Contra

Es curioso que la gente no está acostumbrada a alguien que se salga de la norma.
Yo lo hago en el pensar, en el hablar, en el vestir, en el votar.
No sigo las modas, no me fío de las normas, sigo las leyes respetuosamente pero me pregunto por qué lo hago, miro a la gente y me resulta chocante que sigan suicidándose involuntariamente y cuando alguien les avisa de su error te miran como si estuvieran viendo un espectro o un ser venido de otro mundo, y se burlan creyendo que tienen la razón. 
Soy yo el que tiene que explicar por qué soy vegano cuando yo no pregunto por qué los demás comen cadáveres o explotan otras especies.
Soy yo al que tratan extraño por trabajar como un poseso para llegar a fin de mes.
Soy yo el que pierdo amistades cuando no alabo su mediocridad.
Soy el que tiene que actuar ante la indiferencia o parsimonia de los demás cuando maltratan a una mujer, o a un anciano o a un niño o a un animal.
Soy yo el que se queda observando a los demás cuando ellos no levantan sus ojos del móvil.
Soy el que no ríe por peloteo ni diplomacia.
Soy yo el que se sorprende cuando los demás no se creen que no hagas las cosas con un interés oculto o manifiesto.
Soy yo el que mira a una mujer o a un hombre sin trasfondo sexual.

Soy yo el que no regala flores cortadas que morirán.

Soy el que se queda callado y meditabundo si no tengo nada que decir.

Por eso, callo mi lápiz ahora, para que no crean, las y los que me leen, que intento convencerlas y convencerlos de que me creo en posesión de la verdad o que todo es fruto de mi egocentrismo.

Sé tú mismo

Si el egocentrismo es el disfraz de la inseguridad, el aceptarse a uno mismo es el principal paso para quitarse ese disfraz y mostrarse a los demás con las ideas y las acciones claras, sin ofrecer ocasión a los malentendidos, a las hipocresías, a los engaños. Todo claro, con contundente sinceridad, con amplios, por ilimitados, horizontes de autoconocimiento. Con conciencia de la autoconsideración y autoconfianza.
Dando pasos gigantescos hacia la libertad.

Confabulando

Hoy. Mañana. Ayer. Todo lo mismo. No existe línea de tiempo, ni leyes que lo corrijan. No son necesarios.

La mente, punto infinito en el tejido inencontrable del mal llamado espacio-tiempo, actúa y crea pensamientos y actos que ya estaban pero que, sin embargo, no existían.

Y no existen los encadenamientos, sino los engarces de entropías.

Y el cúmulo de puntos infinitos, infinitesimales en la implosión de las ideas, forman probabilidades de vidas, y de muertes que son vida, y de estados intermedios de consciencia. Y parece ser que de ellos surge el Universo.

Pero esto será una hipótesis con la que embaucaré a algún iluso de los seres limitados con conciencia para que la haga teoría y, con dicha teoría, llene su vacío de raciocinio y deshaga algún trozo de su frustración por no ser un dios.

 

(Dedicado a Ricardo Fermosel, Filósofo y amigo.)

 

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Mi tío me odia

Creo que mi tío me odia porque me salgo de sus esquemas.

La inquebrantable mecanicidad de los actos humanos le permitió, en su más remota juventud, hacerle creador y partícipe de una curiosa hipótesis que él pretendía transformar en teoría a costa de acumular casos que respaldaran su poco original filosofía. En todo veía la huella de la matemática más pura y aseguraba que todo ser humano tenía guardado, en su cavidad craneal, el ordenador más potente, cuya perfección jamás sería superada por ningún engendro artificial, porque era imposible que la creación superara a su creador, y que, como tal, tenía programados, desde hace eones, una infinita cadena de correspondencias de acciones-reacciones que le llevaba a comportarse estrictamente de una manera y no de otra y, como en el juego del ajedrez, cada destello neuronal se asociaba con una acción concreta en un infinito campo de multiniveles. Y siempre ha sido tarea de mi tío localizar y estudiar dichas correspondencias regladas por la inquebrantable ley de la causalidad.

Es por todo ello, y más, que mi tío me odia, porque ve imposible que, justamente en su familia, aparezca la excepción que desbarata su infalible visión de la vida.

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