XII
Discorde emplazamiento aquél. El paisaje cubierto por entero de cantos rodados de geometría ovoidea uniforme que provocaba el traspiés en todos ellos. Ridículas y embarazosas las situaciones en las que sus aparatos locomotores se veían inmersos.
Nueve mil ciento treinta androides asociados por la mansedumbre perpetrada en el denominador común de la ceguera de El Creador.
Cayendo y volviendo a levantarse, en tropel, con el espejismo mental de que estaban llegando a algún sitio.
Más allá del horizonte, el silbido ultrasónico los detuvo en seco. Las filas de vanguardia comenzaron a quebrantar la disciplinada marcha con una anárquica sucesión de vaivenes, primero, y una descarada huida arbitraria, después.
El silbido comenzó a hacer mella en la totalidad de las membranas temporales. Empezaron a estamparse en plancha contra los cantos y se cascaban las testas dejando derramar lágrimas de impotencia antes de la desconexión.
Al silbido lo seguía la vibración caliente de la inestable composición gaseosa que metabolizaban. Y a la vibración, la sorpresa visual.
Ya les habían advertido sus depositarios, por si había desbandada. Ante la exigencia de que se mantuvieran en sus puestos, la indiferencia.
-¿No tenéis miedo que el pájaro Arnac os ataque en este desierto?
Y allí, ante ellos, cada vez quedando menos en pie, menos con voluntad programada, cientos de pájaros Arnac surcando el éter y bombardeándolos con cargas ultrasónicas que devastaban, que arremetían contra los encéfalos de luz.
Los pájaros, ilusiones provocadas desde alas delta kilométricas dirigidas por haces láser, con buches repletos de voluntades ekstrim, aprovechaban la descoordinación del gran conjunto de serviles para la anulación y posterior reclutamiento a la causa de los visionarios.
La revancha estaba siendo cumplida.
La atalaya, cíclope que vigilaba el valle del holocausto, escudaba su estructura, y la de sus usuarios, amparada en su superposición de módulos cristalinos que absorbían de manera misteriosa todas las ondas que surcaban aquel paraje. Ninguno de los gizios logró explicar a Adeldran el porqué del milagro de que ellos siguieran operantes. Sólo El Creador sabía el origen de su construcción y perduración. Desde ella, Adeldran testimonió ante sus anfitriones que no deseaba seguir la suerte de aquellos pobres caídos en desgracia.
-¿Desde cuándo no registras nada en tu diario interno?
Aquello… aquello era inverosímil, pensó Focodeluz Adeldran. Cómo Unus conocía aquel secreto tan bien guardado. Cómo todos los demás gizios se atrevían a asentir con complicidad. Por qué le habían obligado a presenciar aquella matanza. Qué motivo había para que no estuviera allí, desventrado entre aquellos a los que había sentido como hermanos.
-Has aceptado nuestra hospitalidad en muy mal grado. Nada de lo que te digo te excita, nada te incita a la rebeldía. Tu conformismo te deplora. La Prueba Natur ha confirmado lo que El Gran Jefe predijo. Eres una marioneta… un estúpido robot al que se le perdona la desconexión. Eres importante para un plan desconocido por todos, y aquí estás, desperdiciando la oportunidad que se te brinda para saciar nuestra sed de conocimiento.
Unus Primor, El Intrigante, le acercó su rostro y, siguiendo un extraño ritual, que los demás secundaron uno a uno, le escupió a los oculares.
Añadiendo terquedad a lo que había asumido como propio e hilarante sentido del deber, ante el que nadie debía asomar burla brava, Adeldran se escurrió el insulto con el dorso de la mano que no tenía engarfiada por la rabia, e impactó de nuevo con la palabra, antes de que le dejaran allí solo, rezagado en la bajada obligada de la larga escalera helicoidal.
-¿Quién tiene derecho a no tragar luz?
Unus Primor, Zunaton A, Fenton U Senior, Annaton U Senior, todos los que habían tenido algún papel en su reciente trasiego neuronal, se hallaban allí, mirándolo, no sabía si admirándolo o despreciándolo, con sus adornos emplumados, con su enanismo amenazador.
-El mayor de los errores puede ser perdonado con una muerte libre.
Habiendo dejado claro que lo consideraban un engendro que no debiera haber existido, y esperando que se autoaplicara la desconexión perpetua, le dieron definitivamente la espalda para abandonar el lugar y retornar a sus quehaceres continuos, mecánicos, estériles.
Unus Primor, El Intrigante, Unus Primor, El Itinerante, filtró informaciones que le vincularon con la mafia de un amanecer extraño.
-Sigue tus pasos hacia donde surge el segundo sol. Camina constante, pues estás bien recargado y no te faltará energía, y cuando creas que el erial y su calor abrasador te engullen, persevera, pues aparecerá ante tus ojos la respuesta a todas tus plegarias, a todas tus dudas. Aún tienes tiempo, pues la próxima batida de los pájaros está aún por programar. No socorras a ninguno de los que crees tus hermanos. Déjalos dejar de ser, pues El Creador así lo quiere. Y no regreses jamás para rematarnos con tus nuevas iluminaciones. Déjanos permanecer en nuestro estado de ignorancia. Déjame conservar mi poder efímero, tan ficticio y simbólico. Que los gizios continuemos hambrientos, sin saciarnos jamás con el impacto del decoro racional. ¡Ojalá los Les te hubieran encontrado antes que nosotros!
En la torre vigía, el acusado se rebeló contra la sentencia injusta. Se asomó por última vez hacia la vaguada plena de cadáveres electrónicos, completamente solo y con algo parecido al miedo restallando en el silicio, cuando la fugacidad de un pensamiento se transformó en inquietud.
Si Domenica hubiera estado allá abajo…
