Aristas


Dejó caer la copa. Y con los trozos esparcidos en la mesa hizo un montoncito. Después apretó las palmas de las manos sobre las aristas cortantes. Se quedó observando cómo el color rojo manchaba la multitud de transparencias. Y en vez de quejarse por el dolor autoinfligido, sonrió, presionando más aún.
No había decidido cuándo dejaría de hacerlo. Se recreaba con su masoquismo. Se sentía mejor. Era un efecto físico sabido y buscado. Relajándose poco a poco.
Esperando que apareciera ella de un momento a otro. Imaginándose su alarma, su descontento y su ansiedad. Recreándose con la probable propuesta de una prórroga concedida. Mientras que durara la lástima había esperanza. Y para cuando ésta empezara a caducar tenía reservados un plan B, y uno C y todos los que se prolongaran con el abecedario.
Daba igual. Lo que importaba era no dejarla escapar. La amaba demasiado.

 

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