Tentación

Abajo, en la distancia sublime, la mujer lo miraba con los brazos abiertos y extendidos hacia él, como queriendo alcanzarlo, aun estando a cientos de kilómetros, como si sus brazos pudieran ser de goma extensible y pudiera tocarlo con ambos dedos índices. Lo que no lograba atinar era si sus ojos imploraban o si reían de alegría.

No importaba. Pasaría volando por encima de ella y de los que la acompañaban, que solo miraban, sin aspavientos, su planeo cansino.

A ellos no los maldeciría con la indiferencia que le daba el sentirse superior espacial y anímicamente.

Trataría de olvidarlos, para absorber lo que estaba por venir, cuando soltara la bomba.

Millones de objetivos vivos para masacrar, para inaugurar una nueva era en la que los débiles no existirían, donde la supremacía de su estirpe lucharía por el poder absoluto sobre los pocos que quedaran.

Cayendo en la tentación de ser un dios.

 

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