Cada vez que le decía que la quería, lloraba, no de emoción, sino porque vislumbraba la cuenta atrás de su desamor.
Sabía que cada vez que hacía el amor con ella, que cada vez que la besaba, que la miraba a los ojos tierno o apasionado, era la última vez que la iba a amar de aquella manera, y que en los siguientes encuentros, cuando ella le implorara un “quédate a dormir”, la querría un poco menos.
Hasta que llegara la noche, tras las copas de vino y los boleros o los momentos íntimos de poesía, en que, a la petición de ella, la respuesta fuera la más dura y sincera que hubiera dado nunca a nadie.
-No volveré mañana. Intenta buscar y conocer a alguien fuera de este libro, a alguien que no sea fruto de tu imaginación. A alguien real, que te ame tanto que quisiera no amarte tanto.