Esperando que bajara la guardia la atacó con crudeza y desesperación. Insuflando desdichas, alimentando rencores. Liberando la rabia que le permitía la saliva que llenaba su boca a punto de ahogarla.
-¡Hermosa mariposa que sobrevuela las flores antes de elegir la que será succionada!
Enrojecida por la ira insalubre, atacada por la histeria acogedora.
-¡Haciendo votos de ternura espantas a los organismos parásitos de tu benevolencia, tan falta de fronteras!
Vomitando improperios como talismanes, fijando su mirada en la yugular palpitante, por si había algún cambio en el ritmo de su vibración subyugadora.
-¡Y esa lengua bífida tuya que silba inconstancias que penetran en mi infinito! ¡Y ya mis yemas no sienten más que los minúsculos enjambres de luz que pululan en tus poros!
Sin dejarse desconcentrar por el nácar de la piel incitadora de recuerdos impronunciables, de pretéritos innombrables.
-¿Y sigues neutra, como si la espuma que suelto por la boca no tuviera que ver contigo? Sigo sin entender por qué sigues muda ante la expresión de mi barbarie.
A punto de claudicar ante la fina línea que separaba la locura de lo relativo de la existencia, calló, al fin, esperando una reacción ante la vehemencia de su búsqueda.
Sin dejarse engullir por la negrura de sus pupilas, esperando que esa oscuridad no la hubiera paralizado el corazón, esperó un atisbo de piedad en la respuesta, y cuando esta llegó deseo no quedarse en el clímax que la anularía como ser y como persona, cuando había logrado que ambas batallas no coincidieran.
-¿Es eso el Amor?



