Negacionistas

¡Qué sudor!

¡Qué calor!

¡Qué estupor!

¡Qué engaño!

¡Qué negación!

¡Qué desatención!

¡Qué tensión!

¡Qué inacción!

¡Qué manipulación!

¡Qué osadía!

¡Qué traición!

Imagen de sippakorn yamkasikorn en Pixabay

Veganismo

Escucho y leo últimamente mucho sobre cómo está ganando terreno el veganismo en la sociedad occidental actual.
No sé los demás veganos, pero yo tengo dificultades para comer en sitios que no sean estrictamente veganos. Tampoco pido tanto: Uno o dos platos que no sean las típicas ensaladas insulsas con las que recuperas el hambre media hora después de ingerirlas.
Por mi profesión, estoy continuamente en eventos a los que acuden decenas, cientos, miles de personas. Y creyendo que la normalidad de la dieta vegana convive con la de las otras dietas, me encuentro con la sorpresa de que no es así, de que mi «rareza» sigue forzando la sonrisa de camareros, maitres, y hasta cocineros, de algún que otro restaurante de hotel de cinco estrellas en los que, por motivos laborales, tengo que acudir para mi nutrición.
¿Dónde está el avance del veganismo en España? La dieta vegana debería convivir con las otras dietas y no ser una exclusividad de los que respetan la vida no humana.

(Imagen de Deyse en Pixabay)

Eliminación de la Violencia Contra la Mujer

Cuando te colocas, bien sentadito, ante el papel en blanco, en un entorno controlado como lo es tu casa, crees que el único miedo que tienes que desechar es el que te da la falta de inspiración, de ideas, o de tener demasiadas, tantas que no puedes ordenarlas ni plasmar nada con algún sentido frente a tus ojos.
Y no ha sido diferente en esta ocasión. Cuando quieres participar en el Micro Abierto por el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer, piensas o que no tienes nada que aportar, porque ya está dicho todo, o que eres el menos indicado para hacerlo porque has claudicado ante la sociedad patriarcal y sus mecanismos de presión y de manejo de conciencia, que permites cada día para seguir sobreviviendo de una manera egoísta, como no podría ser de otro modo.
Y el folio en blanco continúa impoluto de una manera estúpida porque caes en la cuenta que tienes tantos ejemplos de violencia contra la mujer que da auténtica vergüenza que no hayas hecho nunca nada para evitarla.
Pero peor es no decir cuándo sí la has evitado, como aquella vez que saliste corriendo de un vagón de Metro para avisar al conductor de que un hombre estaba pegando a una mujer en tu vagón, mientras todos los demás pasajeros miraban, sin hacer ni decir nada, y le clamabas que llamara a Seguridad.
Como aquella vez en la que, antes de subirte al escenario de una sala en la que eres asiduo cantante, viste cómo dos hombres lamían los brazos y hombros de una mujer paralizada, y pediste al encargado que llamara a la policía porque si no, la llamabas tú.
Como cuando ves y escuchas en conferencias y congresos, en los que participas profesionalmente, cómo los hombres utilizan a las mujeres como armas de guerra ante el enemigo, arrasando poblaciones enteras con violaciones en serie.
Y la violencia más sutil y aceptada que es llamar a tu pareja con un «mi mujer», «mi esposa», mi, mi, mi.
Y escuchar a aquellos que se creen con la suficiente confianza para contarte que se «van de putas» y están orgullosos de ello. Estando claro que esa será la última vez que te juntes con ellos.
Y dejas siempre claro que apoyas la abolición de la prostitución, y que luchas contra tu pornoadiccion del pasado.
Aún así, sigues preguntándote qué puedes hacer para acabar con esa lacra, y, sobre todo, para luchar contra las mentes cerradas, ilusas, desinformadas, egoístas, que piensan que no existe la violencia contra la mujer.
Y hoy otra vez, otra enésima vez, no hay excusa.
No hay papel en blanco, virtual o físico, que me impida manifestarme ante todos vosotros y, sobre todo, ante mí mismo.


Texto leído el 24 de noviembre de 2024 en la Plaza del Ayuntamiento de Aranjuez en el Micro Abierto por el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer, organizado por la Asociación Cultural La Brecha.

Sin RR. SS.

Hoy es 1 de junio de 2024.
Hoy abandono, definitivamente, las redes sociales, las que son consideradas como tal, y en las que seguía participando activamente hasta ahora (hace algunos años desactivé mi cuenta Twitter, que llegó a tener 5000 seguidores). O sea, no publicaré más ni en LinkedIn ni en TikTok ni en Instagram.
Esta ha sido una decisión tomada acorde con la intención de realizar en mi vida actos coherentes, tal como he estado haciendo a lo largo de estos últimos años, en la misma línea de mis decisiones de hacerme vegano o de dejar de ingerir bebidas con contenido alcohólico.
Pienso, y creo, que una persona que está contra el Sistema, como yo, no puede caer más en las redes del Sistema. Ya tengo bastante con tener la desgracia de haber caído en el Capitalismo y el Consumismo, que hace que solo tenga en mi vida el objetivo de trabajar para el interminable engranaje del sistema económico y social en el que estamos inmersos, claudicando ante hipotecas, seguros, bancos y otras insondables trampas con las que los poderes anulan parte de nuestra armonía.
Y considero que las redes sociales son otro instrumento más que conforma la trampa de la que he hablado anteriormente.
No borraré los contenidos, publicados hasta ahora, porque son testigos de mi candidez, como no puedo borrar el haber comido carne durante cincuenta años, pero no aportaré más contenidos voluntariamente, para no caer en el bucle infinito del autoengaño.
Los que quieren seguir en contacto conmigo, ya saben cómo hacerlo.
Seguiré publicando contenidos escritos en mi blog (archimaldito.com), y videográficos en YouTube (Archimalditosolohayuno y Archimalditopresenta).
Gracias por su atención durante todos estos años.
Deseo estén siempre con Salud y Amor.

Jesús Fernández de Zayas «Archimaldito»

Libre

¿Por qué no damos opiniones sinceras sobre muchos temas?
Siempre se dice aquello de «en público no hables ni de religión ni de política ni de fútbol». Yo añado que ni de sexo ni de alimentación.
Pero bueno, nos autocensuramos para no caer en el bucle infinito de la controversia, la polémica, la discusión. Para no ser señalados a nuestro paso por las conciencias cobardes que prefieren el conformismo. Para que nuestras ideas, sobre cualquier tema, no influyan en nuestro trabajo, en nuestras relaciones sociales cotidianas.
¡Y así nos va! Tenemos que esperar cuatro años (oficialmente, en España) para dar a conocer nuestra opinión y de tratar de imponerla a los demás con el rito del voto en unas elecciones políticas. 
¿Y si ninguna opción te representa? ¿Te quedas callado y aguantas los embates del borreguismo humano?
Yo me niego. Me niego a censurarme y a que me censuren.
Aunque me encerraran en una cárcel, aislado a cien kilómetros bajo tierra, y tiraran la llave, amordazado y sin luz ni agua ni alimentos, mi mente seguiría siendo libre, y mi conciencia, y pensaría en mi derecho a ser auténtico conmigo mismo, a no traicionarme ni anularme.
Por eso no quiero callar ni de palabra ni de acto.
Soy libre.

Madre

Imagen de Iuliia Bondarenko en Pixabay

El Hombre está dirigiendo, inconscientemente, sus expectativas y preferencias existenciales a la total explotación del planeta, teniendo como objetivo inmediato la búsqueda de su felicidad, basada en el poder y el confort extraídos del resto de los seres vivos e inanimados que la componen.
No se da cuenta que, tal como si de una casa se tratara, la base de la vida es el planeta que la ha visto nacer y evolucionar, sus cimientos. Si nos fijamos solo en el tejado como signo de que dicha casa está total y perfectamente construida, y nos olvidamos que lo que pisamos son los cimientos que la sustentan, la perfecta vivienda se puede derrumbar, destruir y, con ella, aniquilar lo que dentro contiene.
La Tierra está herida por el Hombre. Pero aún estamos a tiempo de sanarla.
El Hombre debe amar a su Madre, la Tierra.
Sin la Tierra no existiría el Hombre. Sin el Hombre sí existiría la Tierra, pero le faltaría aquello que la distingue entre los miles de mundos existentes.
Ella, como madre, nos ha dado pruebas de ese Amor, nos ha visto nacer y nos ha dejado crecer y desarrollarnos. Ninguna madre quiere la muerte de sus hijos. Comportémosnos correspondiendo a ese Amor.
Nuestra Madre se lo merece.

Hecho Por Humanos, en todos los idiomas

Imagen de Pixabay


Te han estado preparando desde hace tiempo, introduciendo en tu vida recursos e instrumentos de entretenimiento para que te hagas adicto a su presencia subliminal.
Luego llegaron las Redes Sociales y todas las Aplicaciones para teléfonos inteligentes y ordenadores para que, con su utilización, te creyeras que tú, que tienes poco tiempo para explotar tu creatividad, podrías crear con su ayuda, contenidos que te hicieran visible y gustable por parte de los demás usuarios de este nuevo opio del pueblo.
Pero cuando ya te has dado cuenta de que es algo más que utilizar filtros para vídeos y fotografías, algo más que recrear los cuerpos, los rostros y las voces de seres humanos, con las consiguientes asombros y risas (y temas de conversación en tu vida tan insulsa y vacía de contenido real, por preferir hacer vaguear a tu cerebro), es demasiado tarde.
La industria del entretenimiento ha difundido estas prácticas hasta el hartazgo y se ha dado cuenta que es un recurso que se ha convertido en un arma de doble filo que está a punto de cortarle el gaznate.

John Connor, hijo de Sarah Connor, es el líder de la Resistencia Humana (Tech-Com) durante la guerra contra las máquinas controladas por Skynet en la película Terminator.

No pretendo ser Sarah Connor ni, menos aún, su hijo, pero creo que es necesaria una resistencia contra las máquinas impersonificadas por la IA.
No lo digo en forma de destrucción ni  sabotajes sino con el boicot a sus productos y subproductos.
Los contenidos del futuro deberán llevar una etiqueta, visible o invisible pero rastreable, de que han sido realizados por humanos, para que sean valorados, en su justa medida de trabajo, sacrificio y esperanzas, y se deseche la opción de los Artificiales.
Es una idea que «pongo encima de la mesa», para que otros la apoyen y la llevemos a cabo.

Observador

La extensión planetaria de las infraestructuras humanas en detrimento de los hábitats naturales conseguirán beneficios económicos a corto, medio y largo plazo, pero el planeta se resentirá y los perjuicios serán más profundos e irremediables.

Pero no se trata de huir del planeta dejándolos abandonados a su suerte, a su mala suerte.
Se trata de quedarse y enfrentar las próximas desdichas con ellos.

Contra

Es curioso que la gente no está acostumbrada a alguien que se salga de la norma.
Yo lo hago en el pensar, en el hablar, en el vestir, en el votar.
No sigo las modas, no me fío de las normas, sigo las leyes respetuosamente pero me pregunto por qué lo hago, miro a la gente y me resulta chocante que sigan suicidándose involuntariamente y cuando alguien les avisa de su error te miran como si estuvieran viendo un espectro o un ser venido de otro mundo, y se burlan creyendo que tienen la razón. 
Soy yo el que tiene que explicar por qué soy vegano cuando yo no pregunto por qué los demás comen cadáveres o explotan otras especies.
Soy yo al que tratan extraño por trabajar como un poseso para llegar a fin de mes.
Soy yo el que pierdo amistades cuando no alabo su mediocridad.
Soy el que tiene que actuar ante la indiferencia o parsimonia de los demás cuando maltratan a una mujer, o a un anciano o a un niño o a un animal.
Soy yo el que se queda observando a los demás cuando ellos no levantan sus ojos del móvil.
Soy el que no ríe por peloteo ni diplomacia.
Soy yo el que se sorprende cuando los demás no se creen que no hagas las cosas con un interés oculto o manifiesto.
Soy yo el que mira a una mujer o a un hombre sin trasfondo sexual.

Soy yo el que no regala flores cortadas que morirán.

Soy el que se queda callado y meditabundo si no tengo nada que decir.

Por eso, callo mi lápiz ahora, para que no crean, las y los que me leen, que intento convencerlas y convencerlos de que me creo en posesión de la verdad o que todo es fruto de mi egocentrismo.

Érase una vez un ser extraño

Érase una vez un ser extraño.

Escuchaba sonidos que nadie escuchaba, veía otras realidades dentro del aparente orden de las cosas y luchaba incesantemente por la libertad y la justicia de los demás seres, los que se creían ser normales, o los que aportaban esperanza a sus semejantes.

Agazapado en la turba mediocre, intentaba no ser visto ni escuchado. Esperando su momento. Ese momento en la vida de los seres extraños en que, se decía, uno brilla más que la más resplandeciente estrella del firmamento.

Y mientras llegaba su catarsis, seguía intentando pasar desapercibido. Aunque otros como él ya se habían dado cuenta de su existencia.