Decía odiar el dinero, pero conseguía con él lo que pedían sus bajos instintos. Para calmar su moral, daba limosna a los pobres.
Decía odiar el dinero, pero conseguía con él lo que pedían sus bajos instintos. Para calmar su moral, daba limosna a los pobres.
Quizás la ilusión de tener una vida bien construida lo animaba a mostrarse como una persona feliz. Pero si recapacitaba, la cruda verdad oprimía, aplastando el ánimo como si una apisonadora quebrara el frágil casco de su cráneo.
No era feliz ni tenía nada de lo que sentirse satisfecho. Nadie que lo quisiera, con la crudeza colateral de que nadie reclamaría su persona si le llegara a ocurrir algo.
-¡Vamos, Don Mario! No busque excusas tontas. Con que gaste un poquito de lo que tiene no se va a arruinar. Es más, creo que así conseguiría nuevos amigos.
-¿Amigos que me quisieran por mi dinero?
-Mejor que lo quieran por su dinero que no lo quieran por nada, que no lo quieran nunca, y seguir solo hasta el día de su muerte y más allá, sin ni siquiera una pobre alma caritativa que ponga flores en su tumba. Aunque por no gastar, a este paso no creo que tenga ni tumba.
-¡Que los hijos de tus hijos salgan tontos!
-¿Más aún? ¡Ah! ¿Me está maldiciendo?
- …
-¿ ?
-¡Mejor te vas y me dejas tranquilo!
Veo que te esfuerzas demasiado en comprobar que las cosas que te enseñan son una realidad palpable. Y no es así.
Ellos, los que enseñan, meten en tu cerebro una serie de conocimientos que no sirven para nada. Lo importante es vivir con las intuiciones, las que te han sido dadas al venir a este mundo. Solo debes confiar en ellas. Todo lo demás se hace para encontrar el placer, el del sexo o el del poder, y son múltiples los caminos que llevan a él.
Si sabes más, estás más cualificado en la sociedad y, por ello, realizas una función dada por un trabajo para el cual se te ha preparado. Este trabajo tiene como finalidad el conseguir dinero, dinero para sobrevivir o dinero para alimentar vicios distintos. Y para conseguir mujeres u hombres, si se está en la edad, o para conseguir poder, por no estar en la edad para conseguirlos por ti mismo.
Yo te aconsejo, pues, que no caigas en esta degradación. ¡No aprendas!
Si tenía dinero, era para disfrutarlo.
Y si tenía muchísimo dinero no era para derrocharlo sino para vivir experiencias irrepetibles, porque lo que tenía claro es que nadie había vuelto para asegurarle que había otra vida después de ésta.
Las perversiones normales, las que estaban más al uso entre los que eran como él, ya no le satisfacían, y buscaba nuevas experiencias que inyectaran más adrenalina de lo normal a su cerebro.
La libertad de no haber caído en la trampa del matrimonio le había permitido experimentar todo lo inimaginable con su sexo y el de los demás.
El anonimato que le brindaba el chorreo continuo de sobornos a políticos e integrantes de las fuerzas de seguridad, había hecho que sus ansias sadomasoquistas no alcanzaran un umbral razonable. Pero siempre quería más, y al querer más, veía menguado el universo de tentaciones.
Todo y todos tenían un precio y él, por ahora, estaba dispuesto a pagarlo.
La vida de los otros era un cheque en blanco, pero la muerte de los demás era algo más que el poder de un dios, el que él personificaba cuando le daba en gana.
(Nota del autor: Este relato se lo dedico a Fernando García Mediano, padre de Miriam, una de las niñas asesinadas en Alcàsser, por ser un auténtico buscador de la Verdad y la Justicia, tan falta en este país llamado España)