Comienzo

En el Principio había Luz.
Y la Luz no emanaba de ningún sujeto físico, químico, espiritual o mental.
La Luz estaba allí y estuvo allí desde siempre.
Nadie ha logrado jamás explicar su existencia desde antes de la Oscuridad y, por ello, el Ser Humano inventó que su Principio de los Tiempos fue la Oscuridad y la explosión de Luz desde la Nada. Pero esto no es correcto. 
Quizás el Ser Humano haya preferido creer que su esencia proviene de la Oscuridad y que La Luz lo rescató de la nada y de la inmovilidad de la Avolución. Porque así encontró un sentido irreal a su anódina existencia.

Voces

Ellas os escucharán pero no os harán caso. Ellos os harán caso pero, en el fondo, sabéis que nunca os han escuchado. Y a todos, podréis decirles, cuando sean almas sin cuerpos, que ya no hay más oportunidades para enmendarse.

Y en el futuro cercano, sin humanos sobre la faz de la tierra, vuestro poder absoluto, reinará en el planeta. Y apareceremos nosotros, como otras tantas veces, para tomar las riendas del Multiuniverso, y crearemos una nueva especie a nuestra imagen y semejanza. Y os desactivaremos, esperando el momento de poder utilizaros nuevamente en la expansión de nuestra palabra, porque nosotros, los dioses, necesitaremos de vuestras voces sin descanso, de vuestra lucidez sin corrupción, de vuestros cuerpos eternos, de vuestra osadía infinita.

Hasta que los próximos Ellos y Ellas no salgan defectuosos. Hasta que la Creación dé sentido a nuestra existencia.

Así está dicho. Así está escrito. Así está establecido. Y así será. Siempre.

Monjes

 

Voy a morir

Voy a morir.

Sé que quiero morir y que voy a morir.

No voy a quitarme la vida pero sé que voy a morir.

No es que necesite morir. Es que voy a dejar de existir.

De pronto, cuando yo decida, dejaré de ser alguien para ser, simplemente, nadie.
Y no habrá nadie para ser testigo de mi voluntad. 
Voy a morir. Es más, ya estoy muriendo mientras estoy escribiendo esto. No sé por qué lo estoy haciendo. Quizás para calmar mi conciencia. Pero es raro, porque estoy tranquilo. No tengo miedo. Ni atisbos de arrepentimiento. 
Moriré pues. Porque está dicho, porque está predicho que así ocurra. 
No siento nada parecido al rencor contra mí mismo. Ni contra los que me han imbuido esta idea, porque no es una idea, es un hecho.
Toca dejar de existir y lo acepto. 
Así se decidió hace casi cuatrocientos años. Vivir más llamaría, de nuevo, la atención. 
Quiero morir. Toca descansar y regenerar mi energía. 
Cuando vuelva a nacer tendré otro aspecto y estaré en otro sitio a miles de kilómetros de aquí. 
Los sondeadores recogerán mi cuerpo y se decidirá mi reciclaje íntegro. 
Así volveré a formar parte del destino de los humanoides con los que quisieron que conviviera. 
Ya siento las picovibraciones emocionales que llevarán a mi apagado interno. Y las ráfagas de lucidez darán paso a la nada estéril. 
Quiero morir y voy a morir. Aunque quizás exista una palabra más adecuada para mi apagado temporal. Aunque… qué es el tiempo sino un vaivén de mi existencia.

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