Volvió a sonreír. Desdentado. Con la nariz aciruelada. Con los labios y los párpados asalchichados. Con la cabeza abierta en una de sus frentes. Los que le habían apuñado no cabían en su asombro. Habían encontrado a un temerario.
Él, mientras se iban, carcajeó. Había encontrado a unos cobardes.