Mañana. Interior. Luz a través de las persianas. Estiro el brazo derecho hacia un lado. Entreabro los ojos. Cierro las dos manos, agarrando, la una, e intentando agarrar, la otra. Maldigo en un susurro sin destinatario: ¡Otra erección desaprovechada!
¡Uff! ¡los mañaneros son de lo mejor!