El hablador y el escribidor

Le vi, como a unos diez metros de distancia, cuando me dirigía a mi puesto de trabajo en el Westin Palace, en el año que fui jefe de medios audiovisuales de este hotel, allá sobre el año 1999. Me impresionó su porte y elegancia, y su cabello encanecido, y me hubiera gustado decirle que yo era admirador de su talento y su obra, pero no tenía permitido hablar con los clientes, a no ser que fuera por asuntos relacionados con mis funciones profesionales. Él era el Sr. Vargas Llosa.

Antes y después de ese momento, inolvidable para mí, he estado leyendo, y coleccionando, sus obras, y he debatido, con mis parientes y amigos peruanos, la conveniencia de su presidencia, siempre utópica, en ese país andino al que me unen tantos sentimientos y vivencias.

Recuerdo, con cariño, la lectura de sus memorias «El pez en el agua», y mi ritual mañanero de acercarme al kiosco para comprar, durante una semana, los ejemplares del periódico El País, que contenía su «Diario de Irak», publicado desde el 3 al 9 de agosto de 2003, por estar convencido de que él era el único cronista objetivo que me merecía la pena leer en aquella época tan convulsa nacional e internacionalmente.

El 17 de marzo de 2019 escribí, en mi blog literario, sobre una de sus obras:

«Quien me conoce sabe que, en la medida de lo posible, soy una persona objetiva y que, para valorar algo, intento desarraigarme de mis ideas y sentimientos para opinar sobre algo o alguien.

Esto que escribo viene a cuento porque el escritor, cuyo libro recomiendo hoy, está muy lejos de mí en cuanto a ideales políticos y socioeconómicos y, sin embargo, es uno de mis escritores favoritos de todos los tiempos: Mario Vargas Llosa.

Este libro del 2000 es una obra maestra. Todos los de Vargas Llosa lo son, pero lo que me ha hecho inclinarme por La fiesta del Chivo es su absoluta maestría en la descripción de personajes y acciones. Sobre todo sus descripciones explícitas de los hechos que, anecdóticamente, me hicieron revolver, como nunca, las entrañas, sintiendo arcadas y entrando, literalmente, en estado de shock, algo que nunca me ha ocurrido con otro libro. Estuve muy enganchado a su trama y, después de su lectura, quise saber más sobre los hechos históricos que narra: El auge y caída de la dictadura de Trujillo, que marcó la historia oscura de la República Dominicana.»

Gracias a él, y a Asimov, soy el escritor que soy, pues sus estilos narrativos me inspiraron, e inspiran, muchos de mis textos, y sus vidas, dedicadas a la literatura, me animaron siempre a seguir un sueño, por ahora, inalcanzable, pero no abandonado.

Gracias a Mario Don Mario (así titulé uno de mis microrrelatos archimalditos), se aclararon mis infinitas dudas y conseguí salir de mis vaivenes y convulsiones literarias, tras la lectura de sus «Cartas a un joven novelista».

Nunca tuve la oportunidad de hablar con él en persona y siempre tuve mi fantasía personal de estar dándole un apretón afectuoso de mano mientras le susurraba, observando su prominente sonrisa, un «encantado de conocerle… y gracias por todo, Sr. Presidente».

Dicen, cuando alguien fallece, aquello de «descanse en paz». Quizás ahora, esté donde esté, haya logrado llegar a un espacio-tiempo donde la Paz, que tanto deseó para el Mundo, sea algo más que una palabra vacua y de realidad inalcanzable. 

Allá, donde esté, si es que algo está o algo queda, quizás descanse, o no, el Escribidor y el Hablador Don Mario. 

El tiempo y su «pez en el agua» nos lo dirán.

(Fotos de Jesús Fdez. de Zayas «Archimaldito»)

#archimalditoapoyandoalosartistas

#archimalditoapoyandoalosartistas

Archimaldito es el nombre artístico de alguien que empezó siendo un escritor reconocido cualitativamente, pero no cuantitativamente, que apoyó a su hijo artista desde sus inicios, debido a su trayectoria melómana desde niño, que quiso ver volcada en sus retoños, algo que sigue extendiendo a su hija artista.
Archimaldito es un artista que apoya, en vida, a otros artistas, con hechos, y no solo con palabras. Que lo hizo, lo hace y lo hará, aportando su pequeño granito de arena dentro de sus limitadas capacidades económicas: Yendo a sus presentaciones,  comprando sus obras, participando en sus «crowdfundings», dándoles dinero, para que sobrevivieran, en los peores momentos de la Pandemia, pagando las monetizaciones en las cuentas de sus plataformas virtuales, acudiendo a sus conciertos, viviendo, con ellos, sus altibajos. «Mojándose» con sus críticas positivas y negativas, en el mundo real y el virtual, y con sus difusiones y redifusiones. Sin hipocresías, sin miedos, sin egoísmo y sin vergüenza.
Archimaldito es un artista que está acostumbrado a no ser reconocido en su limitado talento, de ahí su apodo. Que está acostumbrado a amar y dar sin pedir, para él, nada a cambio.
Si Archimaldito dice y hace que apoya a los artistas es porque lo hace entregándose en cuerpo y alma, si es que esta existiera.
Así que antes de preguntar qué o quién es Archimaldito, intenta conocerle personalmente para mirarle a los ojos y vislumbrar, en su mirada, sus trayectorias, la artística y la vital. Así podrás reconocer lo que pocos saben, o no quieren saber.
Archimaldito es simplemente él o ello mismo, fuera de sus excentricidades, que le dan la libertad que desea para los demás.
Él sí que vive y deja vivir. Y ama. Sobre todo eso: Ama.

Madre

Imagen de Iuliia Bondarenko en Pixabay

El Hombre está dirigiendo, inconscientemente, sus expectativas y preferencias existenciales a la total explotación del planeta, teniendo como objetivo inmediato la búsqueda de su felicidad, basada en el poder y el confort extraídos del resto de los seres vivos e inanimados que la componen.
No se da cuenta que, tal como si de una casa se tratara, la base de la vida es el planeta que la ha visto nacer y evolucionar, sus cimientos. Si nos fijamos solo en el tejado como signo de que dicha casa está total y perfectamente construida, y nos olvidamos que lo que pisamos son los cimientos que la sustentan, la perfecta vivienda se puede derrumbar, destruir y, con ella, aniquilar lo que dentro contiene.
La Tierra está herida por el Hombre. Pero aún estamos a tiempo de sanarla.
El Hombre debe amar a su Madre, la Tierra.
Sin la Tierra no existiría el Hombre. Sin el Hombre sí existiría la Tierra, pero le faltaría aquello que la distingue entre los miles de mundos existentes.
Ella, como madre, nos ha dado pruebas de ese Amor, nos ha visto nacer y nos ha dejado crecer y desarrollarnos. Ninguna madre quiere la muerte de sus hijos. Comportémosnos correspondiendo a ese Amor.
Nuestra Madre se lo merece.

Cuaderno de viaje

Cuaderno de viaje, 10 de marzo de 1994. 6:36 de la mañana. Hotel América, Lima, Perú.

Dice Yogananda en sus Máximas lo siguiente:
«La muerte nos enseña a no depositar nuestra confianza en la carne, sino en Dios. Así pues, la muerte es una amiga. No deberíamos lamentarnos impropiamente ante la partida de nuestros seres queridos. Es egoísta el desear que permanezcan siempre junto a nosotros, para nuestro propio placer y solaz. Deberíamos, más bien, regocijarnos ante el hecho de que hayan sido llamados a continuar avanzando hacia la libertad del alma, en el nuevo y mejor ambiente del mundo astral».
Estoy totalmente de acuerdo con él. Acabo de leer esta «máxima» hace escasamente un minuto y me ha impactado el que refleje, sin haberla conocido antes, mis pensamientos al respecto.


Últimamente mi obsesión por el apego-desapego me ha hecho esforzarme en distinguir lo que podría estar indisolublemente unido al significado del amor. Me explico: si tú amas a una persona y esta, por cualquier circunstancia, muere, sufres por su pérdida y no por su destino. Si yo sé que va a un «lugar» mejor, ¿por qué tener pesar? ¿La quiero o no la quiero? ¿Quiero su bien, su felicidad, o no los quiero? ¿Pienso en mí cuando la echo de menos y sufro por ello? Me he creado un apego, algo egoísta.

Apego, de ego: para mí, en mi interés. Amor, entrega, búsqueda de lo mejor para las otras personas (y demás seres animados e inanimados). ¿Se ve la diferencia?


Si desarrollo la capacidad o el sentimiento del desapego, no tengo por qué estar traicionando, en manera alguna, mi facultad de amar. Aunque ame a algo o a alguien, esa energía constructiva del Amor se la transmito tanto en vida como en muerte.

Otra cosa bien distinta es encariñarme a ese algo o alguien porque yo sienta felicidad haciéndolo. Mi felicidad, sin pensar en las del otro. En todo momento, debo intentar buscar, en mi relación con esa persona querida, su felicidad, sin esperar nada a cambio. Un Amor sin interés. Un amor no egoísta. Un amor auténtico. Tanto en la vida como en la antesala y paso a otra u otras vidas. El amor que hayamos sentido por la persona en vida no debe morir con su muerte. Debe prolongarse como si siguiera junto a nosotros.

Imagen ©️ Jesús Fernández de Zayas

8 de marzo, Día Internacional de la Mujer

¿Por qué tengo que celebrar el Día Internacional de la Mujer instaurado por la Organización de las Naciones Unidas?

¿Por qué, cuando esta organización atenta continuamente contra otros derechos del ser humano y no soluciona, después de tantos años de su existencia, los problemas de la humanidad tales como el hambre, la falta de justicia y de libertad en muchos de los países que la conforman?

Días Internacionales que maquillan las faltas de compromisos reales con los problemas más graves de este planeta y de esta especie.

El solo hecho de destacar que se celebra el Día de la Mujer es muestra de que existen diferencias entre hombres y mujeres en los países de gobiernos y sociedades patriarcales y machistas.

La hipocresía continua que muestra una cara frente al público sumiso y conformista, y tiene otra frente al mundo de los derechos humanos, laborales y educativos.

Mientras que se aprueban Resoluciones para invadir países o atacar militarmente otros, se inventan los Días Mundiales de un Mundo que no se esfuerzan porque exista en realidad.

La ONU no es una organización democrática, ni igualitaria ni humana, ni por supuesto sus países integrantes están ni unidos ni integrados. Sólo persigue defender los intereses de las Élites que la crearon, salvaguardando sus privilegios y arrimándose siempre a “los soles que más calientan”.

El Día Internacional/ Mundial de la Mujer es en sí mismo una burla para el género femenino, tanto como que se celebre el Día Internacional del Hombre para “resaltar el rol positivo y las contribuciones de los varones”. Sólo con dar por hecho que existen diferencias, se da por hecho que no van a poner remedio para que éstas desaparezcan.

Mi pregunta sincera: ¿Es una broma? ¿O es una estupidez para distraer al humano de sus verdaderos problemas?

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