Grande

He cruzado mil umbrales, o más, y aún no he logrado discernir el principio ni, mucho menos, el final del camino.
Ahora espero el siguiente ciclo de mi propia creación, para así liberar de peso mi pasos en el trayecto de la armonía.
Y así sé que es solo una transición.
Y tal vez sea una osadía creer que me integraré en la verdad de todo.
Y me pregunto, siempre me pregunto, si es efímera mi grandeza.

Antes

¿Por qué no apareciste en mi vida antes?

Hubiera sido feliz antes, mucho antes.

Ya no me interesa lo que me daba mi alma dormida,

esa vida que sin conocerte estaba aturdida.

Que el jardín que tengo ahora era un desierto.

Que el mar que tengo ahora era un cenagal.

Que las estrellas, la Luna, el Sol, la Bóveda entera,

estaban vedados a mis ojos.

Que todas las sensaciones que el Amor ahora me revela,

antes eran fantasmas, alucinaciones de otros locos.

Que hasta podría haber deseado la muerte

por no tener con quién compartir la vida.

Antes estaba a oscuras, y con tu llegar, la Luz.

No una luz cegadora, sino tenue y plácida.

¿Por qué no apareciste antes?

¿Por qué no fui yo tuyo antes?

 

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La pregunta

   Quizás estuviera recuperando los dones atrofiados por el salto transtemporal. Quizás le llegaran lecturas de mentes despiertas e incorruptas. Fuera lo que fuese, no sabía por qué ocurría, y por qué en aquel preciso viraje de su estabilidad emocional. 

 Captaba a borbotones la verborrea egotista, ya que los pensamientos apocalípticos eclipsaban su relación con lo que le circunscribía, y le hacían volar a millones de kilómetros, como si algún detalle perdido arrastrara su atención. Una llamada a la providencia, una canto a la oportunidad.

   No viajaba linealmente a un punto concreto. El origen de la llamada no estaba localizado en espectro alguno. Más bien era una multiplicación radial, que rastreaba un cúmulo sensorial de amplitud infinita. Discernía un centro de propagación, como ocurría con el sonido y con la luz, que se difuminaba en el éter cósmico, pero lejos de cercenarse, se incrementaba.

   «¿Y entonces, Dios?»

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