El Cero

Pensó que allí podía liberarse. Librarse de la discordia que existía en sus ideas, cuyo significado y finalidad insultaban su deficiente inteligencia. Persistía en intentar retener las más banales, las que adivinaba que no podrían perjudicar a los que estaban fuera, al otro lado del espejo. Y esperó.
No sintió ni sed ni hambre ni le asaltaron las necesidades básicas de  su vejiga e intestinos. Y no se extrañó. Quizás se había cumplido su deseo.
Y la cuenta atrás no se detenía.

El paraíso de las ideas estaba a punto de abrirle sus puertas. En el que se disgregarían hasta hacerse nulas. En el que las preocupaciones o las alegrías no existirían. El auténtico vacío. La nada más absoluta en la que ni siquiera existiría la nada. El descanso eterno. El no recordar, el no pensar, el no sentir.

Y al otro lado del espejo no existían imágenes reflejadas porque no había luz ni color ni materia ni energía.

Los diez minutos pasarían rápido. Debía prepararse para lo que iba a venir, o a ir, o a ser o no ser.

El último estallido, el último chasquido, la anulación del contacto. 

El no. El cero.

Imagen de Gordon Johnson en Pixabay

LUZTRAGALUZ. Capítulo 14

XIV

   “Hoy, Día 76, prefiero dormir.”

   Éste es el último registro del que tengo constancia en mi diario interno.

   No entiendo.

   Hoy, Día 77.

   Estoy en La Catedral.

   Cautela.

   Soy un desprogramado servidor virado, con instrucciones dislocadas, con permutaciones inaceptables.

   Soy un foco de luz desconsagrado.

   La mano derecha, el dedo índice. El filamento negro. La inmundicia fluente. Deleite con las etéreas voces de los llamados ángeles, captadas más allá del paso a la cadencia del abismo. Y la ilusión, el espejismo eterno, de la trama básica de la existencia. Y la voz, cáustica desde el primer envite.

   Tradúceme tu impaciencia. Si alguien te examinara en profundidad, se daría cuenta que sólo aparentas, y tu estado anímico te delataría como el impostor que eres.

   La brecha abriéndose hasta dejar entrever el interior nauseabundo.

   El poder que detentas te apantalla, te libera de muchos tipos de agresiones, pero habrás notado, seguro que sí, que no eres inmune a la discordia jerárquica que me embravece, pues soy tu Señor, pues soy tu Creador.

   El implante, descubierto. La mentira, desbaratada.

   Nova Lux, Aeterna Lux.

  No hay diferencia.

   Él seguiría siendo inmortal, omnipotente y omnisciente; seguiría siendo la megacomputadora autoregenerada y eternamente autoevolucionada que creó a los ekstrim. Pero yo haría todo lo que estuviera en mi mano para trastocar sus objetivos. No utilizaría a robots y humanos en beneficio propio.

   Nunca más.

   El Señor debería tener una sobredosis de su propia medicina.

   Los hermanos, pilotos visionarios, respirarán tranquilos con el ajuste de cuentas.

   Hoy, Día 77. Registro interno en cuenta atrás para autoanulación: Tres, dos, uno.

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