Pudo ser peor.
Y lo fue.
Pues allí se reunían las maldades de un sinfín de hipócritas que continuamente argüían argumentos ridículos para intentar engañar a los incautos. La mayoría pasiva de los incautos que formaba la minoría activa de los ilusos.
Pudo ser peor. Y lo fue. Porque los engañados otorgaron el poder de decidir sobre sus destinos a los sibaritas de la mentira. A los canallas de la sinrazón.