JAMÁS Y SIEMPRE A LA VEZ. PRIMERA PARTE. CAPÍTULO 13

PRIMERA PARTE

 

XIII

 

  Sobre el único árbol en veinte kilómetros a la redonda, el dirigible se balanceaba al vaivén de los vientos. La herencia de su bitatarabuelo se había comportado magníficamente durante todo el trayecto, y no había sentido que hubiera nada que envidiar a los pilotos que se hallaban sobre su cabeza a kilómetros de altura, en aquellos dirigidos autopropulsados por energía atómica residual.

   Los paisajes que había visto eran indescriptibles. Se había sentido dueño de aquel mundo. Lo había sobrevolado lenta, muy lentamente, tanto que le había dado tiempo a fijarse en los detalles que siempre había pasado por alto: las plantas bioacumulativas de plancton, los regeneradores de energía eólica, los inmensos tanques cuadrangulares de agua. Los bosques, las pocas ciudades superficiales, los espaciopuertos de las periferias rurales. Había saboreado ocularmente palmo a palmo cada uno de los arcos circulares que habían coincidido con su rumbo. Y ahora estaba allí, atado a las ramas de un árbol, haciendo descender la escalerilla para posar sus pies sobre seguro.

   Cuando el sol refulgió sobre su figura, cualquier hombre hubiera girado la cabeza ante aquel asombro de curvas. Un koatar se deslizó por el cabo de fijación y ella mostró sus carnosos labios que poco a poco fueron dilatándose hasta destapar el regalo de blancura marfileña. Se sentía gozosa de la vida.

   -Merdik, estás ya aquí.

   -Me alegro de que así sea.

   La cogió de la mano y no pudo evitar fijarse en sus largas y esbeltas piernas. El tacón que las sustentaba se introducía en la virginal tierra y dejaba la sensación momentánea de una disminución de estatura. Él sonreía ante el engaño visual.

   -Shainapr, tengo algo que decirte.

   -Dímelo sin pararte. Antes que caiga la noche tenemos que llegar al refugio.

   -Shainapr, sé que tienes algo para mí.

   La luminaria llegaba a su ocaso cuando cruzaron el umbral de la pirámide romboidal que los protegería de las instantáneas microcalorías ambientales del exterior.

   -Está lloviendo, Merdik.

   -No, creo que no es lluvia- él sonreía a cada caricia visual femenina.

   Chasquidos electrostáticos confundían los audifiltrantes acoplados a los temporales.

   -Dime lo que me tienes que decir, y ámame.

   -No es posible aún.

   -Me horroriza pensar que me estás torturando con toda la intención.

   -¿Qué te hace pensar así?

   El hombre la miró a los ojos, y su concentración en las pupilas verdiazuladas le hizo desdibujar las agradables líneas faciales hasta difuminar mentalmente el volumen craneal que tenía delante. Las pupilas ocupaban su campo visual y los sentidos se abalanzaron sobre él.

   Millones de cuerpos geométricos luminosos de micras cúbicas de volumen abarcaban la oscuridad de su pantalla mental. El espíritu se le fue por segundos y cuando quiso darse cuenta de que no controlaba aquella situación, era demasiado tarde. O quizá, demasiado pronto.

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   -¿Qué hora es?

   -Señor, veinte horas unificadas.

   -¿De qué día, VESTIC?

   -Señor, ¿qué?

   -Se ha vuelto a ir, ¿no?

   -¿Quién, señor?

   -Respóndeme.

   Dando prioridad a la primera pregunta formulada por su adoptador, el SINDRA respondió meticulosamente.

   -7 de Agosto del año integrado de 3123.

   -No es posible.

   -Lo es, señor. Estoy totalmente seguro. Me jugaría mi desconexión y posterior reprogramación.

   -VESTIC, por favor, déjame a solas.

   -Señor, sabe que nunca puede estar a solas. La puerta está vigilada.

**********************************************************************************************   Había intuido claramente que algo iba a suceder. Entendía que todos los avisos extraños que asaltaron de continuo su mente en este último período crítico de su vida, eran la antesala del fin total. Por eso, algo le decía que tenía que prepararse para lo que fuera a suceder.

   Desde la última vez que soñó con Shainapr, se dijo a sí mismo que deseaba continuar esa relación ficticia. Le intrigaba la razón de los mensajes enigmáticos que ella le transmitía. Cuál era la relación con su existencia.

   La meditación intraholística le ayudaba a conocerse a sí mismo y, por medio de ese descubrirse continuo, alcanzar a comprender el Cosmos en el que estaba inmerso.

   Sin embargo, hoy, cuando despidió al SINDRA de servicios básicos personales, se dijo que deseaba morir. Estaba claro que le iban a tener de por vida entre bastidores. Su figura efímera no necesitaba de un cargo efímero para ver que era prescindible. Ya hastiado de verse impotente, aquella noche decidió morir. Y resurgió la infinita pena por no poder ver de nuevo a su esposa, sin haber tenido la posibilidad de despedirse de ella, de descargarle de  la angustia que estaría sufriendo desde que le hicieran saber la nueva situación. Y la infinita pena por saber que ésta nunca cambiaría. Así pues, se autoconvenció de que ella comprendería.

   Era aún temprano para acostarse, pero la desesperanza de un nuevo día justificaba que no esperara a agotar las últimas horas del que estaba en curso todavía. Opacó los ventanales de su dormitorio y esperó.

   La inferencia de que alguna señal derivaría en el cambio de estado espiritual, le tenía alerta.

   Inspiró, espiró, inspiró, espiró. Se obsesionó por última vez con la respiración. Volvió a quedar fascinado con la visualización de su yo interno. Obvió que el siguiente paso le llevaría a la emersión de su espíritu. Cuando estaba ya dispuesto para integrarse en el vacío, y dejar su cuerpo adjudicado por entero al mundo material, sufrió el habitual shock del alma escapada.

   –No, no es el momento, querido Merdik.

   –Shainapr, ¿cómo tú aquí ahora?

   -¡Eres luz!

   Instantáneamente visualizó una potente luminiscencia que abarcaba todo su cuerpo etérico.

   -¡Eres paz!

   El corazón colapsó. Sin embargo, su mente seguía despierta y atenta a la dulce voz que le guiaba.

   –Voy a morir, ¿no es cierto?

   –No, no vas a abandonarlos aún. Eres importante para ellos y para nosotros.

   -¿Para quiénes?

   –Comprenderás en su momento. Ahora, concéntrate en tus latidos.

   -¡No tengo!

   –Sí, ¡escúchalos! Con atención.

   Al fondo, muy al final de sus percepciones, escuchó de nuevo el ritmo de la vida. Pero, ¿eran suyos?

   –Shainapr, no quiero morir. Reconozco que hace pocos segundos lo deseaba, pero ya no.

   -¡Atento! Ya ves tu cuerpo allá abajo.

   No era posible. Bueno, sí, lo era, pero no quería creerlo. Cuando antes lograba desembarazarse de su cuerpo, seguía sintiéndose a sí mismo. También antes había visto el continente de su espíritu como algo ajeno. Pero siempre se había sentido uno con él, con el invisible hilo del retorno. Ahora veía que la coraza que le había albergado no era ningún anclaje de su espíritu. Disociado.

   –Concéntrate en la luz.

   La luz. ¿Qué luz? ¡Oh! Ya la veía acercarse por rededor suyo y abrazarle. Viéndose envuelto por ella, se dio cuenta que aquella fuerza no era algo extraño. La luz era él y él era la luz.

   –Shainapr, ayúdame a volver.

   –Volverás, Merdik, no te preocupes. Pero en su justo momento.

   –Tengo miedo.

   –Ya no.

   Era todo y nada. O por lo menos sus sensaciones le ligaban a ambos estados.

   Merdik Lamaret tenía los ojos cerrados. La faz serena. Sus labios distendidos. Todo ello completaba una sonrisa de satisfacción.

   Al día siguiente entraron en sus dependencias sin permiso, como siempre. Se sorprendieron de que a aquella hora el sujeto que las ocupaba no estuviera sentado, como siempre, junto a la lámina de suspensión, con su habitual dosis de jalea real. Los grandes muros transparentes volvieron a dejarse atravesar por los rayos matinales.

   -¡Despiértele, VINHAM!

   El androide obedeció automáticamente las ordenes. Rozó con su fría mano de cuatro dedos la frente que la postura decúbito supino le ofrecía. Ningún cambio.

   -¡Déjeme a mí!

   El jefe de grupo de retención separó a su ayudante. Acercó su cara a la de Lamaret, y no pudiendo reprimir su infundido odio hacia aquel enemigo potencial, escupió la orden conveniente.

   -¡Señor, dentro de diez minutos debe estar dispuesto a  recibir al cotejador de mapas genéticos!

   No hubo respuesta. Decidió acercar el captador de anomalías a la sien derecha de aquella cabeza durmiente. Ante el inesperado veredicto, repitió la prueba con el hemisferio izquierdo.

   -¡No es posible! ¡Debe de fallar algo! ¡Presidente! ¡Le ordeno que despierte y me acompañe! ¡Déjese de fingir!

   -Señor, no finge. Creo que ha muerto hace exactamente cinco horas y treinta y ocho minutos.

   -¿Quién le ha pedido opinión, VINHAM? ¡Maldito SINDRA!

   -Señor, sólo me permito hablar de realidades. El ex-presidente Lamaret ha dejado de existir.

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   -¿Llegaron a terminar su trabajo los genéticos?

   -De cierto, señor.

   -Entonces, que actúen inmediatamente. Les doy el plazo de un año. Ni más ni menos.

   La comunicación hiperondas terminó. Quiso eternizar el placer de aquella reciente pérdida. El gozo que sentía sólo sería comparable al que dentro de pocos segundos sentiría su más fiel colaborador.

   -¡Póngame con Incógnita! Prioridad cero.

   El lapso transcurrido desde la última instrucción dada, le permitió dar una bocanada al aire viciado de la combustión que se realizaba al final de sus labios.

   -Es celebración, señor. Doble celebración.

   -Seedus, por fin tenemos el poder total.

   -Almirante, ¿terminaron sus infundados temores?

   -Sí, por supuesto.

   -Entonces, acomódese en su trono.

   -Pero no olvide. Sólo usted y yo sabemos. Las unidades que descubrieron el cuerpo y todos los que han manejado esa información hasta llegar a nosotros, orgánicos y no, han de ser inactivados.

   -Lamaret ha muerto. ¡Viva Lamaret!

JAMÁS Y SIEMPRE A LA VEZ. PRIMERA PARTE. CAPÍTULO 9

PRIMERA PARTE

IX

   Tal como lo hicieron dos días antes, los científicos Lutmos y Mitshu esperan en la misma sala del mismo piso del mismo edificio al mismo hombre. No hacen nada, sólo parecen observar en silencio a su alrededor, sentados en dos de los anatómicos de la semicircunferencia. A veces, el buen Mitshu se levanta, y estira las piernas para finalmente optar por arrellanarse en el sillón central, mirar a Lutmos, sonreír y volver a ocupar su sitio correspondiente. Diez minutos después, entra en la sala un SINDRA seguido del hombre aguardado. Se ponen en pie al unísono e intentan reverenciar, pero Lamaret les prohíbe tal gesto.

   -No es necesario, señores. Estamos completamente solos y, además, somos amigos, ¿no es cierto?

   -Sí, Excelencia- vuelve a tomar asiento e incita a Mitshu con una ojeada para que haga lo propio.

   -Por favor, Estey. Deja los cumplidos- sonríe.

   -Bueno, Merdik, nos citaste a ambos por telex.

   -Dije que lo haría. Sois los últimos a los que he llamado, primero, porque sois los más primordiales, y segundo, porque sois los que vivís más cerca.

   -Eso es verdad, Lutmos. Ya le decía yo que…

   -¡Calle, Mit!- mirando fijamente a Lamaret-. ¿Primordiales?

   El presidente le ignora y cuestiona a Mitshu.

   -Sé que nunca se ha intentado el salto al futuro.

   -No, Merdik. Lo que nosotros llamamos el “Intratempo de contingencia 100” es, a nuestro entender, sumamente incierto.

   -Pero es arriesgado justamente porque nunca se ha llevado a cabo. Como sabes, el viaje espacio-temporal al pretérito es tan fácil de realizar que ya se ha convertido en una rutina- interviene lacónicamente Lutmos.

   -El futuro es demasiado tendente a cumplir las estadísticas de probabilidad de Tiening. Lo que éstas sugieren es que, suponiendo que se pudiera viajar en el tiempo, cosa hoy, en el siglo XXXII, más que probada, existe una diezmillonésima de probabilidad de que se haga imposible la estática temporal. En el pasado, la previsión se verifica, pero en el futuro se ha demostrado, teóricamente, claro, que el porcentaje de probabilidad aumenta hasta cotas increíbles, del orden de unas pocas milésimas.

   -Mit, Tiening fue un gran matemático del siglo XXV, lo admito. Pero la ciencia evoluciona y podía estar equivocado. Además, en caso de que tuviera razón, no es tan grande el riesgo. Alguna vez habrá que saltar sin red.

   -Creemos que vas a ordenarnos que nos convirtamos en trapecistas- impaciente Lutmos.

   -Estáis en lo cierto- saca un papel de un bolsillo de su mono-. Aquí, en mi mano, tengo los nombres de los que serán vuestros acompañantes en algo que es definitivo. Claro, si estáis de acuerdo con un plan pensado detenidamente.

   -¿Tuyo?

   -Sí, Estey, únicamente mío- le pasa el papel-. Como podéis leer, están casi todos los científicos a los que reuní aquí anteriormente. Los que no aparecen en la relación son los que se han negado categóricamente, como los especialistas en Homohistoria y Cosmopaleontología, y así, hasta nueve. Tampoco son tan imprescindibles. ¿En cuánto tiempo seríais capaces de poner todo a punto? Me temo que dentro de escasas horas tendremos sitiados los cielos por naves rebeldes, como las que han actuado en casi todos los mundos exportadores.

   -¿Para el futuro? En dos horas podemos cambiar las directrices de los cinco sistemas disponibles.

   -¿Se necesitan tantos para los pasajeros que deben acomodar?

   -Bueno, no. No, con tres hay suficientes. ¿Y el plan?

   -Con todos vuestros colegas he sido muy claro. Espero serlo con vosotros- reclinándose en el anatómico, mira al techo y escupe el proyecto-. Quiero que vayáis de cinco en cinco años. Si en el futuro la situación reinante es aceptable, volved y no intentaremos influir en el presente. Si algo va mal, volved y forzaremos la antítesis. ¿Comprendéis?

   -No podemos hacerlo así. De cinco en cinco años, ¡Imposible!-responde el doctor Lutmos- Porque cuando hacemos los viajes al pasado siempre, y esto es una norma irrevocable, siempre nos remontamos en una cantidad de años atrás que sea superior a la edad del mayor de los expedicionarios para que nadie se encuentre a sí mismo. Si lo hacemos como pides, muchos nos encontraremos con personas que creerán que habíamos muerto u oirán hablar de nosotros, y esto influirá en los acontecimientos que queremos estudiar objetivamente. Son normales estas contradicciones.

   -Cuando viajáis hacia atrás, soléis mezclaros con los nativos de ese tiempo, ¿no?

   -Exacto- Mitshu se retuerce las manos dando escape a sus nervios.

   -En esta ocasión no es necesario. Tenéis que aislaros de los demás, pero no de la historia que producen. Otra cosa: De pronto apareceréis en su espacio aéreo y las computadoras de seguimiento, o de lo que dispongan para el mismo fin, os acribillarán con preguntas datadoras.

   -Por eso no te preocupes, nuestras máquinas improvisan fabulosamente.

   -Vale, ¿nada más? ¿No tenéis nada más que plantear a mi plan?

   -Nosotros también improvisamos fabulosamente. Los acontecimientos nos mostrarán el camino. Mitshu, yo, y los otros diecinueve expedicionarios, aplicaremos, esperemos que con acierto, nuestras capacidades. Los que debéis de cuidaros sois vosotros, los que aquí quedaréis. Merdik, te apoyamos. Es casi de kamikazes el lanzarnos contra un blanco de tal movilidad, pero te apoyamos.

   -¿Hasta el final?

   -Sí- al unísono-. Preparados para coger carrerilla. Volvemos ya al centro, con tu permiso, y…

   -Bien, eso es cosa vuestra. Yo soy profano, ¿recordáis?

   Risas. No se sabe bien si adivinando la victoria o disfrazando la desesperación.

JAMÁS Y SIEMPRE A LA VEZ. PRIMERA PARTE. CAPÍTULO 7

PRIMERA PARTE

VII

    Sede de la Confederación del Planeta Tierra. Veintinueve seres pensantes. Unos están ante sendas computadoras personales en una ruidosa habitación donde entusiasmos y desánimos se funden al enfrentarse lúdicamente contra el ordenador asignado. Se reclinan en anatómicos que se adaptan a la configuración esqueleto del usuario. Otros se mantienen de pie con poco esfuerzo, pues se creen ingrávidos dentro del mundo virtual que los sensores aplicados a sus sienes crean para liberar a la mente del cuerpo. Se abre una puerta y un SINDRA anuncia que faltan ocho minutos exactos para el encuentro. Algunos de los presentes han acabado por mirarlo con cierto odio, ya que no aguantan que cada dos minutos alguien les repita, invariablemente con el mismo tono, la misma monserga. Otros lo miran con indiferencia, como preocupándose más de su entramado cibernético que de sus palabras. Y los más, ni le dedican el honor de mostrar interés, pues ya están inmunizados a la voz átona del robot.

   Cuando pasan los ocho minutos de distracción infantil amenazada por otras tres visitas del ser artificial, todos están relajados y serios, de pie, ante la compuerta que suponen se abrirá de inmediato para que cruce su umbral Merdik Lamaret y los tres sabios que quedan por llegar a la cita.

   En efecto, a los pocos segundos entra en la sala Sendal Twil, cosmopaleontólogo, seguido de Julius Ansterdool y Mars Neotza, químico general y físico macronuclear, respectivamente.

   Cada uno de los treinta y dos científicos ha sido convocado personalmente por Merdik Lamaret, y son los representantes elegidos por la comunidad científica de cada uno de los cincuenta sectores. Cualquier miembro de la Confederación de los Mundos puede llamar a su presencia a los colaboradores que estime necesario por motivos que puede mantener, si lo desea, en secreto frente a sus colegas.

   -Buenas tardes, señores.

   Cuando Lamaret se sienta, todos se sientan en sumo silencio. Las computadoras parecen no existir dentro de la estancia. Ahora sólo hay una semicircunferencia formada por los científicos, y su centro está ocupado por el congresista terrestre.

   -Me alegra mucho verles.

   -A nosotros también, Excelencia- dice Hesir Cel, sociólogo, que añade tajante-: Háblenos pronto y claro.

   -No hay mucho que decir que ustedes no sepan todavía. La cuestión es: ¿Están dispuestos a ayudarme, dentro de lo posible, para acabar con el caos que nos acecha terriblemente?

   Mars Neotza se reclina en su puesto de forma frenética.

   -Usted mismo lo ha dicho, el caos nos acecha, pero aún no se ha producido.

   -Y espero que no se llegue a tal extremo jamás, ¿oye usted? ¡Jamás!- con orgullo.

   -Creo que ya sé a dónde quiere ir usted a parar- interviene de nuevo el sociólogo.

   -No lo dudo, pero, ¿sabe cuál es el objetivo final?

   -No, por ahora no- recatadamente.

   -Deseo que ese por ahora abarque un tiempo más bien dilatado.

   -Imagino que no nos habrá reunido para burlarse de nosotros. Sepa que…

   -Por favor, le ruego guarde silencio- cortante y desafiando; reflexiona rápidamente y mirando a todos los que le semirrodean, suaviza voz y rasgos-. Bien, el agua es el centro de los intereses interplanetarios, como sabemos, desde que la Tierra empezó a tomar parte del gran complejo cósmico.

   -Se refiere, claro está, a la Confederación- aclara sus dudas Shaodan, matemático estadístico.

   -Sí, eso quiero decir. No hay ningún culpable de la situación creada. Podría pensarse que el problema nació desde el principio. La anexión del planeta azul fue el detonante. ¡Eso es ridículo! Así lo he manifestado en multitud de oportunidades.

   -Pero es un aliciente para buscar la causa genérica- comenta Cel evitando a Lamaret, mirando a cambio a cada uno de sus colegas.

   -¿Cuántos planetas se han aprovechado de esta causa y de su efecto?- llamándole la atención.

   -Un porcentaje importante, debo reconocer.

   -El problema, señores, es la sobreadaptación. Demasiados planetas se han adaptado de forma ejemplar a la entrada en sus naturalezas del preciado compuesto que se supone es el H2O.

   -¿Olvida que algunos planetas ya contaban con ese…- Twil, ridiculizando- preciado compuesto?

   -¡Señores, por favor! Se supone que ustedes son científicos. Gente que busca la verdad del Cosmos con el uso de la razón, cada uno especializándose de manera que se llegue a la profundidad de cada una de las partes del conocimiento. Han vivido muchos años, todos los que tienen, con una sociedad, una cultura, una economía, una civilización, ya formadas antes de que ustedes nacieran. Cada uno en su planeta, ha podido ahondar en las causas de la formación de dichas civilizaciones, han indagado en sus pasados, en sus presentes y en unos posibles futuros. Y todos saben que la Tierra y planetas similares han jugado un gran papel en el Universo desde hace algunos siglos. Los demás han aceptado tanto la intromisión del agua, y todo lo que conlleva, en sus vidas, que pretenden olvidar su origen y adueñarse de su génesis, como si fueran los auténticos poseedores del invento desde el principio. No quieren recordar que sus planetas, por sí solos, no tienen las condiciones necesarias para la formación instantánea de H2O, y que no son más que meros importadores. Es como si quisieran robar la patente. Y de lo que no se enteran es que nadie tiene dicho privilegio. Se ha dado que la Tierra y otros pocos produzcan agua. Ellos no tienen responsabilidad sobre tal hecho. Cuando la Tierra decidió exportar o conceder licencias de producción artificial a otros mundos, ¿cuál fue el agradecimiento por repartir el beneficio de su particularidad? La envidia y el odio anexo. Algunos mundos se creen dueños absolutos del privilegio de pedir y pedir y pedir. Se han sobreadaptado tomando como una cosa natural el no aguantar con lo que artificialmente producen, y tomando lo suyo sólo para ellos, y lo de los demás, también para ellos. O todo o nada. Y la Tierra se seca. Y otros también sufren las fatales consecuencias de dar a cambio de nada. La Confederación no se da cuenta que la culpa no es de la Tierra ni de ningún otro mundo. El problema ha sido la mala distribución de esta riqueza. Está bien, está bien, el pago de nuestra inclusión en la Unión ha sido, es y será, el aporte de agua a los que no tienen. Pero, señores, hay que moderarse tanto en la aplicación de los derechos como de las obligaciones.

   -Yo estoy de acuerdo- levantándose y hablando en alto, Mitshu rompe su discreción.

   -Usted es humano, ¿lo olvida?- el instanceo Sen Te, astroarqueólogo, recrimina.

   -Entiéndanlo. Les necesito para que todo siga como hasta hace poco. Para la paz, pues sepan que grupos armados y políticos desestabilizan con sus acciones lo que ellos creen es una supremacía del Planeta Azul, cuando en verdad atacan a su propio sistema de convivencia; para que la normalidad que tantos esfuerzos les costaron a nuestros antepasados, siga reinando en nuestras tierras. Reconozco, y no me pidan que les diga más, que soy uno de los presuntos responsables del posible final fatal.

   -¿Y bien?- Lutmos intenta despertar conciencias.

   -Necesito que aúnen esfuerzos en tratar de que todo lo que he dicho no sea en vano. Está en juego mucho más que mi olvidado honor y el de los habitantes de la Unión.

   Anticipándose a cualquier comentario, Lutmos tantea de nuevo:

   -Le escuchamos, ¿cuál serían nuestras misiones en su plan?

   Lamaret calla durante algunos minutos esperando que se disipe el tenso ambiente. Todos callan con él. Cuando decide tomar de nuevo la palabra, lo hace con voz premeditadamente agravada.

   -Durante los próximos cinco días, quiero que se queden en la Tierra los extraterráqueos, y que sigan en sus respectivas ciudades mis comundanos. Me pondré en contacto con ustedes uno a uno y les propondré sus objetivos.

   -Pero, Excelencia, ¿no podría…?

   Antes de que el profesor Mitshu termine su petición, Lamaret deja atrás la compuerta de cristal que le separa de las dos docenas y media de mentes. La sesión ha terminado y, sin embargo, todos se quedan boquiabiertos y mirándose mutuamente sin saber lo que les espera.

JAMÁS Y SIEMPRE A LA VEZ. PRIMERA PARTE. CAPÍTULO 4

PRIMERA PARTE

IV

-Cinco, cuatro, tres, dos, uno. ¡Ya! Cinco- cuatro- tres- dos- uno. ¡Ya! Cincocuatrotresdosuno, ¡ya! 

Los golpes, aunque esperados, sorprendían por su rapidez y eficacia. A veces pensaba que el entrenamiento era demasiado duro y que, con su experiencia, podría prescindir de los ejercicios de acondicionamiento. 

El moverse entre tantos mundos de una manera continua, le provocaba problemas con su densidad interna y con las gravedades externas. 

-Cinco, cuatro, tres, dos, uno. ¡Ya! 

Hasta recibir el imperativo final, el SINDRA se reservaba muy mucho de mover su brazo izquierdo y dirigir el tallo de caña petrificado hacia la cara del mayor Seedus. Si lo hubiera hecho antes de tiempo, sabría que el castigo era irrevocable, pues él no era imprescindible. Hubiera sido sustituido al momento por otro autómata programado para la preparación física del militar. 

El viejo ritual de sudar a voluntad encerrado en vapores, seguía siendo instituido para lograr una aceptable respuesta del binomio mente-cuerpo. El preventivo posterior del baño helado daba excitación a la puesta a punto del aparato muscular, y eran envidiables las ganas de actividad febril que despertaba en los que se lo autoimponían. 

Un desayuno rico en proteínas completaba el enfrentamiento a un nuevo día. Aunque en este caso, el día era únicamente aludido por los aparatos de temporalidad, ya que el crucero sideral navegaba en un negro vacío. El próximo lucero aparecería reflejado en el pulimentado casco de la nave nada más salir del hiperespacio al que estaban sometidos los tripulantes del Montgomery. 

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Espaciopuerto de Zemos, uno de los núcleos urbanos más habitados del Planeta Enlacer. 

Una carga muy especial viene a bordo del siguiente convoy espacial. Su origen, la Tierra. Su modalidad, Mayor de las Fuerzas Especiales de Pacificación VENUSI y vicepresidente en funciones de Incógnita. Su nombre, Thomas Seedus. Su misión, desconocida. 

La gran plataforma sobre la que se ha posado la inmensa mole Montgomery, desciende lentamente por el hueco antigravedad. Cuando se interna a cien metros de la superficie, cesa el movimiento. Con un aspecto sublime, el humano se dirige hacia la salida más cercana. 

Totalmente de incógnito, atraviesa la Avenida América, llamada así en honor del penúltimo submundo descubierto en la Tierra, llega a la Pla Stu, lugar de encuentro de los jóvenes de la ciudad, y termina su recorrido en la zona residencial de Landas, la élite de los habitantes de Zemos. Cuando llega a su destino, se siente azorado, el corazón le late mucho más deprisa de lo normal y la respiración empieza a entrecortarse. Tiene miedo. 

La mansión contiene claras referencias a la forma de vivir de los terráqueos de antaño. Su estilo victoriano denota el gusto por lo exquisito del dueño y constructor. Pero esto es secundario. 

-Señor Seedus, le estábamos esperando. 

Acompañado por el pequeño ser que le ha dado la bienvenida, se introduce en un largo corredor de paredes cristalinas. Aunque andan a una velocidad castrense, logra atisbar unas formas rectangulares que aparecen adheridas a ambos lados: son cuadros. Su ignorancia sobre cualquier tipo de arte se transforma en asombro. Cuando desembocan en algo que asemeja un cicloinvernadero, el humano se queda a solas con cientos de vegetales. Tras varios minutos de interrogantes, sus pensamientos quedan turbados por otra presencia no humana. Sin embargo, él la reconoce. 

-Almirante Kras, ¡cuánto me alegro de verle! 

-¿Cómo ha transcurrido el viaje? 

-Sin novedades destacables, señor- logrando reprimir la excitación. 

-¿Y su paseo hasta aquí desde el espaciopuerto? 

-Perfecto. Gracias por su interés. 

En una breve pausa, Seedus parece inspeccionar el lugar en que transcurre la conversación. 

-¿Es un experimento? 

-¿Qué le parece mi planta de oxigenación natural?- por primera vez, la sonrisa aparece en su parco semblante-. Acompáñeme a mi estudio. 

Tras los pasos del almirante, los suyos le colocan en una senda de la selva semiartificial que se extiende cien metros. Antes de ingresar en una habitación sin ventanas y con una única entrada-salida al exterior, no puede dejar de echar una última ojeada al gran conjunto verde. Están en el reino de Kras. Éste indica un asiento, especie de trono propio de un monarca del Medioevo terrestre. Kras se sienta frente a él en una réplica exacta del sillón que ocupa Seedus. El corto espacio que los separa, está ocupado por un monitor bicilíndrico. 

-Vayamos al meollo de la cuestión por la que le he emplazado aquí: Parece ser que no hay resultados patentes en las negociaciones. 

Las mandíbulas apretadas sugieren tensión en la cara del mayor. 

-Parece como si hubiera una suerte de impotencia general ante los problemas que aquejan a gran parte de la Confederación. Creo que tenemos que… ¡Tenemos que proceder inmediatamente o si no el futuro de la Unión abarcará un corto, pero que muy corto plazo! 

-¡Cualquier exportación debe ser inutilizada!- pareciera que los ojos de Seedus se fueran a salir de sus cuencas. 

-Perfecto, pensamiento ágil- una gran carcajada se deja escapar de su boca. 

-No se burle, almirante. ¿Y cuándo…? 

La respuesta completa a la pregunta interrumpida, es tajante. 

-¡Ya! ¡Ya! ¡Ya!

JAMÁS Y SIEMPRE A LA VEZ. PRIMERA PARTE. CAPÍTULO 3

PRIMERA PARTE

III 

   -¡Merdik Lamaret, John Pee y 3136-VESTIC!

   La gran mole metálica se deja caer por su mitad inferior y se integra en la construcción ciclópea del edificio industrial al que da entrada. Cuando cruzan la raya que separa el pasillo de la amplia nave, casi ensordecen.

   Un segundo SINDRA entrega a los humanos dos auriculares transductores telepáticos que, adheridos a sus frentes, permiten utilizar una forma de comunicación desarrollada hace escasos siglos.

   –Creía que ésta era una zona limitada a la mano de obra androide– piensa Pee.

   –Va a ver más de un hombre en esta factoría.

   -¿Para qué hemos venido?

   –Paciencia, paciencia– sugiere Lamaret.

   El SINDRA señala hacia un elevador gravitacional y al momento deja a los dos hombres entrando a solas en él.

   –El pulsador con un dieciocho, por favor– ordena Lamaret.

   El trayecto a las alturas sólo dura doce segundos, al cabo de los cuales se vuelve a desmaterializar la puerta del ascensor y comienza el tránsito al hiperdesarrollo tecnológico. Entre toda la maraña de unidades de información se encuentran dos SINDRAS y un hombre, Tes Maundraka, que recibe a los visitantes mostrando un gesto de pleitesía hacia Lamaret.

   –Suprema Excelencia. Excelentísimo– los dos tratamientos son semánticamente parecidos, pero la variación en el sentido de su aplicación es bastante clara para los terráqueos. Y no se admiten ambigüedades.

   –Le advertí ayer de mi llegada.

   –Cierto, señor, todo está preparado– una leve sonrisa alude a la presencia asombrada del congresista Pee-. La valoración objetiva que me pidió es el resultado perfecto de la gran maquinaria de información de la que disponemos. Durante el último semestre se ha muestreado exhaustivamente la situación en que se encuentran las reservas y producción de H2O. El Cerebro…

   –El Cerebro es la más grande computadora de este centro de estudios estadísticos– aclara Lamaret al cada vez más anodadado Pee.

   Mientras que hablan, los dos SINDRAS mueven sus expertos dedos sobre paneles y teclados alternados que se encuentran delante de ellos circunvalando el amplio espacio en que se hallan inmersos.

   –Los resultados de las profundas investigaciones no pueden ser más alarmantes y deprimentes.

   Ansiosamente, Pee pide al operario especialista que le dé una explicación, a lo que este último ordena a uno de los SINDRAS:

   -ASHTRID, páseme al Central los datos de acumulación.

   Movimientos ágiles de las manos artificiales sobre monitores interactivos logran que una pantalla cilíndrica aparezca a la altura de sus ojos. Ésta ofrece a los espectadores una misma imagen repetida según un ángulo constante. Los tres humanos miran su propio sector de pantalla.

   –Pueden ver en el planisferio terráqueo de la imagen, que estamos llegando a cotas de desertización increíblemente altas. Las zonas marítimas tienen ahora mismo… el 79’8 por ciento de capacidad real menos que hace cinco siglos, y los ríos, lagos y corrientes subterráneas, en conjunto, el 85’3 por ciento. Lo dicho, una desertización prácticamente absoluta del globo.

   Cada pensamiento alarmista es refrendado por una mirada alternada de preocupación y rabia hacia sus interlocutores. Tes Maundraka no sabe reprimirse y El Presidente lo nota al instante.

   -¿Y las reservas?– cuestiona Lamaret con tono de indiferencia.

   Un asentimiento al segundo SINDRA hace que en la pantalla aparezca la figura geométrica en relieve que indica los millones de hectómetros cúbicos con que se cuenta en los miles de depósitos enclavados en distintos puntos del planeta.

   –Juzguen por ustedes mismos.

   -¡Sólo hay un 30 por ciento del volumen posible! ¿No es así?–  John Pee está empezando a no  poder dominar sus nervios.- Seguro que todos los mundos de la Confederación lo saben hace tiempo. Y si no es con tal exactitud de datos, por lo menos, se lo imaginan.

   –Sí, el Organismo Central de Investigación Científica y su comité relacionado con producción, importación y exportación del agua dentro de la Unión, se lo huele, pero hay muchos datos tergiversados, muchas informaciones erróneas, muchos intereses en juego– aclara sin ninguna preocupación el solemne Merdik-. Como usted bien dijo, hay bastantes planetas que ya tenían H2O en su naturaleza, y otros se la han procurado artificialmente con nuestra ayuda.

   –Entonces, ¿por qué hizo lo imposible por aumentar las exportaciones?

   –Le confieso, John, que tuve, como casi todos, ciertas ambiciones, pero le aseguro que no conté con las posibles fatales consecuencias.

   -¿Y todo lo que ha montado aquí?

   –Consecuencia de mi caída en la cuenta de que la evolución de todas las fases se estaba retroactivando.

   -¡No sé qué significa todo esto!– en toda su vida profesional John Pee se había cubierto muy mucho de mostrar ira ante El Presidente, pero algo le ha sacudido por dentro y le fuerza a romper su etiqueta de subordinado-. Le juro que no entiendo nada.

   -¿Está usted tan ciego?

   Lamaret ase al encendido Pee por los hombros y le zarandea un par de veces para despertarle de su hipnosis de furia. Cuando vuelve en sí, se deja conducir por el SINDRA ASHTRID a una de las escasas tensosillas del lugar. Pero, aún en aparente calma, no puede apartar sus ojos del Presidente, y sin que medie entre ellos palabra ni pensamiento alguno, éste sabe que está siendo interrogado.

JAMÁS Y SIEMPRE A LA VEZ. PRIMERA PARTE. CAPÍTULO 2

PRIMERA PARTE 

II

   En un planeta cualquiera de la llamada Confederación, dos seres están dispuestos a afrontar una dura batalla.
   De pie, frente a una ventana traslúcida que deja pasar una tenue luz verde a una sala circular, cuya única pared se asemeja a una gran vidriera monocolor, un hombre espera.
   Una voz artificial anuncia la llegada del Congresista John Pee.
   Complexión robusta, extremidades fuertes, cabeza solemne, mirada penetrante, voz grave.
   -Que pase.
   A los cinco segundos, John Pee vislumbra la ancha espalda elegantemente vestida del que espera. Cierra las dos hojas de la puerta corredera por la que ha entrado y se mantiene estático esperando algún signo de vida.
   -Saludos, Suprema Excelencia.
   Por fin, lo esperado por Pee se cumple. Merdik Lamaret está a punto de dirigirle la palabra, sin mostrarle el rostro.
   -Me quería ver, tengo entendido.
   -¡Oh! Sí, señor- con precavido entusiasmo.
   -¿Y bien?
   -Tengo que hablarle de un asunto de sumísima importancia.
   -No estará exagerando como casi siempre, ¿verdad?
   -De ningún modo, señor…- con disciplina-, Suprema Excelencia.
   Dándose la vuelta, El Presidente mira a los verdes ojos de Pee y esboza una sonrisa que deja entrever sus alineados y blancos dientes. Todo es majestuosidad en sus actos. Hasta cuando ironiza sobre algo, no deja ningún resquicio en su inaccesibilidad.
   -Sé a qué viene. Le exijo que me plantee razones por las que debo renunciar a tantos años de trabajo. Exijo que intente convencerme del porqué de la bondad de la reducción de las exportaciones de agua.
   El congresista no sale de su asombro. Debería haberlo sospechado. El Presidente es El Presidente y a Lamaret no se le pasa nada por alto. 
   El sillón de descanso del Presidente está dispuesto a amoldar su estructura para recibir al corpulento mandatario. Cuando Lamaret se sienta, Pee se sienta.
   -Señor, somos unos de los pocos mundos de la Unión que tiene el preciado don de poseer H2O en todos los estados físicos posibles, y el único en un radio de siete sectores. Uno de los últimos planetas incluidos en el sector 34, el X, tiene una revolución en su superficie. ¿Y la razón? El agua. Cinco planetas del sector 23 están superhabitados; se teme que revienten de un momento a otro. ¿La razón? El agua. ¿Más ejemplos? En el sector 19…
   -¡Basta! ¿Sólo me dice lo negativo?
   -Señor, sé que en la mayoría de los planetas hidrófilos han habido mejoras sustanciales en el nivel de vida y en el desarrollo de las civilizaciones respectivas.
   Lamaret nombra el ambiente con el número de identificación del humanoide SINDRA que está a su servicio. Un robot cruza el umbral que separa la sala del resto del edificio. Se le indica con un gesto que espere detrás de Pee.
   -Antes de que usted viniera he tenido la certeza de hacer un estudio exhaustivo de la situación que usted me ha referido.
   -Veo que no comprende- con impaciencia.
   -No, veo que comprendo demasiado bien y que incluso usted no sabe a dónde quiero ir a parar- con decisión.
   -Estoy esperando, señor.
   -Desde que entró aquí, lo único que espera es una respuesta y se la voy a dar. Por favor, acompáñenos al SINDRA y a mí con paciencia.
   -Señor- sumisamente.
   A un gesto con la mano de Lamaret, el SINDRA da media vuelta y se deja seguir por El Presidente y por el congresista. En este orden.