Tenían que poner a punto los sistemas de oxigenación a partir de piezas que habían estado llegando en las sondas meses atrás.
Con poco tiempo para comer y dormir, los trabajos avanzaban y se cumplían los plazos planeados por la Central. Pero no se acostumbraban a la nueva noción del tiempo, tan distinta.
Desde que llegaron, tenían en mente que habían venido al nuevo mundo para dejar atrás los errores que se habían cometido en el planeta madre, La Tierra.
Y una mañana de invierno sin nieve, se reunieron todos en la base-muelle y la Comandante les recordó que aquel día fue un día especial en el punto azul que veían en el horizonte. Y alguien rompió a cantar un viejo villancico, y otros empezaron a bailar, torpemente, todo lo que les permitían sus escafandras de aislamiento.
La Navidad en Marte. No era mala idea.