Fetal

Cargó el cadáver sobre sus hombros y observó los rastros líquidos que luchaban por filtrarse en los recovecos del suelo empedrado.
La sustancia viscosa que supuraba de la piel atravesaba la armadura biosintética de su carga y estaba empezando a encharcar su traje de combate. Tuvo que asumirlo e intentó alargar el ritmo y la longitud de las zancadas, para que no le alcanzara la onda expansiva de la explosión del vehículo en el que su víctima había intentado aterrizar, antes de que su arma de largo alcance lo abatiera.
Pero su esfuerzo no sirvió para nada, pues cayó,  junto con su carga, y esperó a que no se repitiera la detonación.
Había cerrado los ojos durante picosegundos y, cuando levantó los párpados, solo vio arena y unas briznas de lo que parecía hierba azul, habiéndose esfumado los restos del extraño.
Recuperó la compostura y notó que se habían secado las babas de lo que había creído un cadáver. Giró sobre su eje en trescientos sesenta grados y no escuchó ni vio nada, salvo la humareda del transporte estrellado.
Y cuando se dispuso a activar las videosferas para peinar, desde las alturas, el terreno, una voz sonó dentro de su cabeza en un idioma extraño que, sin embargo, entendió perfectamente y que le conminó a arrodillarse, a bajar la cabeza mirando al suelo, y a esperar.
Y allí, en medio de la nada, solo, sufriendo el cansancio de la postura y los angustiosos estertores, aguardó algún milagro que anulara su sed y hambre y que el frescor de la noche difuminara su sopor y evaporara los sudores que empañaban el visor de su casco.
No pudo aguantar así muchos ciclos bipolares y terminó rindiéndose, desesperado, doblado sobre sí mismo en posición fetal, sin poder abrir la visera de su casco, ante la certeza de que si lo hacía moriría ipso facto.

Abstract lights Foto por Rybson desde FreeImages