Era fundamental que memorizara todos los detalles de la huida pues no podía dejar ninguna pista material de sus planes. No quería cometer el error de su vecina, la que había creído que a los nuevos moradores de la casa no les importaría su presencia en la esquina blanca, al otro extremo de lo que se suponía iba a ser el dormitorio de matrimonio.
Esa vez ella había sido pasada por alto, pero aprovecharía la noche para trasladarse al exterior, aprovechando que abrirían las ventanas para vencer el calor reinante.
Antes de que volvieran a la carga a la mañana siguiente con alguna escoba o plumero que, seguro, quebraría alguna de sus frágiles patas, alguna de sus ocho largas patas.
ufff esto me recuerda lo que me pasó con una araña hace más de un año… espero encpntrar la libreta en la que escribí la experiencia y compartirlo pronto. ¡Un saludo!