Lapso de lapsus
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Se sabía antipático
y no hacía nada para remediarlo.
Así se gustaba, aunque disgustara.
¡Atención! ¡Atención! Ha llegado el momento. Nuestro superior dirá la última palabra, la que debe escucharse.
Y él se negó. Y él luchó. Y él murió. Y nadie le recuerda, excepto yo, la Libertad.
No hay más remedio. Él es el único. Es la verdad.
Y él se negó. Y él luchó. Y él murió. Y ya nadie le recuerda, excepto yo, la Libertad.
Obedeced. Es nuestro bien. Es la solución a todos los problemas.
¡Mentira! Porque él se negó, y luchó y con él murió la humanidad. Ya no queda nadie para recordarlo, excepto yo, la Razón.