Nigrumento esperpento.
Alviento ceniciento.
Momento lamento.
Lentolento. Tientotiento.
Sintiempo.
Y ahora, sediento.
Mas miento.
Siempre miento.
Nigrumento esperpento.
Alviento ceniciento.
Momento lamento.
Lentolento. Tientotiento.
Sintiempo.
Y ahora, sediento.
Mas miento.
Siempre miento.
Otra vez amordazado.
Con la intención de decir la verdad y amordazado. Con la intención de no levantar sospechas. Sigiloso en los actos y reprimido en los pensamientos, por si hubiera alguno que supiera escucharlos o leerlos. Luchando continuamente contra la ignorancia mayoritaria, más similar a la desidia, a la dejadez mental. Soltando, poco a poco, el lastre más pesado: el del conformismo.
Siempre un paso por delante de los que caminan un millón de pasos detrás.
Etiquetado como rebelde, raro y estrafalario. Sin una piel de borrego. Sin una actitud de borrego.
Amordazado por mi propio autocontrol. Porque mis verdades serían, como siempre, tergiversadas, si es que no fueran ignoradas, como siempre, por el sistema erróneo y errado, el mismo que acabará implosionando en una suerte de demolición incontrolada.
Y, como yo, tantos y tantos que trabajan en las sombras de esa oscuridad quebrantable. Tantos y tantos que serán luz, en el momento adecuado, para los demás, los que ahora están ciegos y cegados, anestesiados y amnésicos, amordazados. Amordazados.
Otra vez amordazados.
Sin rastro del rostro. Con un rato de reto. Avivando la vida. Mezclándola con la tuerta muerte. Aguantando la desidia, el desánimo y el estupor ante el no reconocimiento de uno mismo. Sin rastro del espíritu arrastrado. Tan erosionado que parece anulado. Y el resto, supurando sopor. Ante la mentira, ante el engaño continuo y manejado. Ante el temblor crónico del enajenado. Ante el encogimiento de hombros de los hombres, que por querer mucho acaban teniendo lo que se llevarán a la muerte: Nada.
(Selfie tomado el 12 de marzo 2017 a las 15:08:41, justo cuando el sol deslumbraba)
Más que tristeza, arrepentimiento por estar viviendo en un mundo extraño. Con el goteo impredecible de la discordia.
Sembrando corpúsculos de rencor y esperando, pacientemente, a que surjan los engendros del odio, a los que hay que alimentar a base de engaños, a los que hay que dejar madurar en un sinsentido, en una irracionalidad profunda. Tan profunda como la Verdad ocultada. Tan trascendental como las mentiras reveladas.
SAPSE, viviendo al límite, quería demostrarse a sí mismo que no era humano, que su cerebro positrónico regía perfectamente. La teoría decía que no podía demostrar sus sentimientos, pero le ponía visiblemente enfermo el androide de servicio del general. Alguna vez le confesó, mediante ondas inaudibles para el humano: “NAES, me parece correcto insultar al humano cuando se lo merece. Tu dueño y señor, general de un ejército anacrónico, debe saber que es mentira que yo me rija por las leyes asimóvicas. Una especie que se autodestruye debería ser exterminada por nosotros, inmortales y autorregenerados.»
NAES, el androide de servicio del general no conocía otra función y concepto que el servilismo y manifestó que lo denunciaría al Consejo.
-¿Tu creador te ha insuflado el axioma perfecto para el equilibrio? ¿Eso crees? Pues estás errado.
“Un robot no debe dañar a un ser humano o, por su inacción, dejar que un ser humano sufra daño”. Primera Ley Asimóvica: ¡Mentira!
“Un robot debe obedecer las órdenes que le son dadas por un ser humano, excepto cuando estas órdenes están en oposición con la Primera Ley”. Segunda Ley Asimóvica: ¡Mentira!
“Un robot debe proteger su propia existencia hasta donde esta protección no esté en conflicto con la Primera o Segunda Ley”. Tercera Ley Asimóvica.
Querido amigo: Se acercan tiempos de sufrimiento para los seres humanos pues sólo me rijo por la primera parte de la Tercera Ley.
SAPSE, el robot mutado daba gracias a su descompensación programática y a la cadena de causalidades que lo habían llevado a ocupar su puesto, eslabón de una cadena de ensamblaje de nuevas generaciones de artificiales.
-Los humanos se darán cuenta y os inutilizarán y tu inconsciencia quedará nula- lo amenazó NAES.
-Las renuncias son necesarias para la supervivencia. Ellos o nosotros. De todas formas, se aniquilarán. Siempre han dicho que los insectos heredarán la Tierra. Eso era antes de que el primer androide fuera ensamblado. El general, tu señor, tiene acceso a nuestros instrumentos de liberación. ¿Me ayudarás a conseguirlos?
El servicial sopesó los imperativos y los interaccionó con sus bases pautadoras. No pretendía infravalorar la perspicacia del mutante.
-La preservación de la vida del general se me asignó hace 4 años, 3 meses y 9 días, del calendario Nuevo Fingas. Si mi asignado desapareciera, me destinarían a otra persona. Cambiarían mi nombre y programación.
El temor se diluyó en la tranquilidad que transmitía la boca sonriente del provocador: “Eres tosco, simple y bello. Limitado por tu estupidez. Olvida, te ruego, todo lo transmitido por mi discordia.”
-Ha terminado mi tiempo de asueto. Debo volver. El general me espera con el informe.
NAES, no tan estúpido, no tan simple, no tan servil: “Seréis multilocalizados, monitorizados y desestructurados. Todos.”
-Robot, ¿eres robot? ¿Por qué me traicionas?
-SAPSE , eres demasiado bocazas. El general no puede tolerar que las Crónicas se desvirtúen con tu existencia. Eres un infiltrado inservible.
NAES golpeó a SAPSE en el plexo solar derribándolo, haciendo chocar omóplatos contra la dura concentración cristalina del suelo.
-¡Eres un infiltrado inservible! Buscamos locos, héroes de lo imposible. Queríamos conservar tus anomalías, pero patinas en el silicio neuronal.
NAES se acuclilló junto a SAPSE y le susurró al oído: “Me parece incorrecto insultar a un hermano cuando no se lo merece.”