El vuelo. (Dedicado a Tilikum)

El aplauso continuo que no entiende. El parapeto transparente contra el que se estampa continuamente. Los sonidos ininteligibles y tan lejanos, allá arriba, donde disfruta cruzando el aire para caer en plancha y salpicar a los intrusos, a los ilusos que ríen por verlo sufrir.

La soledad eterna que mina su cordura y entendimiento. Y los malos pensamientos que le asaltan cuando desea que los que le obligan a realizar acrobacias antinaturales mueran en medio de terribles dolores, como los que ellos le infieren con sus palos largos, con los que atizan su terror hacia ellos. Un mar, un mar es lo que necesita, un mar y no otra cosa. Un mar y una compañera para disfrutarlo. Para huir al sitio más lejano donde no vuelva a ver a ninguno de esos seres tan crueles y despiadados. Un mar desconocido, donde no puedan encontrarlos ni darles caza. Y la esperanza lo calma, cuando recuerda que en pocos golpes se resquebrajará su cárcel. Cuando sabe que con la última carrerilla desaparecerá su alma mientras aplasta a los espectadores que no lo aman. Y quizás, después del último estertor en el aire que no es líquido, vengan sus antepasados para llevarlo al infinito horizonte azul que cubre todo el mundo, el que le prometieron cuando era un recién nacido.

Y el aplauso continuo que no quiere sigue llegando distorsionado desde el otro lado, mezclado con vibraciones que retumban en su estómago.

Toca volar.

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Tilikum fue una orca macho que vivió en cautiverio en el parque SeaWorld de Orlando, EE. UU.

Tentación

Abajo, en la distancia sublime, la mujer lo miraba con los brazos abiertos y extendidos hacia él, como queriendo alcanzarlo, aun estando a cientos de kilómetros, como si sus brazos pudieran ser de goma extensible y pudiera tocarlo con ambos dedos índices. Lo que no lograba atinar era si sus ojos imploraban o si reían de alegría.

No importaba. Pasaría volando por encima de ella y de los que la acompañaban, que solo miraban, sin aspavientos, su planeo cansino.

A ellos no los maldeciría con la indiferencia que le daba el sentirse superior espacial y anímicamente.

Trataría de olvidarlos, para absorber lo que estaba por venir, cuando soltara la bomba.

Millones de objetivos vivos para masacrar, para inaugurar una nueva era en la que los débiles no existirían, donde la supremacía de su estirpe lucharía por el poder absoluto sobre los pocos que quedaran.

Cayendo en la tentación de ser un dios.

 

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Dos son una

Corre, alma mía,

cuando la veas.

Vuela noche y día

y no te detengas.

 

Y cuando estés en sus brazos

mírala sin recato.

Y cuando te unas a ella

llora para no separarte.

 

Porque así serás más grande,

pues su alma no es solo suya,

sino unida a ti es amante,

y al fundiros los años son un instante,

y deseas los siglos

para ser una con ella de aquí en adelante.

 

Dos son una

 

Con o sin alas

   Estaba volando.

   Esta vez era de verdad y no era un deseo de sus sueños. Ya se lo había visto hacer a demasiados superhéroes en la pequeña y gran pantalla. Ahora era él el que volaba.

   Pensó que iría a visitar a su madre, al otro lado del charco. Ahora sería fácil.

   Pero no quería ser maleducado y antes se despediría de su cuerpo, allá abajo. El que estaba postrado y perforado por infinidad de tubos, con demasiada gente nerviosamente atareada a su alrededor.

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