Dándole vueltas en la cabeza

Llevo dándole vueltas en la cabeza, pensando profundamente, deshaciendo malentendidos internos, clarificando ideas y hechos.
La muerte de mi padre fue el comienzo de mi vida artística como alguien que se sube a un escenario a evadir sus dolores, sus penas, e intensificar sus alegrías.
Desde el 2016 he agradecido, privada y públicamente, la oportunidad de hacerlo a muchas personas, que me impulsaron y apoyaron en seguir un sueño truncado en mi juventud.
Muchas veces me autorizo a mí mismo a decir que mi hijo Iván, conocido como el artista multidisciplinar Rev Silver, es quien es gracias a mi apoyo y amor.
Él lo ha llegado a admitir alguna que otra vez también.
Pero ahora soy yo el que debe decir, y así lo haré a partir de ahora, que más allá de todos los artistas, presentadores, coordinadores artísticos, etc, la primera persona que me dio el empujón, y el apoyo, para subirme a un escenario, fue mi hijo Iván, Rev Silver, porque si él no me hubiera llevado aquella primera vez, hace nueve años, a una jam session en la sala Honky Tonk, de Madrid, para que saliera, durante unas horas, de la tristeza y la depresión por la muerte de su Abuelo Jesús, nunca hubiera salido a flote aquel artista dormido que habitaba en mí. Y, sobre todo, fue el que me permitió empezar a cantar, haciendo los coros en sus covers de Marc Bolan. Si aquello no hubiera pasado, quizás el artista Archimaldito no hubiera expandido sus alas más allá de la Literatura, su otra gran pasión.
Por eso, quiero darle las gracias por darme la auténtica primera oportunidad de ser yo mismo como artista o proyecto de artista.
Te amo, Rev Silver. Te adoro, Iván.

Fotografía © Adelbrando McPherson

Meticulosidad versus Improvisación

Soy bastante meticuloso en el trabajo. La mayoría de las veces aplico mis conocimientos obtenidos durante muchos años, pero otras veces es la inspiración la que me mueve. Prevengo los problemas y si no existen, durante el desarrollo de un evento, mejor que mejor, pero si salen imprevistos, los años de experiencia y un sexto sentido me guían para resolverlos con eficacia.
Sin embargo, en mi vida artística soy todo lo contrario: improviso, improviso e improviso, para no verme atado por reglas o pasos autoimpuestos que quiten frescura a mis actuaciones.
Más de una vez me han dicho, tras bajarme del escenario, personas conocidas y desconocidas, que cuando actúo es como si estuviera en trance. No les quito la razón. Muchas veces no recuerdo lo que acabo de hacer, o si lo recuerdo, es como si no acabara de ocurrir.
Debo admitir que entro en una especie de éxtasis que me transporta fuera de mi cuerpo (por describirlo de alguna manera) y que me dejo llevar por la canción y su mensaje, por la música y el recuerdo de su intérprete original y que, la mayoría de las veces, pierdo la noción del tiempo, y obligo a los músicos, no sé si a su pesar, a realizar malabarismos para que todo encaje con mi interpretación.

Fotografía © Asociación Cultural La Brecha

Hace cuatro años yo era un completo desconocido

Hace cuatro años yo era un completo desconocido para los artistas con los que comparto cartel el sábado, día 14 de noviembre de 2020 (dejadme que lo especifique tanto porque para mí es una fecha a recordar para siempre).
Hace cuatro años era un completo desconocido en la escena artística y/o literaria madrileña.
Hace cuatro años era un completo desconocido para mí, no porque no me conociera a mí mismo, sino porque hasta hace cuatro años no había descubierto que seguía viva, dentro de mí, la llama del artista que se había encendido cuando era niño y adolescente.
No he tenido el gusto de coincidir con algunos de los que estaré en este evento, pero dejadme que haga un breve ejercicio de memoria con los que sí he tenido el placer de cruzar caminos.
Rebeca fue la primera. Recuerdo el Micrófono abierto de la Sala Alive, a la que solía acudir para descubrir nuevos talentos y subirme a su escenario con mis amigos de Lakedada o con los Dirty Bones o el gran Dakil. Recuerdo quedarme maravillado por su talento y haberme acercado, tímidamente, para decirle que iba, que va, a llegar muy lejos. Rebeca Soul con su sonrisa eterna y sus inmensas ganas de comerse el mundo.
Por orden cronológico, debo decir que el siguiente fue Miguel Angel Delgado, que ante mi entusiasmo después de su actuación en la misma sala, me regaló su disco de presentación y, pasado el tiempo, volví a coincidir con él  este año en el Micrófono Abierto de Calvario.
Aleatorio ha sido mi hogar literario, y espero pueda seguir siéndolo, y en él descubrí, en la famosa jam poética de los miércoles al irreverentemente genial Jorge Valverde y al, entonces para mí, tímido, Joako Perroverde. Muchas noches de poesía y narrativa, la que yo compartía en la minijam de microficción de los martes, bañada siempre de la sonrisa cálida e inolvidable de Escandar Algeet y la personalidad contundente de Carlos Salem. Después coincidiríamos en la sala hermana de Aleatorio, Alevosía, de la que tengo tan buenos recuerdos y que me llevará a contaros que en Aleatorio escuché a Miriam Martins y en Alevosía empecé a conocerla. La sinceridad de su mirada y sus carcajadas me animaban después de un duro y deprimente día de trabajo. Pero allí estaba ella, para curarme del desasosiego.
Ella y la persona que me impulsó a salir del bucle infinito de la rutina artística y creativa: Alfonso Gardi.
Alfonso me dio la oportunidad de crearme a mí mismo, dejando de lado los pensamientos negativos que me traían el ego y la inseguridad, tanto así que, cuando aún dudaba de mi propia capacidad para solventar la lucha entre mi libertad artística y mi miedo al fracaso, le pedí, en un momento dado, que si consideraba que yo no era artista merecedor de subirme al escenario, no tendría problema en aceptarlo y seguir con mis sueños enfrentándome a la realidad tomando otros caminos. Se sumaba el hándicap de que yo, al no saber tocar ningún instrumento, era el único que cantaba a capela. Y él me contestó (nunca se me borrará de la memoria la imagen de su cara y su sonrisa al decírmelo): “Eso jamás ocurrirá”.
Alfonso me abrieron una puerta, cuyo umbral nunca me atreví a pasar antes, y un mundo de nuevas posibilidades creativas, que yo ya había llevado hacía años en mis vídeos en YouTube y Vine, pero que nunca se habían materializado en el mundo real.
En Alevosía he descubierto a grandes artistas, como Kinfolks, con su destreza y virtuosismo musical, y a Gabriel Vidanauta, con ese humor tan tierno y esa presencia arrolladora.
¿Quién me iba a decir a mí, que tras el Primer Confinamiento, iría por primera vez a Calvario y allí me presentarían en mis actuaciones, Roura y Gabriel, alternándose junto con Miriam?
Todos en una. En una sala donde me he reunido con los amigos virtuales que hice en su micro abierto online por Instagram, donde pude degustar talentos y personalidades creativas tan arrolladoras como el propio Roura, Gabriel, Reich y Max Capiro.
El respeto mutuo, el no enjuiciamiento y la falta absoluta de miedo al qué dirán, me ha hecho , y está haciendo ser feliz, en Calvario y en Búho Real.
Y como esto va en orden cronológico, recuerdo la pregunta: ¿Y tú quién eres? Y la respuesta: Archimadito. ¿Y ése quién es? Y me quedé callado.
Momentos así son los que espero a veces. Porque me reafirman en mi falta de egocentrismo (aunque no lo parezca). Si te preguntas con quién tuve esa conversación y que ahora es un referente en lo que a libertad artística se refiere, él es el único e irrepetible Myjazz.
Y ahora yo… yo en un cartel…. En un escenario… ¡con ellos!
¡Felicidad absoluta!
Gracias a Reich y a Max Capiro por la oportunidad de, como me presentó Max un día, hacer lo que me da la gana.