¡Mírame!
¿Por qué?
Solo quiero que me mires.
¡Sonríeme!
¿Por qué?
Solo quiero que me sonrías.
¡Bésame!
¿Por qué?
Solo quiero que me beses.
Y así, poco a poco, haciendo caso de la imagen que estaba al otro lado del espejo, empezó a quererse.
Y así, paso a paso, empezó a recuperar su estado de felicidad.