Ya no me vale la pena hacer caso al rugido proveniente del cielo.
Por mucho que llore, que corra o intente protegerme, el fin es definitivo: El mío, el tuyo, el del planeta entero.
Me quedaré aquí, donde estoy ahora escribiendo estas palabras, y me echaré en la cama mirando a los ojos de mi amada, susurrando en su oído todo lo que nunca he podido decir hasta ahora, abrazándola con toda la ternura que puede contener mi limitado corazón, escuchando nuestra vida y nuestra música.
Esa música que ahora es la de todos: La Música del Fin del Mundo.
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