Caminar requiere de dos condiciones. Como los buenos gurús afirman, la voluntad y el poder del deseo.
Tú la viste bailando. Yo escribo. Todo sucede de noche y abre un camino, que a la luz del día afirma que ya nada será lo mismo.
Y es que toda acción abre un camino. Ella bailando choca contigo y camina hacia otro punto en su destino. Te arrastra con ella.
Yo escribo de noche, el mundo está más silencioso. El mundo baila también a estas horas, pero en esa danza susurrada, tan sensual como primitiva, crece una planta o cae un deseo fracturado. Ella baila sobre los pedazos, tú la observas desde la barra y no te das cuenta de da la sangre de sus rodillas a sus pies y el destino te sonríe, desde su sonrisa.
Yo estoy en el escenario mientras ella baila. Yo en silencio y tú atronador, saltas sobre el fuego a su alrededor. El camino se ensancha cuando ella te toca, un canal, un cañón horadado y humeante en tu futuro. Yo lo describo en un murmullo iluminado por la televisión.
Ella desea, y al desearte dobla tu voluntad, y entonces ves la sangre a sus pies, y los trozos de noche entre el ruido ensordecedor de las alarmas, que es música interpretada.
Soy yo el que escribe, el que interpreta su danza. Tú recorres la sílaba que lleva a la palabra, ella la boca que pronuncia la frase.
El mundo nunca se detiene, siempre gira elegante. Tú caminas sin saber las condiciones, ella no camina, ella brinca y salta y tú aceptas su beso quemando el silencio y el olvido de caminos que nunca has conocido, y que ya no conocerás.
Escribir es como caminar inmóvil, en silencio, inventando un recuerdo, en el que ella baila y tú observas, giras, marchitas tus máscaras, muerdes su huella, firmas tu bandera blanca.
Luego habrá un destello, algún espejismo en el rabillo del ojo, y una pequeña angustia a lo desconocido, y la noche se acabará con su baile, y a la luz del día ya nada será lo mismo.
Caminar es como bailar, solo requiere de dos condiciones dispuestas a ello.
Si escucho muy atentamente el silencio dormido, también sueño con llegar a comprenderlo.
Davo García
Todos somos seres únicos e incomparables. Y todos tenemos nuestras pasiones y sabemos cómo vivirlas más o menos intensamente.
A veces encuentras a personas que viven su pasión a niveles que sobrepasan lo espiritual o lo sencillamente emocional. En vidas aletargadas y sumisas en que la norma es ser cumplidor y manejable, las personalidades libres irradian luz con una simple sonrisa, y Davo García no para de sonreír.
Músico de profesión, Davo siente en sus dedos la magia de la creación cuando acaricia las cuerdas de sus guitarras. Y se concentra en cada nota de lo que otros han escrito en un pentagrama. Y a veces convierte en palabras la música que tiene en su cabeza, y esas palabras se sienten como música en nuestro intelecto. Y es entonces cuando la creación se deja bañar por su creatividad, por su alto nivel de creatividad.
Yo admiro su talante, su sonrisa indeleble, su arte musical, sus palabras escritas cuando se convierten en Magia.