
Allí abajo
Responder

Según los últimos avances tecnológicos, tendremos tiempo de saber de cuánta gente está compuesto nuestro cuerpo.
(Fotografía de Olga Shevchenko, desde Freeimages)
El cielo dejó de ser celeste.
Arrostré el peligro arrastrando el cuerpo y levantando el pie derecho a una altura inverosímil, la que me permitía la pierna correspondiente, para dejarlo caer y machacar la jeta de aquel malnacido que había intentado asaltarme con su navaja de Toledo, cimbreando por mi rostro la hoja reluciente, amenazándome con que la iba a estrenar con mi sangre.
A veces no me fío de mis reflejos y, menos aún, de mis sombras.