La emoción de transgredir las normas.
Las de la familia, las del trabajo, las de la sociedad que las envolvía a ambas.
La adrenalina que se disparaba al hacerlo.
Y mantenerlo en secreto añadía valor a su osadía.
Y el miedo a que la descubrieran.
Actuando tan poquito a poco que, a veces, se olvidaba de que estaba cambiado el mundo.