Regresó a la cueva de la que procedía, donde se escuchaba su voz más alta, donde su espíritu inspirador eclipsaba el desánimo que le embargaba fuera de ella, donde la oscuridad no era más que luz en su memoria. Donde volvía a ser libre porque no era ya él. Donde su ego, ensalzado por los demás allá afuera, dejaba de tener sentido allí dentro, cuando no escuchaba su propio corazón porque allí , en el núcleo de la verdad, no lo necesitaba. Y durmió, para no volver a despertar, o para despertar para siempre.