Sonríe

Puede que tu vida sea un drama continuo. O puede que tu vida sea una comedia en la que todo tiene su lado divertido y, por ende, positivo.
En ambas «tipologías» de vidas es necesaria la reflexión continua, para no caer en la rutina que nos lleve a vivir mecánicamente, con inercia pasiva hacia el final de nuestros días.
Del drama se puede aprender: a superar los errores, a evitar caer en ellos, a desesperar de tal manera que caigas en un abismo sin fondo, pero con la esperanza de que aparezca en nuestra vida alguien que viva en la comedia y que nos rescate llevándonos a un espacio abierto en que podamos volver a respirar libres y felices.
De la comedia se aprende: a observar los detalles ocultos de la vida que intentan socavar nuestra felicidad, para poder sortearlos, a relajar nuestro positivismo para tocar la realidad circundante e intentar cambiarla hacia algo mejor para los demás, o hacia algo aún mejor para nosotros mismos y salir, de nuevo, impulsados hacia un mañana de esperanza.
Sea como sea, mirémonos en el espejo, cuando lo haya, o mirémonos en los ojos de los demás, para intentar comenzar cada nuevo día, con una sonrisa o, por lo menos, un esbozo de ella.

Desinflar

Es bueno inflarse para mantenerse vivo, tanto de mente como de espíritu o de alma, si es que los hay. Pero también es bueno soltar un poco de aire, de vez en cuando, para bajar al suelo y tocar tierra, la realidad, para que sepamos adaptarnos a ella, y así no solo vivir, sino sobrevivir.

Sé tú mismo

Si el egocentrismo es el disfraz de la inseguridad, el aceptarse a uno mismo es el principal paso para quitarse ese disfraz y mostrarse a los demás con las ideas y las acciones claras, sin ofrecer ocasión a los malentendidos, a las hipocresías, a los engaños. Todo claro, con contundente sinceridad, con amplios, por ilimitados, horizontes de autoconocimiento. Con conciencia de la autoconsideración y autoconfianza.
Dando pasos gigantescos hacia la libertad.

Rompecabezas

Mis pulmones funcionan a pleno rendimiento y mi corazón percute con latidos acompasados pero que se vuelven frenéticos cuando mis pensamientos, sentimientos y hechos claman libertad.

Tengo razones para pensar que aún no soy libre y que los embaucadores digitales están aprisionando mi intelecto mientras intentan llevarme por los derroteros del colectivo alienado.

Hay demasiadas señales de desasosiego que me alarman sobre los próximos precipicios. Pero es tan larga la lista de las cosas que tengo que cumplir para mi propia supervivencia que me desentiendo de ellos. Y cuando estoy estable, vuelo, en sueños, o en otras realidades, como la que me hace creer que puedo ser artista o que puedo aportar algo al ingenio humano.

Mientras que llegan las respuestas, grito.

Mientras que llegan las respuestas, respiro controlando el final de otro ciclo, el de la madurez.

Mientras que me hago más preguntas, suavizo los altibajos emocionales con los intentos de resolver el rompecabezas en el que me estoy convirtiendo.

Alfileres

Voy dejando atrás los momentos amargos de mi vida, insuflándome positivismo, aceptando de buena gana lo bueno que me encuentro en el camino, aceptando con esperanza lo malo que me asalta de vez en cuando, porque creo que hasta de lo malo se aprende para superarse a uno mismo.
Y las personas, los lugares, las cosas, las circunstancias, que quisieron lastimarme, son expulsadas de mi espíritu y me abandonan dejando una estela que desaparecerá en la nada, una estela de agujas que ya no pinchan, que ya no hacen daño… porque soy otro.

 

(Autorretrato con alfileres)

Guapamente

Buenamente guapamente demente. Y nada arrepentido​ por ser una condición irreversible de mi naturaleza. Con implosiones de conocimiento. Con explosiones de creatividad. Algunas veces con el ánimo por el suelo pero, las más, con la mente más allá de las nubes. Visualizando la magia extrema de la creación cósmica. Trazando líneas imaginarias entre mis infinitos puntos de lucidez. Y actuando. Siempre actuando con golpes continuos de misericordia hacia el mundo egoísta en que me ha tocado vivir. Lleno de habitantes cuerdos. De gentes hipnotizadas con los reflejos escasos de una libertad inexistente. 
Y yo soy el loco…

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(Fotografía: sofamonkez)