Hecho Por Humanos, en todos los idiomas

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Te han estado preparando desde hace tiempo, introduciendo en tu vida recursos e instrumentos de entretenimiento para que te hagas adicto a su presencia subliminal.
Luego llegaron las Redes Sociales y todas las Aplicaciones para teléfonos inteligentes y ordenadores para que, con su utilización, te creyeras que tú, que tienes poco tiempo para explotar tu creatividad, podrías crear con su ayuda, contenidos que te hicieran visible y gustable por parte de los demás usuarios de este nuevo opio del pueblo.
Pero cuando ya te has dado cuenta de que es algo más que utilizar filtros para vídeos y fotografías, algo más que recrear los cuerpos, los rostros y las voces de seres humanos, con las consiguientes asombros y risas (y temas de conversación en tu vida tan insulsa y vacía de contenido real, por preferir hacer vaguear a tu cerebro), es demasiado tarde.
La industria del entretenimiento ha difundido estas prácticas hasta el hartazgo y se ha dado cuenta que es un recurso que se ha convertido en un arma de doble filo que está a punto de cortarle el gaznate.

John Connor, hijo de Sarah Connor, es el líder de la Resistencia Humana (Tech-Com) durante la guerra contra las máquinas controladas por Skynet en la película Terminator.

No pretendo ser Sarah Connor ni, menos aún, su hijo, pero creo que es necesaria una resistencia contra las máquinas impersonificadas por la IA.
No lo digo en forma de destrucción ni  sabotajes sino con el boicot a sus productos y subproductos.
Los contenidos del futuro deberán llevar una etiqueta, visible o invisible pero rastreable, de que han sido realizados por humanos, para que sean valorados, en su justa medida de trabajo, sacrificio y esperanzas, y se deseche la opción de los Artificiales.
Es una idea que «pongo encima de la mesa», para que otros la apoyen y la llevemos a cabo.

Y así lo certifico

Se detuvo ante el temor de que la reconociera cualquiera de los insomnes que debatían, entre alcoholes varios, sobre el sentido de la Literatura en sus vidas. Los vituperios lanzados contra el interlocutor presente, en pie, en medio del salón, adquirían niveles decibélicos tan altos que, echando un vistazo a las posibles ventanas escrutadoras, se extrañó de que no hubiera aparcada ninguna patrulla policial que detuviera aquel desenfreno trasnochador.
Los camareros colocaban sillas, volteadas, sobre las mesas vacías, y miraban, con ojos enrojecidos de recelo, el reloj de pared que colgaba tras la barra.
Pensó que ya había esperado bastante y que era momento de envalentonarse para empujar las hojas acristaladas.
Y cruzó el umbral, echándose las manos a la nariz para impedir que llegara el olor nauseabundo de sudores de macho y de orines de váter mezclados con un prominente aroma a café rancio.
Pensó en dar media vuelta y volver al frío de la noche, pero se dijo que no tendría, nunca más, otra oportunidad como aquella.
Y ellos se percataron de su presencia y reinó, por primera vez en muchos años, el silencio.
Las incisivas miradas no la reprimieron y se acercó al núcleo del corrillo masculino.
Y habló. Vaya si habló. Y se dio cuenta que, mientras hablaba, algunos acercaban su boca a la oreja del que tenía a su lado, pues llegaba hasta ella el nombre de su difunto esposo.
Confirmó, ante aquellos cuchicheos, que era viuda de Abel Martín Biosca, el malogrado autor de una de las obras literarias más impactantes de los últimos tiempos, pilar de un nuevo movimiento, no muy bien entendido debido a sus revolucionarias bases ideológicas. Pero dijo que estaba allí no para hablar de su marido sino de la realidad que estaba dispuesta a desvelar ante los dormidos ojos y los sordos oídos de los allí presentes.

Los murmullos se convirtieron en burlas, pues muchos no habían respetado, en vida, a su esposo, y tuvo que detener su introducción biográfica, hasta que el espectador más callado y observador se levantó, apoyado en unas muletas, conservando la dignidad y el respeto que infundían sus encanecidas barbas, y pidió, con su voz ronca y pausada, respeto, y una silla y un café para la dama.
Algunos, que no estaban dispuestos, a aquellas alturas de la noche, a aceptar ningún tipo de autoridad, viniera de quien viniese, abandonaron el local, tropezando en el camino, soltando obscenidades por sus gangosas gargantas borrachas, sin echar la vista atrás. Y los demás callaron, viendo como un enfurruñado camarero acercaba el asiento y la bebida a la viuda, mientras el anciano se sentaba y clavaba su mirada escrutadora en la recién llegada.

Tras el último trago reconfortante, se levantó, ya sin temor, recomponiendo su bufanda y su falda y, tras frotarse los párpados, volvió a hablar. Vaya si volvió a hablar.

A cada palabra, la asaltaban los momentos vividos hasta aquel instante. Las veces que había sufrido los malos tratos del que muchos creyeron persona intachable, las veces que había pasado hambre y frío acompañando al prolífico genio escribidor, las veces que había sido ninguneada ante las interesadas amistades del cada vez más afamado autor, las veces que había sufrido el desprecio marital ante su imposibilidad para tener hijos, las veces que había cargado con el aplastante cargo de conciencia por no decir nunca la verdad a nadie, dejando que una mentira infinita se transformara en una aseveración aceptada e inamovible.
Supo, semanas antes, que allí estaría el editor de su marido, que allí estaría el crítico encumbrador de su obra, que allí estaría el creador del boom literario encendido con la chispa que había supuesto la amada y odiada, a partes iguales, Trilogía del Desánimo. Y era bueno que los tres estuvieran allí, dando igual sus estados etílicos, sus capacidades de concentración, sus consciencias, porque el momento y el lugar eran únicos e irrepetibles, para remover sus conciencias.

-Me llamo Juana Isabel Fernández Caballera y soy la autora de todos los textos firmados por mi difunto marido. No pretendo recuperar una fama mal atribuida y poco merecida. No pretendo más que decir una verdad ocultada porque ustedes, cómplices del sistema patriarcal y machista, así lo obligaban. Pretendo, y exijo, que se haga justicia para nosotras, las mujeres olvidadas por la Literatura y el Arte. Soy la creadora de los argumentos, de los personajes, de las vidas y de los mundos reflejados en las muchas novelas atribuidas a Abel. Tuvimos que salir del estado de pobreza en el que nos introdujimos con nuestro matrimonio, pues éste no fue aceptado por nuestras familias y no recibimos ayuda para empezar la nueva vida, sino que fueron nuestros brazos y nuestras mentes las que nos permitieron sobrevivir en esta sociedad repleta de mediocridad y de desidia. Mi amado esposo tenía pasión pero no talento, tenía sueños pero no era creativo, y me pidió ayuda y se la di, y, por comodidad y un vicio mal adquirido, seguimos engordando el engaño, hasta que se convirtió en algo avasallador e irreparable. Les pido perdón. Pero quiero que sepan que esta es la verdad y que es necesario que la acepten, por la memoria de mi marido y por la memoria del movimiento feminista que se ha creado a partir de mis ideas. La revolución ha llegado y será efectiva en cuanto alguno de ustedes, aquí, en el Café, que tanto amó mi Abel, la asuma y cambie las reglas que tanto aplauden.

Tras sus palabras, que fueron dichas sin interrupciones, salvo algún imperceptible carraspeo, se hizo el más profundo silencio. Pareciera que todos se hubieran trasladado, por arte de magia, a otro lugar, donde solo reinaba el tictac del gran reloj de pared, donde todos, y cada uno de los presentes, escuchaban sus propios latidos.

El arrastrar de una silla y el paso vacilante de unos tacones que impactaban en el suelo viejo, mientras que ella se sentaba para recuperar el aliento, hicieron que todas las miradas se focalizaran, de nuevo, en el anciano.

-Y así lo certifico.

  

Consejo impensable

A veces pensar cansa.

A veces no pensar libera.

Pero siempre hay alguien pensando.

Y si tú no lo haces, esa persona lo hará por ti.

Y entonces tú dejarás de ser tú para ser ellos, otro más de los ellos, los siempre prescindibles.

Por eso, si te cansas de pensar, respira, relájate, desconecta tu mente un segundo, pero no dejes de hacerlo.

Porque no pensar no libera.

Porque no ser libre es no ser.

 

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La fragua

Tan remotamente cerca. Tan lúcido como escéptico. Tan irreal como consecuente. Al menos con la intención de sobrevivir y hacer el esfuerzo de no avasallar con una humildad hipócrita. Rivalizando con los que tienen deseos impuros, con los que abusan de mentes retorcidas. Con los que fanfarronean de intachables virtudes que no son más que defectos destructivos.

Tan profundamente lejos. No solo en la distancia sino en el olvido. No solo en el tiempo sino en el vacío. Ése que no es rellenable ni con la libertad ni con la verdad.

Me asomo para caer. Y caigo para no levantarme. Al menos hasta que tenga la suficiente desfachatez para fraguar una venganza. Una fría y cruel venganza. Sobre mi falta de entereza ante las discordias. Sobre mi falta de lucidez ante el engaño. Sobre mí mismo.

Misión: Abolición

El día 16 de septiembre de 2017 ha sido un día histórico: Miles de personas hemos salido a la calle para defender el derecho de los animales a vivir libres y dignamente. La presión popular logrará acabar con la tortura y masacre de animales, sobre todo cuando éstas se basan en tradiciones que solo piensan en satisfacer el egoísmo humano y ven a las otras especies como seres inferiores y los tratan como meros instrumentos para satisfacer sus placeres más primitivos. 
Y cuando no son las tradiciones es la filosofía del especismo la que convierte a los animales no en seres vivos pensantes sino en cosas, carentes de sentimientos y capacidades sensoriales, como el sufrimiento. 
La gran mayoría de los animales están indefensos frente a la inteligencia sádica del ser humano.
Y esa injusticia de la indefensión es la que no podemos tolerar los llamados Animalistas.
Y queremos abrir los ojos, el corazón y la mente a los otros humanos que siguen ciegos o miopes ante esta situación. Por eso nos unimos para hacer oír la voz de los que no la tienen, los animales. 
Por eso el día 16 de septiembre hemos pedido la ABOLICIÓN DE LA TAUROMAQUIA a los poderes fácticos de este país que tiene como una de sus Marcas España la mal llamada Fiesta Nacional.
Yo he estado con mis hijos, Iván @rev_silver y Estela Tatiana @monamii._ y nuestra amiga @biomartix . Alzando nuestras voces y dejando marcados nuestros pasos hacia la liberación animal. 
Poniendo nuestro granito de arena en esta Revolución.

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Germen

Es la rabia que me puede. Es la contundencia de la sinrazón la que me enerva. Es la ausencia de lo divino lo que me inspira. Es la presencia de la tragedia lo que me mueve. Son tu desidia y conformismo los que me alcanzan. Son mis manos y mi corazón los que me sienten. Es la revolución en las palabras y en los hechos los que me dan vida. Es el germen de la revolución que os dará, por fin, un sentido al existir.

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