En la trastienda de mi desesperación acudo a los recuerdos de hechos fútiles, tan livianos como mi paciencia con los demás, con esos prójimos que están siempre muy lejanos. Y la paciencia infinita corroe la pequeña parte de egoísmo que queda en mí. Y asumo la desesperanza, el no fiarme de nadie ni de nada que provenga de humanos, porque la mente me lleva a revivir la inacción de tantos y tantos inútiles y mediocres. Y llego a dudar que aquellos recuerdos existan, que no sean más que memorias implantadas por los miembros del poder oculto que maneja y diluye todo. Tampoco me fío de mí mismo, pues son tantas veces las que he fallado que he traicionado a mi animalidad, ya que mi humanidad la he perdido. Los hombres me explican cosas, pero yo no las entiendo. Creo que, al fin, no soy nadie. Y duermo, claro que duermo. Aunque creo que, más bien, me hago el dormido.
Traumas, bloqueos, ansiedades, depresiones. Hay que cambiar el «chip» mental para poder autoayudarnos. No es una utopía. Hay personas privilegiadas que lo logran. Que son constructivas con sus vidas y deberíamos aprender de ellas, dando el primer paso hacia la reflexión. Y después, intentar aplicar el positivismo para mejorar nuestras vidas.
No existe la traducción simultánea. La traducción es escrita, cuando se traduce un texto de un idioma a otro idioma distinto del original. Los mal llamados traductores son, en realidad, intérpretes, y pueden ser simultáneos, cuando interpretan simultáneamente al ponente, con un tiempo de demora mínimo, o consecutivos, cuando esperan a que el ponente termine una o dos frases, mientras que ellos toman anotaciones escritas o mentales, y cuando el ponente se pausa, el intérprete hace comprensible para los escuchadores (u oyentes) lo que ha dicho el ponente, estando éste en silencio y alternándose en sus intervenciones. La interpretación simultánea es casi instantánea. La consecutiva alarga, un poco más del doble, el tiempo de la intervención de un ponente con respecto a la simultánea. Existen subtipos de interpretación basados en estos dos anteriores. La gente, en general, ignora casi todo sobre este trabajo.
Llevo dándole vueltas en la cabeza, pensando profundamente, deshaciendo malentendidos internos, clarificando ideas y hechos. La muerte de mi padre fue el comienzo de mi vida artística como alguien que se sube a un escenario a evadir sus dolores, sus penas, e intensificar sus alegrías. Desde el 2016 he agradecido, privada y públicamente, la oportunidad de hacerlo a muchas personas, que me impulsaron y apoyaron en seguir un sueño truncado en mi juventud. Muchas veces me autorizo a mí mismo a decir quemi hijo Iván, conocido como el artista multidisciplinar Rev Silver, es quien es gracias a mi apoyo y amor. Él lo ha llegado a admitir alguna que otra vez también. Pero ahora soy yo el que debe decir, y así lo haré a partir de ahora, que más allá de todos los artistas, presentadores, coordinadores artísticos, etc, la primera persona que me dio el empujón, y el apoyo, para subirme a un escenario, fue mi hijo Iván, Rev Silver, porque si él no me hubiera llevado aquella primera vez, hace nueve años, a una jam session en la sala Honky Tonk, de Madrid, para que saliera, durante unas horas, de la tristeza y la depresión por la muerte de su Abuelo Jesús, nunca hubiera salido a flote aquel artista dormido que habitaba en mí. Y, sobre todo, fue el que me permitió empezar a cantar, haciendo los coros en sus covers de Marc Bolan. Si aquello no hubiera pasado, quizás el artista Archimaldito no hubiera expandido sus alas más allá de la Literatura, su otra gran pasión. Por eso, quiero darle las gracias por darme la auténtica primera oportunidad de ser yo mismo como artista o proyecto de artista. Te amo, Rev Silver. Te adoro, Iván.
Creo tener muchos amigos, aunque casi todos son conocidos, los circunstanciales que ves de ven en cuando. Me rodean, casi siempre, cientos de personas, y me veo, desde arriba, mirándolos. Las risas, los halagos, los aplausos efímeros, el bienestar pasajero, mientras lo único que escuchas, continua e incesantemente, son los murmullos de tu mente, los latigazos del corazón y el tintineo de tus ansias. Al principio y al final del camino, físico o imaginado, estoy yo conmigo, buscándome, comprendiéndome, queriéndome. Los demás, los prójimos, son circunstancias vitales, amparos para el alma, destellos para que no duermas, para que no ensueñes demasiado, en el camino hacia la desaparición.
A veces, olvido el dolor. Ese martilleo incesante en mis palpitaciones. Ese ruido de fondo que me bloquea en mi apreciación del entorno. Mas cuando está conmigo, me preparo para curar las heridas del prójimo, cuando estas no son sangrantes sino lacerantes. Pues el dolor me hace empático, y el ardor en mis ojos, y en el estómago, me hace adivinar las raíces de los sufrimientos que traen consigo las injusticias y las necedades de los que oprimen.
Escucho y leo últimamente mucho sobre cómo está ganando terreno el veganismo en la sociedad occidental actual. No sé los demás veganos, pero yo tengo dificultades para comer en sitios que no sean estrictamente veganos. Tampoco pido tanto: Uno o dos platos que no sean las típicas ensaladas insulsas con las que recuperas el hambre media hora después de ingerirlas. Por mi profesión, estoy continuamente en eventos a los que acuden decenas, cientos, miles de personas. Y creyendo que la normalidad de la dieta vegana convive con la de las otras dietas, me encuentro con la sorpresa de que no es así, de que mi «rareza» sigue forzando la sonrisa de camareros, maitres, y hasta cocineros, de algún que otro restaurante de hotel de cinco estrellas en los que, por motivos laborales, tengo que acudir para mi nutrición. ¿Dónde está el avance del veganismo en España? La dieta vegana debería convivir con las otras dietas y no ser una exclusividad de los que respetan la vida no humana.
Esto me suena. Me suena que me ha pasado antes. Me suena que iba hacia alguien. Me suena que necesitaba a alguien. Me suena que buscaba a alguien. Hasta que caigo en la cuenta de que ese alguien era yo. La persona más importante de mi vida. La persona que más necesito en este mundo.
Archimaldito es el nombre artístico de alguien que empezó siendo un escritor reconocido cualitativamente, pero no cuantitativamente, que apoyó a su hijo artista desde sus inicios, debido a su trayectoria melómana desde niño, que quiso ver volcada en sus retoños, algo que sigue extendiendo a su hija artista. Archimaldito es un artista que apoya, en vida, a otros artistas, con hechos, y no solo con palabras. Que lo hizo, lo hace y lo hará, aportando su pequeño granito de arena dentro de sus limitadas capacidades económicas: Yendo a sus presentaciones, comprando sus obras, participando en sus «crowdfundings», dándoles dinero, para que sobrevivieran, en los peores momentos de la Pandemia, pagando las monetizaciones en las cuentas de sus plataformas virtuales, acudiendo a sus conciertos, viviendo, con ellos, sus altibajos. «Mojándose» con sus críticas positivas y negativas, en el mundo real y el virtual, y con sus difusiones y redifusiones. Sin hipocresías, sin miedos, sin egoísmo y sin vergüenza. Archimaldito es un artista que está acostumbrado a no ser reconocido en su limitado talento, de ahí su apodo. Que está acostumbrado a amar y dar sin pedir, para él, nada a cambio. Si Archimaldito dice y hace que apoya a los artistas es porque lo hace entregándose en cuerpo y alma, si es que esta existiera. Así que antes de preguntar qué o quién es Archimaldito, intenta conocerle personalmente para mirarle a los ojos y vislumbrar, en su mirada, sus trayectorias, la artística y la vital. Así podrás reconocer lo que pocos saben, o no quieren saber. Archimaldito es simplemente él o ello mismo, fuera de sus excentricidades, que le dan la libertad que desea para los demás. Él sí que vive y deja vivir. Y ama. Sobre todo eso: Ama.