Golpeó varias veces la mesa, con las manos muy abiertas, hasta hacerse daño, pero los alumnos seguían sin callarse.
Consideraba que ya estaba muy harta de desgañitarse para nada, así que, desde la segunda mitad del curso, optó por golpear la mesa con alguna regla, que acababa rota, con algún libro, que acababa deshojado o, como hacía últimamente, con las manos, a riesgo de romperse algún hueso.
