La cita

Imagen de Jesús Fernández de Zayas

Quedaban momentos mágicos.
Perdonaba los desajustes.
Obligaba la mansedumbre, y las Leyes, que siempre oprimen, pero que no era capaz de desobedecer.
Le habían dicho que existía la intuición, el instinto, y él siempre había achacado sus momentos de vehemencia a algún cortocircuito subneuronal.
-Mis padres no quisieron decirme nada hasta que yo lo descubriera por mí mismo.
Siguió colocándose los calcetines, antes de enfundarse los pantalones elásticos, para así pisar el suelo helado sin temer un resfriado. Después, la blusa iridiscente, también elástica, que resaltaba su flacura y flacidez.
-Pero estás aquí, vistiéndote frente a mí, sin temer que descubra tu secreto.
Tenía poco tiempo porque, concentrándose en el horario, le apisonaba el paso de las centésimas de segundo.
Insertando ambos pies en los deslizadores antigravimétricos mientras enguantaba sus esqueléticas manos, se percató de que no servía de nada el fuego cruzado de sus miradas.
Los sensores moleculares, ubicados en las yemas de los dedos, la estaban estudiando, explorando, juzgando, sintiendo, con la mano enguantada.
Y no necesitó más que tres nanosegundos para decidir la sentencia: Ella sería perdonada.
-¿Dónde vas, cariño?
-A una cita importante. Recoge tus cosas y vete. Me ha gustado hablar contigo.
-No sabía que solo vine a hablar.
La volvió a mirar por última vez. Aún se preguntaba por qué estaba totalmente desnuda. Pero cuando atravesó el umbral de la puerta de su reducto para la recarga, la había olvidado.
El brillo plateado del suelo, desde su altitud hasta el nivel cero, se opacó, y se disgregó el horizonte, difuminándose el punto focal, por lo que se acopló la visera y se deslizó.
Sin esfuerzo, dejándose llevar, fluyendo.
-¿Has logrado perdonarte? ¿Perdonarme de qué? ¿Por qué? Da igual. No respondas. Ya llego tarde.

Carta de Amor

Aranjuez (Mon Amour)

Primer día de Primavera

Del año 2013

 

   Querida mía:

   ¡Qué vergüenza atreverme a empezar así una carta! ¡O qué desvergüenza! Sobre todo sin tener claro aún, desde nuestro encuentro, si soy yo también querido tuyo.

   Perdóname pues si consideras que voy demasiado rápido. Pero, con el corazón en la mano, y en la tinta que dibuja estas palabras, te diré que no me arrepiento de haber comenzado así esta carta porque, de veras, que eres por mí muy querida.

   No me hacen falta más citas contigo para tener claros mis sentimientos. Y es porque te amo por lo que me atrevo a pedirte de nuevo que nos veamos. Para que tú también puedas darte una oportunidad de conocerme más profundamente.

   La primera fue una cita casi a ciegas, pero en las escasas horas en las que disfruté de tu compañía, de tu conversación, de tu visión, esta última hizo que mi entendimiento me quitara el velo que no me dejaba ver cuán bella es la vida si hay personas como tú con quien compartirla.

   Porque te diré ahora, en este papel, y podré decirte más tarde, si me lo permites, de viva voz, que hasta que te conocí, tenía perdidas las esperanzas en tener una vida feliz, una vida plena, ya que mi trabajo me absorbía casi todo de ella. Y la obsesión de conseguir el éxito profesional no me dejaba ver otros aspectos de la única vida que tenemos.

   Puede que me digas que es importante tener ambiciones y, hasta cierto punto, yo apoyaría esa opinión. Pero, ¿qué es una vida llena de éxitos si no tienes a nadie con quien compartirla?

   Tengo casi todo en esta vida, pero me falta algo. Tengo, lo reconozco, muchos amigos, más bien muchos conocidos, y el amor y apoyo de mi familia sé que nunca me faltarán, pero íntimamente estoy solo, con secretos y vivencias que siguen siendo sólo mías, con pensamientos que nacen y mueren en mí, y no quiero que continúe esto así por más tiempo.

   Soy un hombre maduro que creía saber lo que quería, que tenía muy planificado su futuro. Pero, desde que te he conocido, no estoy tan seguro de ello.

   ¿Podría, entonces, verte otra vez? ¿Dejar de ser yo para ser tú y yo?

   Dame la oportunidad de hacerte feliz para ser feliz.

   Muy tuyo, muy sinceramente,

 

                                                           Adalberto Cifuentes

 

 

 

(Carta presentada al XIX Certamen Literario de Cartas de Amor Villa de Mijas 2014)

 

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