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Este dolor
Me duele tragar.
Me duele tragar porque tengo un nudo en la garganta. Y tengo un nudo en la garganta porque te añoro hasta dolerme el corazón. Y ese dolor me sube por el pecho, oprimiéndome el esternón con un peso enorme.
Y la saliva se acumula en mi boca, porque la embalso para no tragar. Y cuando las sienes me palpitan, me rindo y dejo pasar la corriente por el esófago porque creo que prefiero ese dolor al del estallido de la cabeza, y no por terror al sufrimiento en sí sino porque la jaqueca me lobotomiza, me deja inerte, in albis, estúpido y vegetal. Y si estoy en ese estado no puedo pensar, y si no pienso, no me llegan los recuerdos sobre ti.
Prefiero concentrarme en la respiración, porque cuando se cumple el ciclo de diez inhalaciones, trago. Y me duele. Y me deleito en el dolor. Para volver a empezar.
Y las emociones pasadas vuelven: Las que viví contigo. Las que me dieron felicidad. Las que me causaron penas profundas. Porque ambas, desde sus extremos, me dieron vida. Esa vida que ahora no tengo. Y ambas me empapan los ojos. Y me hacen moquear. Lo que complica todo, pues boqueo hasta toser. Y al toser armo tal escándalo que todos me miran. Los que me rodean y más allá. Algo que me despreocupa. Porque me duele tragar.
Y aunque no quiera pensar en ti, para evitarme todo este engorro, caigo en la cuenta de que adoro pensar en ti, recrearme en los recuerdos, antes de que se me olviden, o de que ellos me olviden. Porque sé que nunca, que jamás volverás. Porque es imposible.
Y es entonces cuando la verdad invade mi raciocinio. Y sé que no es que me duela tragar.
Es que me duele vivir.
Lo cruel
El metal se endurecía dentro de mi cuerpo y, en la trascendencia del momento, me olvidé de recordarle que tenía poco tiempo para terminar lo que había venido a hacer.
Seguía sin sorprenderme la ausencia de sangrado. Ni una gota en su hoja mellada, ni en mi camisa, ni en mi piel. Los jirones de ésta se entrelazaban y se fundían para volver a ser una tersa continuidad.
Sus ojos desorbitados eran señal inequívoca de que no esperaba aquella reacción. Aún así, siguió asestando cuchilladas en mi torso, a la par que gritaba mi desgracia, que no era más que la suya, pues en cuanto se entumeciera su antebrazo se lo quebraría, y astillaría sus huesos como palillos.
Minimicé el efecto que mis próximas palabras iban a causar en mi inepto asesino. Se permutaron en mi conciencia con un millar de posibles reacciones y el resultado de la incógnita era siempre el mismo por lo que, además de hablar, actué.
-¿No creerías que me habían enviado para perdonarte? Tu defensa será ineficaz y estéril. ¡Muere!
La hoja de acero se detuvo en la concatenación de impactos.
Y entonces, las dos partes de su antebrazo derecho en dos colgajos, y el otro brazo, seccionado desde el hombro.
Las rodillas picudas clavadas en el suelo y el cráneo aplastado en sus zonas temporales. Los ojos vaciados de su humor y los carrillos estirados cual goma de mascar.
Y un lamento, su último lamento, más bien un farfullo, un arrastre de palabras sin sentido, que sustituían lo que podría haber sido una mirada de petición de clemencia. Sin comprensión de su significado.
Y, de pronto, una ola de sentimientos golpeó mi enervación. Y creí comprender todo el dolor que aquel ser, destruido ya, debía de sentir.
Y multipliqué ese dolor por mil sufridores como aquel al que estaba a punto de exterminar, en defensa propia.
Y mis manos taparon mis oídos y sienes, pues era insoportable el latigazo eléctrico que atravesaba todo mi cuerpo.
Y recordé. Y hui de aquella fantasía inventada por mi psiquis en un arranque de autoprotección.
Y volví a la realidad.
A tu cara.
A tu desalmada sentencia, sin atisbo de misericordia.
Y el dolor infinito que había imaginado segundos antes era una burla, una nimiedad, comparado con el que sentí en el momento culminante y real, cuando se quebró mi corazón y mi alma, al escuchar de tu boca las peores palabras.
-Ya no te amo.
Adán
Me tocaste el sabor,
conociste el olor,
de la fruta bella, de la fruta bella.
Y quisiste, amor,
que probase el dolor,
de la fruta bella, de la fruta bella.
Coma
Vuelvo a emocionarme pensando en ella.
Porque es lo único que puedo hacer: Pensar.
Porque, aunque noto, no sé cómo, que está a mi lado, no puedo verla, ni tocarla, ni escucharla, ni siquiera olerla.
Y pienso en ella, continuamente, para olvidarme de mi castigo eterno.
Provocado por mí mismo y mi falta de coraje.
Y pienso en ella, sin imaginar nada, solo recordando cómo era antes que yo dejara de ser.
Y en esta especie de limbo en el que me encuentro, ella y nada más, me hace olvidar el dolor continuo.
El de la pérdida de mi vida, de mi propia vida, desmerecida por mis actos egoístas.
Y me martirizo enfrentándome a mis propios miedos, a mis propios ojos que me miran con sorna e ira al mismo tiempo.
Y pensando en ella ahora me pregunto, muy íntimamente, por qué no pensé en ella antes.
Cuando la tenía a mi lado y la podía ver, tocar, escuchar, oler, y hasta saborear.
Cuando desoí sus advertencias sobre la espiral autodestructiva en la que estaba cayendo, resbalando tan precipitadamente.
Y preguntándome esto y más, me odio.
Y odio el amor que tuve por aquella vida artificial, que me ha llevado a esta vida en penumbra.
Y no entiendo por qué, pudiendo haber tenido plenitud con ella y con todos los que me amaban, preferí la destrucción.
La de mis neuronas.
Preferí el polvo blanco que ahora es negro.
Negro. Negro. Negro y profundo.
Sin fondo.
Sin salida.
Seguiré pensando. Es lo único que tengo.
En ella.
Sensación
Injustamente
Espérate sentada
Ya sé que estás esperando el momento de mi rendición, ahí sentada, frente a mí, dejando que te aplasten los que me visitan, los que dicen que me quieren. Y cuando se van, sonríes, convencida de que mienten y de que todos desean que sea tuyo. Pero te digo que ahí seguirás esperando. Porque no me rendiré. Ni por el dolor ni por la cobardía de afrontar otro día en este estado tan lamentable. Sigue riendo, que no me impresionan tus retumbantes falsedades. Cuando tenga que acompañarte, lo haré, pero será involuntariamente. Y no será en este hospital. Ni con este cuerpo.