Se cruzó en mi camino y, no sé por qué, lo miré a los ojos, antes de bajar la pierna y pisarlo con mi pie contundente. Creí que así salvé su vida, saltando por encima, dejándolo atrás con su caminar lento y pesado.
Cuán equivocado estaba, pues sentí, durante un buen rato, su mirada en mi cogote, dándome a entender, mediante ráfagas de pensamientos extraños, que era él el que había perdonado la mía.
(Photo by Mario Alberto Magallanes Trejo from FreeImages)