A la vuelta, él.
Él y su yo eterno.
Él y su signo impronunciable.
Él y su rostro inacabado.
Él y sus manos gigantescas.
Él y su ritmo pausado.
Él y su sangre transparente.
Él y su cuerpo intangible.
Él y su verbo.
Él y su mirada apacible.
Él, siempre él, y yo.