Unos estaban locos. Otros estaban locos. Los pocos, con cordura, sorprendían por su locura.
Y apareció él: El Loco.
Unos estaban locos. Otros estaban locos. Los pocos, con cordura, sorprendían por su locura.
Y apareció él: El Loco.
Palabrotéame hasta que diga basta.
Susúrrame palabras sucias para excitarme, palabras necias para incitarme.
Y luego chisquéame para llamarme la atención, ningunéame para liberar mi explosión.
Palabrotéame, que te quitaré la vergüenza y me quitaré la desdicha.
Palabrotéame, que tomaré nota de tus palabras, no de tus palabrotas.
Alfeñiques vanagloriados de suma cobardía y, por ende, mentecatos insufribles.
¡Ya basta! ¡Basta ya! ¡Pues no doy abasto!