelas. Para qué. Si es al final mi peculio lo que te convence. Más que mi bella cara o mi prominente masculinidad. Tampoco tienes tú ni verbo ni labia. Ni herencia ni dote. Ni sapiencia ni lujuria. ¡Vayamos pues al tema! El frenesí instantáneo bien lo merece.

 

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Confesiones desquiciadas

¡Menuda singularidad más extraña! Yo, tan capacitado para asumirla y, sin embargo, tan incapaz para sortearla.
Y es que el extraño vaivén de los hechos zarandeó mis expectativas de casarme con la mujer más increíble de este lado del Universo. Tan inteligente y productiva que se la rifaban en, por lo menos, siete de las veinticinco civilizaciones tecnológicas más influyentes de las  dos bigalaxias más cercanas. Y tan rara la causalidad que la hizo fijarse en mí, y enamorarse después, que estoy casi convencido que todo formaba parte de un retorcido plan de esos alguien que todos sospechamos. Pero, mientras duró, lo disfruté. Hasta que tuve que deshacerme de ella.
Y aquí estoy, frente a su cuerpo marchito, tan deseado en otro tiempo, tan armonioso como su cerebro, que tuve el placer de degustar tras un certero golpe en el cráneo.
Pero ya me estoy cansando. No ocurre nada. Yo sigo envejeciendo y no ocurre nada.
Creí que la entropía del Universo se detendría, ipso facto, tras la parálisis de una de sus vidas más atractivas. Y no fue así. Ni siquiera yo he absorbido su inteligencia, y creo que se ha malgastado en la nada.
Creí que se repondría mi ya lejana astucia. Aquella que perdí en la lucha titánica contra el amor. Pero no. Sigo envuelto en una nebulosa de estupidez estéril.
Creí que los suyos me aceptarían como un igual. Pero son demasiadas veces las que me han matado. Aunque con la primera hubiera bastado.
Y mi ser, que ya es éter, se cansa de esperar, y son tantos los eones transcurridos desde mi vileza, que he perdido la esperanza de que se me desprenda esa insana certeza que corrompe mi definitivo adiós.
¡Menuda singularidad más extraña es el Amor!

 

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De tu belleza

                                             Tus ojos son jaula

                                                     de tu belleza,

                                           tus labios son jaula

        de tu belleza,free-as-a-bird-1536761

tu cuerpo es jaula

        de tu belleza,

y tu corazón, último reducto

        de tu belleza,

con cada latido

        de tu belleza,

libera pureza en tu alma,

                     y con cada beso que nos damos,

              yo la recojo en mi espíritu, con calma.