Quédate a dormir (versión primigenia)

Cada vez que decía que la quería, lloraba, no de emoción, sino porque vislumbraba la cuenta atrás de su desamor.

Sabía que cada vez que hacía el amor con ella, que cada vez que la besaba, que la miraba a los ojos tierno o apasionado, era la última vez que la iba a amar de aquella manera, y que en los siguientes encuentros, cuando ella le implorara un “quédate a dormir”, la querría un poco menos.

Hasta que llegara la noche, tras las copas de vino y los boleros de Luis Miguel, o los momentos íntimos de poesía, en que la respuesta fuera la más dura que hubiera dado nunca, pero también la más sincera.

-No volveré mañana. Ya no soy nadie. Quédate con tu Escandar. Intenta buscarle y conocerle fuera de sus libros y dile que alguien te amó tanto que no quiso amarte tanto.

Dedicado a Escandar Algeet, autor literario imprescindible.

Escrito en Bar Aleatorio, Madrid, el 12 de noviembre de 2019.

Performer

Escribo tanto que no tengo tiempo a publicarlo y, mientras, lo guardo en notas en papel dispersadas por la casa o en mi lugar de trabajo, y allí, como hojas caídas en otoño, aplastadas entre libros o cuadernos releídos, dejan madurar sus palabras, con la intención de que las ideas expresadas provoquen efervescencia en mi psiquis que valga de aviso para volver a rescatarlas.

Y mientras me quedo con los vacíos llenos de mecanicismo laboral, llenos de actos de supervivencia. Deseando que me sobrevenga el estado de dependencia creativa.

Y los ojos, con su punto de visión dirigido a objetos inexistentes. Y las olas de voltaje sensorial que rompen en mi muro mental, tan proclive a ser derribado, me horrorizan y me embaucan a partes iguales, disimulando las pequeñas implosiones con la percepción de la obra de otros artistas, mientras las absorbo y las mimetizo con mi propia percepción de las cosas y de las no cosas.

Y siempre, el agobio continuo por no poder detener el tiempo, que es siempre tan veloz que me siento desamparado ante la idea de que nada sea eterno.

No quisiera tomar nunca como propias las palabras que escuché el otro día de un “performer” o interpretador de la vida y del arte encerrado en esa vida: “No soy un artista, soy un poeta”.

Esas palabras no me valen, pero aun teniendo claro que no me las puedo, ni quiero, aplicar, me hieren demasiado. Y cuando deje de escribir ahora, dentro de un instante, volveré a rebuscar mis hojas caídas de otoño. Volveré a rescatar aquellas palabras escondidas para hacerlas visibles a otros ojos, para que ellos las llenen de sentido y hagan que mi vida tenga, otra vez, sentido.

 

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(Fotografía de Jesús Fdez. de Zayas «Archimaldito»)