Caxo

Trompetas, que lo petas
y no respetas.
Violines, jolines,
y no opines.
Y el saxo, sin retraso,
no hagas caxo.
Mas la guitarra, esa cimitarra,
no seas bandarra.
Escucha, no más,
la música celestial
que anuncia, sin más,
el jamás.


Fotografía de Archimaldito

Adjetivo

Relativo:
Adjetivo.
Discutible, susceptible de ser puesto en cuestión.

La Paz es relativa. La No Paz, que no tiene por qué ser guerra, es relativa. Pero la Guerra es también relativa.
Las víctimas, los criminales de guerra, los causantes de esas guerras, son relativos.
Las finalidades de los conflictos armados, que siempre suelen ser ocultas, son relativas.

Y los medios de comunicación ayudan a ese relativismo. Y las redes sociales. Y los lobbys, y los políticos… etc, etc, etc.
Pero lo que más ayuda a ese relativismo son la estupidez, el egoísmo y la irresponsabilidad humanas.

Reiniciar, restaurar, restablecer la humanidad en la Humanidad es posible, pero llevaría implícito un precio muy caro: el Exterminio.

Quizás sea necesario. Porque seguirán pasando siglos y siglos y no habremos aprendido nada de nuestros continuos errores.

Yo estoy empezando a no fiarme de lo que ven mis ojos ni de lo que escuchan mis oídos, porque no sé cuánto es cierto de lo que llega a mi ser.

La Extinción llegará por no discernir la Verdad en la Realidad.

Pero mientras, los humanos se encargan de ayudar a que llegue El Fin.

Soy un hipócrita por supervivencia. Soy egoísta por supervivencia. Pero soy Humano y estoy empezando a perder la esperanza.


Discurso del Führer en Navidad. 24 de diciembre de 1941.

Ucronía: Reconstrucción lógica, aplicada a la historia, dando por supuesto acontecimientos no sucedidos, pero que habrían podido suceder (RAE, 1992).

El 23 de octubre de 1940, Francisco Franco y Adolf Hitler se reunieron en Hendaya, con el objeto de intentar resolver los desacuerdos sobre las condiciones españolas para su entrada en la guerra del lado de las potencias del Eje.
Hitler consideraba a Franco un general sin carisma ni presencia física y, por supuesto, muy alejado del perfil de la Nueva Raza que quería extender por el mundo.
La reunión fue un fracaso y Franco pensó que su suerte había acabado y que Hitler prefería a un loco como Mussolini para conseguir sus objetivos globales y, por ende, que su papel en la Historia iba a dar un cambio radical.
No se hicieron esperar mucho sus malos presagios, pues mientras estaban reunidos en esa especie de paripé institucional y militar, las tropas germánicas se dispusieron a las puertas de las capitales más importantes de la Nueva España.
Franco se había cubierto las espaldas con contactos anteriores entre la aristocracia europea para preparar un plan de huida si las relaciones con el III Reich se tensaban.
A Hitler no le gustaban los privilegios adquiridos por nacimiento y, menos aún, la supervivencia de los privilegiados por encima de los trabajadores y trabajadoras que estaban impulsando el desarrollo del mundo en la realización de su Utopía. Por eso odiaba, sin ocultarlo, a reyes, duques y aristócratas mentecatos varios que poblaban Europa. Los consideraba auténticos parásitos y, en su fuero interno, anteponía el carácter de supervivencia de los judíos frente a las inútiles familias que pretendían vivir de las arcas estatales de los diferentes estados anexionados y no anexionados.
Juan III debía quedarse exiliado o morir y, por supuesto, su primogénito, que arrastraba una tara psicológica no debería pisar jamás España.
Dejó que Franco hiciera el trabajo sucio aniquilando los últimos bastiones de la República y no pensaba ayudarle más, como lo hizo en la masacre de la Operación Rügen de 1937 en Guernica. Prefería concentrar sus esfuerzos en luchar contra los resistentes y despiadados finlandeses, noruegos y rusos.
Por eso, a su vuelta de Hendaya, los generales fieles a Franco, como el Ministro del Ejército, José Enrique Varela, y el de Gobernación, el coronel Valentín Galarza, así como el propio hermano de Franco, de los que recibió Hitler informes de la Gestapo sobre su espionaje y mercenariado a favor de los británicos comandados por Churchill, entregaron los poderes a Heinrich Himmler durante su estancia en España, que transcurrió entre el 19 y el 24 de octubre, mientras Hitler se reunía con el «payaso gordinflón» Franco, para que el III Reich entrara en posesión del que adivinaban sería un estado fallido con el ridículo Francisco Franco Bahamonde en la cúspide del poder.
Dos meses después, toda España estaba bajo el poder del III Reich y, un año después, el 24 de diciembre de 1941, se quiso sellar oficialmente la adhesión a la Nueva Patria con la mismísima presencia de El Führer, en todos los hogares que ya tuvieran el nuevo invento importado de Berlín, la televisión (para el que Alemania fue pionero en marzo de 1935), y en todas las salas de cine, teatros y paredes de grandes edificios que permitieran una proyección y megafonía de alta calidad.
Ese fue el Primer Dircurso del Führer en Navidad.

Hola

A veces pienso que cometí un error trayendo a este mundo nuevas vidas,  personificadas en mis dos hijos.
A veces siento pena, tristeza y todos los símiles posibles, al ver hacia dónde va nuestra civilización y, por ello, a veces, siento también vergüenza y remordimientos de estar viviendo como humano.
A veces no confío en nadie, ni en nada de lo creado por alguien. Creo que todo está manipulado para convencerme de que estoy viviendo de prestado, como si tuviera que aceptar lo estipulado, lo aceptado por la mayoría, lo impuesto por los poderes visibles e invisibles y siento, aún más, la desazón absoluta y las ganas, el impulso, de desaparecer para siempre.
Me obsesiona el tiempo, el paso del tiempo  y la vaciedad de mi vida. La desaparición paulatina de las personas que amo, el recuerdo de lo que nunca volverá, la voz de mi padre que, cuando vivía, la sentía enérgica y desafiante, pero que ahora añoro por su dulzura en los buenos momentos.
Y mis hijos crecen y se van alejando de mí, creando sus propias vidas de supervivencia en este planeta.
Y huyo y me desdoblo mentalmente en el trabajo, en mi cotidianeidad, para no volverme loco y vacío.
Sobrevivo el día a día con la esperanza de que algo muy bueno le va a alegrar la vida a los seres que quiero.
Y mientras, escucho música. Mucha música. 
Y escribo.
Para plasmar mis demonios, para lanzarme a otros mundos inexistentes pero en los que me gustaría estar.
El día a día. Contando, mentalmente, los ciento ochenta segundos que me debe llevar el lavarme los dientes.
Y mientras lo hago, canto.
Y canto mientras leo, mientras barro, mientras limpio mi cuerpo de polución, mientras camino o conduzco hacia el trabajo, mientras piso un escenario, y cuando me bajo de él, mientras miro a los ojos a mi amada, mientras limpio de vaho mis gafas o los cristales del coche, mientras paseo el carro de la compra por el supermercado, mientras escribo esto, y mientras me estoy durmiendo, a la vez que veo destellos dentro de mis párpados cerrados, a la vez que escucho mi respiración en la distancia.
Hola.

Jesús Fdez. de Zayas «Archimaldito»…

#archimalditoapoyandoalosartistas

#archimalditoapoyandoalosartistas

Archimaldito es el nombre artístico de alguien que empezó siendo un escritor reconocido cualitativamente, pero no cuantitativamente, que apoyó a su hijo artista desde sus inicios, debido a su trayectoria melómana desde niño, que quiso ver volcada en sus retoños, algo que sigue extendiendo a su hija artista.
Archimaldito es un artista que apoya, en vida, a otros artistas, con hechos, y no solo con palabras. Que lo hizo, lo hace y lo hará, aportando su pequeño granito de arena dentro de sus limitadas capacidades económicas: Yendo a sus presentaciones,  comprando sus obras, participando en sus «crowdfundings», dándoles dinero, para que sobrevivieran, en los peores momentos de la Pandemia, pagando las monetizaciones en las cuentas de sus plataformas virtuales, acudiendo a sus conciertos, viviendo, con ellos, sus altibajos. «Mojándose» con sus críticas positivas y negativas, en el mundo real y el virtual, y con sus difusiones y redifusiones. Sin hipocresías, sin miedos, sin egoísmo y sin vergüenza.
Archimaldito es un artista que está acostumbrado a no ser reconocido en su limitado talento, de ahí su apodo. Que está acostumbrado a amar y dar sin pedir, para él, nada a cambio.
Si Archimaldito dice y hace que apoya a los artistas es porque lo hace entregándose en cuerpo y alma, si es que esta existiera.
Así que antes de preguntar qué o quién es Archimaldito, intenta conocerle personalmente para mirarle a los ojos y vislumbrar, en su mirada, sus trayectorias, la artística y la vital. Así podrás reconocer lo que pocos saben, o no quieren saber.
Archimaldito es simplemente él o ello mismo, fuera de sus excentricidades, que le dan la libertad que desea para los demás.
Él sí que vive y deja vivir. Y ama. Sobre todo eso: Ama.

12 de octubre

Hoy cumplo años.
No tengo reparo en decir cuántos: 57.
Cada año cumplido es un pasito en el camino a mi felicidad.
Y cada año me marco un objetivo, que siempre cumplo. Os lo aseguro.
Entre mis hitos más destacados, sobre todo porque atañen a mi calidad de vida y a mi salud, están que a los 50 me hice vegano y a los 56 dejé de tomar cualquier bebida alcohólica. Los objetivos de otros años están relacionados con las relaciones sociales en los mundos físico y virtual, como cancelar cuentas en Twitter o en Instagram, dejar de visitar ciertos locales donde actuaba o dejar de relacionarme con ciertas personas tóxicas que se han cruzado en mi vida.
Pero claro, no siempre espero a cumplir años para proponerme realizar acciones tajantes en mi vida.
Y este año, en el día de hoy, voy a romper esta tradición personal.
Voy a dejar que todo fluya, que lleve su propio ritmo, que el día a día me depare sorpresas, dificultades que sortear, y nuevas emociones. Dejarme conocer por nuevas personas. Expandir la palabra del entendimiento y del respeto. Liberar, aún más, mis miedos y mis vergüenzas, para que se vayan por donde han venido.
Y ser yo mismo. No importándome la edad ni el aspecto que me vaya dando esa edad. Diciendo la verdad a la cara y no permitiendo perder mi tiempo ni que otras personas lo pierdan conmigo.
Ser claro, sincero y transparente, aún a pesar de parecer borde, desagradable o radical, aunque intentaré siempre acompañarme por una sonrisa.
En definitiva, ser bueno, libre y justo.
Aquí, en el vídeo que acompaña estas aseveraciones, no muestro mi cara.
Muestro mi talante ante la vida.
El ruido irrespetuoso del público, que me veía y escuchaba por primera vez en su vida, va dejando paso al silencio de la sorpresa y, después, a la explosión del reconocimiento.
Y así va a seguir siendo a partir de hoy, como fue ayer, cuando grabé este vídeo: dejaré fluir mi vida y la de los demás sin forzar ni acelerar las situaciones ni los actos ni las palabras.
Hay que vivir y ser feliz.

¡Feliz 12 de octubre!


Vivir

En la insaciable eternidad, en su utópica búsqueda, andamos inmersos para no deshonrar nuestra propia memoria, nuestros próximos recuerdos no fraguados. Liberando energía constructiva en el intento de no ser abandonados en la nada, clausurando puertas para que la amnesia no invada nuestro santoral de vivencias.
Elucubrando, durante toda una vida, sobre la perennidad de nuestras huellas, esforzándonos en la esperanza continua de un legado en proyecto.
Tramando y tratando vivencias comunes con nuestros prójimos para que ellos prolonguen nuestra presencia en el mundo sin nuestra existencia.
Con el temor y el terror a lo fútil de nuestras experiencias.

Jesús Fernández de Zayas

Libre

¿Por qué no damos opiniones sinceras sobre muchos temas?
Siempre se dice aquello de «en público no hables ni de religión ni de política ni de fútbol». Yo añado que ni de sexo ni de alimentación.
Pero bueno, nos autocensuramos para no caer en el bucle infinito de la controversia, la polémica, la discusión. Para no ser señalados a nuestro paso por las conciencias cobardes que prefieren el conformismo. Para que nuestras ideas, sobre cualquier tema, no influyan en nuestro trabajo, en nuestras relaciones sociales cotidianas.
¡Y así nos va! Tenemos que esperar cuatro años (oficialmente, en España) para dar a conocer nuestra opinión y de tratar de imponerla a los demás con el rito del voto en unas elecciones políticas. 
¿Y si ninguna opción te representa? ¿Te quedas callado y aguantas los embates del borreguismo humano?
Yo me niego. Me niego a censurarme y a que me censuren.
Aunque me encerraran en una cárcel, aislado a cien kilómetros bajo tierra, y tiraran la llave, amordazado y sin luz ni agua ni alimentos, mi mente seguiría siendo libre, y mi conciencia, y pensaría en mi derecho a ser auténtico conmigo mismo, a no traicionarme ni anularme.
Por eso no quiero callar ni de palabra ni de acto.
Soy libre.

Chocho

No sé nada de casi nada.
Y aun así me permito hablar cuando no me preguntan.
El respiro emocional de saberme escuchado. El envalentonamiento de mi ego precipitado tan a menudo en una depresión continua.
El saberme observado, aunque sea con ojos de burla. Buscando las réplicas para enzarzarme en pequeños duelos dialécticos que siempre pierdo, porque de nada sé y de todo hablo.
Mi soledad intrínseca me lo pide, clamando a gritos, para ser abandonada.
Tan infame, tan ridículo, tan tenaz.
Me salva de ser un despojo el saber escuchar a los demás cuando nadie habla.
Y me creo que soy alguien para alguien, aunque ese alguien nunca aparezca o siga escondido en el anonimato.
Viejo chocho. Vete ya con la murga a otra parte.