Mi madre me lo advirtió. Me lo dijo tantas veces que ya no me hacía efecto su prevención.
-No la mires a los ojos, que te embrujará y no podrás zafarte de su hechizo jamás.
Mi madre, tu suegra.
Photo by Helmut Gevert from FreeImages
Mi madre me lo advirtió. Me lo dijo tantas veces que ya no me hacía efecto su prevención.
-No la mires a los ojos, que te embrujará y no podrás zafarte de su hechizo jamás.
Mi madre, tu suegra.
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Rose Mary Lutman me atrajo hacia sí y me susurró, al mismo tiempo que me maldecía con su mirada incendiada en ira contenida, una muerte predicha, pero no por ello más esperada.
Y después carcajeó cuando quebré las articulaciones de mis extremidades, en una caída inverosímil, tan cierta como la pérdida del conocimiento de esta parte de la vida.
Y recordé, antes del apagado de mis neuronas, los avisos fantasmales, llenos de supersticiones inapropiadas, de que nunca, bajo ningún concepto, me dejara embelesar por la inteligencia de una bruja.