Feo
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El ojo pinchado en una aguja de punto miraba a todos lados, llorando la poca sangre que le quedaba, maldiciendo no parecer desorbitado por no tener una cuenca que lo ciñera; esperando, con cólera, a que apareciera su liberador, para no quitarle la vista de encima.
El heladero, en el calor insoportable de agosto, se hizo famoso por sus sopas de vainilla, fresa y chocolate.