Lo he conservado bien. No lo cuido mucho pero me dura. Aunque no entiendo cómo ni por qué sigue creciendo más y más. Con lo poco atento que soy. Con lo incapaz que soy de aportarle nada.
Pero ella compensa mi apatía, mi rotunda negligencia.
Lo he conservado bien. No lo cuido mucho pero me dura. Aunque no entiendo cómo ni por qué sigue creciendo más y más. Con lo poco atento que soy. Con lo incapaz que soy de aportarle nada.
Pero ella compensa mi apatía, mi rotunda negligencia.
El odio era mutuo, como mutua era su desdicha al odiarse. Mas disfrutaban del momento mutuo de aguantarse, cada día.
Cosas de casados.
Era fundamental que memorizara todos los detalles de la huida pues no podía dejar ninguna pista material de sus planes. No quería cometer el error de su vecina, la que había creído que a los nuevos moradores de la casa no les importaría su presencia en la esquina blanca, al otro extremo de lo que se suponía iba a ser el dormitorio de matrimonio.
Esa vez ella había sido pasada por alto, pero aprovecharía la noche para trasladarse al exterior, aprovechando que abrirían las ventanas para vencer el calor reinante.
Antes de que volvieran a la carga a la mañana siguiente con alguna escoba o plumero que, seguro, quebraría alguna de sus frágiles patas, alguna de sus ocho largas patas.