No soy humano.
No sé cuántas veces, ni de qué formas, he de manifestarlo.
Todos creen que bromeo, incluso las autoridades, esas que, a veces, me tienen retenido innumerables horas hasta que se dan cuenta que no existen registros sobre mí, ni personales ni profesionales, y acaban aislándome en alguna celda hasta que se hartan de mi inacción y mi silencio y me vuelven a echar a la calle, para que las recorra día a día, sin destino ni finalidad.
No me importa. No siento frío, ni calor, ni hambre ni sed, ni cansancio.
Y en la próxima población, los vagabundos, los policías, los transeúntes, volverán a preguntarme.
Y volveré a responder: No soy humano.
Y se repetirá el ciclo.
Día tras día, semana tras semana, mes tras mes, año tras año, siglo tras siglo.
